DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   28 DE MAYO DE 2012 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Presentación
Desde la montaña hasta el cieno
Horacio de la Cueva y Nemer E. Narchi

Paisaje chinampero
José Genovevo Pérez Espinosa

Xochimilco: un paisaje cultural
Nemer E. Narchi

Las aves silvestres de Xochimilco: una riqueza excepcional
Alejandro Meléndez Herrada

Deterioro ambiental en el área chinampera de San Nicolás Tetelco
Israel Mata Fernández, Gilberto Vela Correa, Ma. de Lourdes Rodríguez Gamiño y Jorge López Blanco

La montaña de Xochimilco, una comunidad en resistencia
Martha Angélica Olivares Díaz

Importancia del bosque de Nativitas como área de valor ambiental en Xochimilco
Ma. de Lourdes Rodríguez Gamiño, Gilberto Vela Correa, Jorge López Blanco y Gloria del Carmen Ramos Mendoza

Las microalgas de los canales de Xochimilco
María Guadalupe Figueroa Torres y Martín López Hernández

Entre chinampas, humedales y la Línea Dorada del metro
Beatriz Canabal Cristiani y Diana Rebeca Villarreal


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Xochimilco: un paisaje cultural*

Nemer E. Narchi
UAM-Xochimilco
Correo electrónico: [email protected]

Imagínate que te encuentras a unos 3 mil 600 metros sobre el nivel del mar, caminando entre sierras nevadas. El ambiente que te rodea pinta un paisaje boscoso que parece salir de ningún lado, pues se encuentra sobre materiales volcánicos que a todas vistas se antojan como una frontera imposible de conquistar para la vida vegetal.

Al avanzar unos cuantos pasos, el horizonte montañoso se abre y deja ver algo que nunca imaginaste... Delante de ti, unos mil metros hacia abajo, la vista regala un valle enorme con una uniformidad que se ve, de cuando en cuando, interrumpida por la abrupta aparición de peñones y cerros de origen volcánico y por el espontáneo brote de manchas coloridas que llenan sin ton ni son el paisaje de tonos amarillos, lilas y rojos. Estas manchas son el producto de la vegetación silvestre propia de la zona recién descubierta.

Aún bajo el estupor que tanta belleza causa, logras centrar tu atención en la parte más próxima, la zona sur del valle. Una atmósfera de irrealidad te envuelve mientras descubres una serie de lagos interconectados que podrían considerarse uno solo. Como si este paisaje no fuera suficientemente sorprendente, al centrar tu atención aún más, te das cuenta de que dentro de los lagos, como casi flotando, existe un conjunto de ciudades, todas ellas edificadas enteramente en mampostería. Se conectan entre ellas por canales, calzadas y albarradas.

La ciudad que se perfila como la principal es cinco veces más grande que Londres y por su pulcritud y apariencia, puedes asegurar que está libre de las pestes que azotan en ese momento a la ciudad inglesa. Nunca has visto nada igual.

Lo realmente impresionante de estas ciudades que aparecen suspendidas, diría el cronista, como encantamiento del libro de Amadís, es que están rodeadas de huertos. Huertos que ingrávidos salen del agua, así como así. Huertos que son pequeñas isletas en donde no sólo se cultiva, sino que se ven arboledas que surgen de entre las aguas. Aguas que a su vez son pobladas por abundantes peces, cuya cantidad, sumada al espacio de descanso y alimentación que proveen las isletas, atraen una cantidad de aves canoras, patos y zarzetas, que muchas veces, por su cantidad, casi cubren el agua.

Este encuentro con una ciudad como sacada de un cuento de Italo Calvino suena imposible aún con la tecnología actual. Hace 500 años, cuando la expedición de Cortés pasó entre dos volcanes para encontrarse con el área lacustre de la cuenca de México, debe haber sido aún más difícil de digerir, pues se toparon con un medio ambiente completamente modificado por el ser humano... un paisaje cultural.

La generación de cultura es una adaptación evolutiva que permite a nuestra especie almacenar, interpretar y recrear información útil a la supervivencia de un grupo humano dentro de un ambiente ecológico específico. Entonces, un paisaje cultural es aquel generado por medio del ejercicio de la cultura. Ejemplos de paisajes culturales hay muchos y van desde los más evidentes, como sería un parque público, a otros que cuesta trabajo creer que sean generados por el ser humano. Por ejemplo, cualquiera pensaría que algunos de los grupos étnicos originarios del Amazonas son nómadas azarosos que van por ahí cortando bosque aleatoriamente para crear huertos. Sin embargo, gracias al trabajo de investigadores como Posey, Balée y Rival, hoy sabemos que una parte significativa del bosque amazónico fue diseñada -intencionalmente o no- y conformada por prácticas agroforestales consuetudinarias.

Algo similar ocurrió en la cuenca de Xochimilco. Los primeros pobladores, que llegaron hace unos 3,500, fueron volviéndose cada vez más vegetarianos. Este cambio en la dieta, causado por un aumento en la población relativamente rápido, acabó virtualmente con las presas de caza de tamaño considerable y en algún momento, obligó a los habitantes de la cuenca a innovar sus tecnologías agrícolas hacia aquellas que asegurasen una producción suficientemente grande como para alimentar a todos los pobladores. Así, tras una serie de errores y aciertos que tomarían cerca de 1,500 años, aparece en la cuenca de México el elemento más significativo en la construcción del paisaje cultural que produjera tal asombro en los cronistas españoles: las chinampas.

Las chinampas, con las cuales los pobladores de la cuenca de México expandieron la superficie de siembra hacia pantanos y lagunas, son camas de cultivo rectangulares de entre 2.5 y 100 metros de ancho y con un máximo de 100 metros de largo, formadas de intercalar capas de cieno del fondo del lago y vegetación en descomposición.

Cuando la superposición de capas excede por medio metro al espejo de agua, el borde de la cama es reforzado con un enramado. Con el fin de dar más firmeza al apuntalado, todo el derredor es sembrado con ahuejotes (Salix bonpandiana), un sauce nativo que retiene el sedimento con sus raíces.

Las chinampas presentan ventajas agrotecnológicas sobre campos agrícolas convencionales de Mesoamérica. Son campos que habitualmente no necesitan regarse pues mantienen sus suelos húmedos. Su fertilidad es renovada constantemente con el aporte continuo de cieno y materia orgánica que vierten de vez en vez los chinampatecas. Son un sistema muy productivo y versátil que soporta varios cultivos distintos al mismo tiempo y genera hasta siete cosechas al año. Por ello, se calcula que 10 mil hectáreas de chinampería son capaces de generar suficiente comida en un año para 500 mil personas. Por último, su uso continuó por más de mil años es prueba fiel de su sustentabilidad.

Las chinampas, además de ser agrosistemas productivos, son piezas fundamentales en la conservación de la diversidad biológica de Xochimilco, pues no sólo sirven como bancos vivos de germoplasma para los diversos cultivos de hortalizas y flores, sino que también generan ecotonos. Es decir, regiones de transición entre dos comunidades biológicas en donde un gradiente de transición ambiental combina especies de una y otra comunidad. Aunado a ello, la superficie de las chinampas ofrece sustento y refugio a especies acuáticas y terrestres.

Ahora las chinampas y el sistema lagunar están en peligro de desaparecer. En primer lugar, las inundaciones en la cuenca siempre han representado un gran riesgo y no obstante el buen manejo del nivel de las aguas bajo los preceptos de hidráulica indígena. Ya en 1607, habiendo sido muy afectado el sistema lagunar por la grave deforestación que obedecía al sistema español de producción de comida y crecimiento urbano, se decidió comenzar la obra del Tajo de Nochistongo, con lo que la mayor parte de las aguas recogidas en los lagos irían a parar al Océano Atlántico.

Paradójicamente, pese a que se transportaba agua útil lejos de la zona, el crecimiento experimentado por la ciudad obligó a los gobiernos a traer agua dulce de los lagos y manantiales de Xochimilco y Milpa Alta. En 1940, los aportes de la zona se secaron completamente y la chinampería empezó a recibir recargas con aguas residuales pobremente tratadas.

Por otro lado, las modificaciones al Artículo 27 constitucional hechas en 1992 respecto al concepto de propiedad de la tierra, hicieron posible vender las tierras ejidales y comunales en todo el territorio nacional. Muchos chinampatecas, afectados por el flujo irregular y la baja calidad de las aguas decidieron vender sus parcelas. Además, el precio por metro cuadrado de terreno habitacional supera por mucho a aquel de las tierras agrícolas cuando se considera el pago en una presentación y no se compara con los rendimientos a largo plazo de la agricultura sustentable.

Como consecuencia, hay un crecimiento en la urbanización formal, los asentamientos irregulares y las descargas clandestinas.

Los chinampatecas que continúan con la actividad agrícola han echado mano de un sinfín de estrategias para ello. Para sostener su actividad, los floricultores la han simplificado orientándose en muchas de las ocasiones al monocultivo. Muchos de los horticultores han cambiado hacia la floricultura, en gran parte por el creciente deterioro en la calidad del agua. Aquellos que todavía producen vegetales han cambiado sus cosechas, sea al monocultivo de maíz (tan demandado por los habitantes de la Ciudad de México) o hacia la siembra de cultivos mejor adaptados a las condiciones degradadas del medio, como el romero.
Aunque la continuidad de la chinampa representa la salvación de un ecosistema, la causa principal de la supervivencia de esta práctica agrícola no es otra que la rentabilidad de las prácticas agrícolas.

Es muy probable que la cuenca de México nunca recupere los mil 500 kilómetros cuadrados de extensión original, pero también lo es que lo que permanece de los esplendorosos lagos está vivo. Y si bien ya no proveen de agua a la ciudad, todavía la dotan de un sinfín de servicios: secuestrar bióxido de carbono y polvo suspendido en la chilangósfera, aumentar el espacio de áreas verdes por habitante, fomentar la diversidad biológica de la zona y proporcionar parte de los alimentos que todos consumimos.

La preservación del lago de Xochimilco depende en gran parte de reavivarlo con agua limpia, sanear sus ríos y canales y dar mayores y mejores lineamientos para los turistas y habitantes del lago. Pero, sobre todo, depende de reconocer al agrosistema chinampero como la fuente creadora de toda esta riqueza biológica y paisajística. Fue en un principio la cultura la que dio forma a la cuenca de México, es sólo a través de la misma cultura que podremos garantizar nuestra supervivencia en la cuenca.

*Este artículo fue escrito gracias al apoyo de la UAM-X por medio de una beca postdoctoral. Las reflexiones son producto de una extensa revisión bibliográfica, que si bien ha sido omitida dado el carácter de esta publicación, estoy gustoso de compartir con quien así lo solicite.

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