Opinión
Ver día anteriorDomingo 10 de junio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Colosio: el asesinato
U

no de los efectos más perceptibles del derrumbe del autoritarismo político en México ha sido la desaparición o la total inefectividad de la censura cinematográfica. Que el veto oficial haya sido a menudo remplazado por una censura comercial capaz de desalentar a productores y realizadores o de inducirlos a una mordaza autoimpuesta, no invalida lo esencial del asunto: desde hace un buen tiempo no existen ya temas intocables en nuestro cine. Los tres ámbitos antes inabordables de manera crítica (la figura presidencial, la Iglesia y el ejército), han quedado desacralizados en la pantalla, y de ello dan muestras elocuentes cintas, como La ley de Herodes, El crimen del padre Amaro y El violín, por señalar sólo títulos emblemáticos.

Cabe añadir que la proliferación exponencial de las redes sociales y sus múltiples protagonistas, y la masificación del video digital y su máxima red de distribución informal, la piratería (piénsese en el impacto del documental Presunto culpable y en la imposibilidad, de haberse querido, de decretar su invisibilidad), vuelven hoy imposible arremeter contra una película incómoda sin correr el riesgo de incrementar su difusión y popularidad más allá de lo que la cinta en cuestión pudiera lograr por estrategias o méritos propios.

De acuerdo con esta lógica, Colosio: el asesinato, película de ficción del realizador mexicano Carlos Bolado (Bajo California, el límite del tiempo, Promesas, Tlatelolco), tiene garantizado un fuerte impacto mediático por su polémico tema, que aborda de modo crítico y directo, y por salir con 450 copias justo tres semanas antes de la elección presidencial, periodo de la más amplia discusión política en la arena pública, los medios y las redes sociales. Todo intento por restringir previamente su difusión tendría un inevitable efecto de boomerang. Pareciera así que el estreno de la cinta obedece a una estrategia perfectamente calculada. Muy al margen de estas posibles intenciones, la cinta de Bolado se defiende por su calidad y profesionalismo, pero sobre todo por la honestidad y contundencia expresiva de su propuesta.

De entrada se trata de una película ya blindada por la seriedad de su investigación y el cuidado de no apartarse de la información contenida en un expediente Colosio de más de dos mil páginas, del cual extrae una información que compendia eficazmente. Procede luego a dotar al material con un sustrato y complemento de ficción, un thriller político que arma de modo atractivo, con tropiezos en el terreno del melodrama, es cierto, pero sin transigir en su propósito inicial de denuncia.

El realizador y su guionista Hugo Rodríguez, retoman un proyecto de 10 años de la productora Mónica Lozano, y le confieren un redoblado enfoque crítico al asumir sin rodeos un punto de vista muy sólido: el cuestionamiento de una versión oficial del homicidio político que sólo acepta la hipótesis de un asesino solitario, Mario Aburto, a pesar de que el expediente apunta, con evidencias mayores, a la hipótesis de una acción com- binada que involucra a elementos del Estado Mayor Presidencial y de la Procuraduría General de la República en el crimen político mas grave en la historia reciente mexicana, perpetrado aquel 23 de marzo de 1994 durante el mitin priísta de Lomas Taurinas, en Tijuana.

El thriller político que desea ser Colosio: el asesinato imagina la figura de un investigador experto en inteligencia, Andrés Vázquez (José María Yazpik), decidido a ir al fondo del crimen político exponiendo su vida y la de su familia. Otro agente se ocupa paralelamente en eliminar físicamente a varios testigos incómodos para reforzar la versión oficial del asesino solitario. Algunas secuencias son perturbadoras, como la reunión encabezada por un siniestro personaje político (interpretado magistralmente por Daniel Giménez Cacho), donde se descalifica abiertamente la postura crítica y la pretensión de independencia política del candidato, y ominosamente se perfila el desenlace fatal. Hay otros políticos en escena, unos reconocibles, otros veladamente aludidos. El espectador arma finalmente el rompecabezas. El tema central de la cinta es la corrupción de un sistema autoritario y el imperio de la impunidad, pero sobre todo, y de modo más dramático aún, la amenaza de que la pesadilla que relata este thriller sangriento pudiera ser de nuevo una realidad cotidiana en el futuro inmediato de todos los mexicanos.