Opinión
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Penultimátum

Dashiell Hammet

E

n unos días más se cumplen 60 años de que Dashiell Hammett pasó seis meses en una prisión situada en una ínfima isla al oeste de Alaska, por negarse a delatar a militantes del Partido Comunista de Estados Unidos. Un hombre debe mantener su palabra, dijo la noche antes de ocupar su celda. Tenía 57 años. El reconocido escritor en el fondo lo que hizo fue poner en evidencia el guión elaborado por el senador Joseph McCarthy a través de la Comisión para Actividades Antiamericanas con el fin de castigar a, según decía, los que querían llevar a la gran nación al abismo.

No se olvida el momento en que el alcohólico senador le pregunta al fundador (junto con Raymond Chandler y Jim Thompson) de la moderna novela negra: Si usted estuviera en mi lugar, ¿autorizaría sus libros en las bibliotecas públicas? Hammett, sin inmutarse, cual personaje de una de sus obras (El halcón maltés o La llave de cristal, por ejemplo), le responde: Si yo fuera usted no autorizaría ni las bibliotecas.

Es uno de los peores momentos en la historia del vecino país, con la caza de brujas en su apogeo y Hammett como una de las piezas más codiciadas por la jauría que en el Congreso comandaba McCarthy y en la FBI Edgar Hoover, la agencia de investigación en la que Hammett trabajó varios años y que le sirvió para dibujar algunos de los personajes que aparecen en sus cinco novelas y dos libros de relatos. En especial el detective Sam Spade, protagonista de El halcón maltés, que en el cine consagró a Humphrey Bogart y refrendó la capacidad creativa de John Huston como director. Militante convencido de la izquierda, nunca mintió, nunca fingió, nunca se rebajó, como definió en su funeral la dramaturga Lillian Hellmann, con quien mantuvo una larga relación amorosa. Los que lo hundieron también acudieron a su funeral para comprobar que estaba muerto.

El hostigamiento desde el poder comenzó en los años 30 y no sólo por sus nexos con los dirigentes comunistas, sino por su activismo en pro de los derechos civiles de los negros y los inmigrantes. Fue un antifascista declarado que plasmó en Sombra en la noche e Interrogatorios el infernal proceso a que fue sometido por el senador de triste memoria. Y como suele suceder, al hostigamiento oficial se unió la falta de trabajo, pues se le cerraron las puertas del cine y los programas radiofónicos; sus exitosos libros no fueron reditados entonces y hasta tuvo problemas con el fisco. Agréguese su afición al whisky. Al morir de cáncer, en 1961, un agente de la FBI llamó al cementerio de Arlington, donde fue enterrado, para confirmar su deceso.

Quienes lo atacaron nunca descansarán en paz con la aparición de libros y películas que los pintan desnudos, de cuerpo entero, con toda su maldad. Ahora también se propone llevar al cine la vida de Hammett.