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Ver día anteriorMartes 22 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La edad del tiempo
C

on El tiempo recobrado Proust cierra su obra mundo En busca del tiempo perdido, con un pasaje en el que el protagonista tarda en reconocer a sus antiguos compañeros, debido a que el tiempo los ha desfigurado hasta extremos patéticos. Pero los sucesos cotidianos le sirven para nuevamente despertar la memoria y los ecos pasados, lo que le produce una indecible sensación de bienestar. El protagonista cree, siente, haber reconstruido el pasado de todos los personajes que se cruzaron en su vida y que examinó minuciosamente a lo largo de su búsqueda del tiempo que tenía perdido.

Proust ha hecho un dilatado recorrido introspectivo con el que piensa haber alcanzado un conocimiento universal; es así como ve también su propia obra Milan Kundera.

No conozco toda la entrañable obra de Carlos Fuentes, menos aún las muchas páginas que se han escrito sobre la misma. Sé también que muchas páginas más se escribirán sobre esa obra mundo, y quisiera aportar una página más acerca apenas de un tema de nuestro prolífico escritor.

Como Proust, pero a su modo, Fuentes dio dirección a su vida en busca del tiempo perdido mexicano; no lo hizo en la introspección, aunque también incursionó en ella y en el misterio (Aura); lo hizo inspeccionando con lupa la historia mexicana; y dio así forma y contorno, sentido e índole, a las muchas, acaso inabarcables, identidades mexicanas. Su aporte a la dilatada creación del espejo que creó para mirarnos y conocer nuestras virtudes, y nuestras trágicas monstruosidades o nuestra encubierta melancolía, lo hace en conciencia de estar en la búsqueda del tiempo perdido mexicano. Llamó a toda su obra La edad del tiempo.

Mucho tiempo recobró para nosotros, con fragmentos que diseccionaba en sus libros, o en piezas que claramente revisaban los muchos tiempos mexicanos, como en Carolina Grau, o como en el explícito Tiempo mexicano. Tiempos que andaban o volaban o corrían o reptaban todos al mismo tiempo. Parece como escrito para Fuentes el verso de Leduc, sabia virtud de conocer el tiempo.

Para entendernos escribió, de la A a la Z, su personal diccionario de convicciones En esto creo (2002); y al llegar a la i, escribió Iberoamérica, e izquierda.

Al tiempo de la izquierda vista por Fuentes quiero aludir. Recojo, a modo de memorando, las primeras líneas de esta entrada.

“[…] ¿Tiene razón de ser después de sus terribles fracasos, oportunismos, traiciones, pasividades, a lo largo del siglo XX? Quiero recordar aquí, porque en ello creo, sus victorias también, en su lucha contra los fascismos en Europa, en Estados Unidos, en Latinoamérica. Pero también en su combate contra las dictaduras de izquierda. La democracia de izquierda se manifestó en gente tan diversa como el poeta Osip Mandelstam en Rusia, el periodista Carlos Franquí en Cuba, los escritores Milan Kundera, Geörgy Konrad y Leszek Kolakowski en la Europa Central…

“¿Y hoy? Cayó el muro de Berlín. Se derrumbó la Unión Soviética. Lo que no se derrumbó fue la injusticia social. Lo que no cayó fue la explotación del hombre por el hombre… La concentración en la cima se quedó en la cima y, como oportunamente –como siempre– lo indicó John Kenneth Galbraith, la ausencia del Estado se convertía en brutal presencia del Estado apenas se trataba de aumentar los gastos militares o salvar a los bancos defraudadores o quebrados… La gobernanza de los movimientos de centroizquierda en los países europeos representa, ciertamente, una reacción contra ambos dogmatismos. Pero todos han vivido… la globalización económica y –a diferencia de la derecha thatcherista y reaganista– deploran, no el hecho de la globalización, sino el hecho de la globalización sin ley, abandonada a su capricho especulativo y superior a toda normatividad nacional e internacional.”

Escrito antes de 2002, el texto parece haber sido escrito ayer, aunque sin recoger la carnicería que la globalización neoliberal ha hecho del estado de bienestar y el socialismo democrático en Europa.

A propósito de la elección de Hollande, escribió: “Mitterrand tuvo la audacia (comparable a la de Lázaro Cárdenas en México) de tomar las medidas que el país entero, incluyendo a la burguesía, necesitaba para prosperar. Nacionalizó la banca para modernizarla. Puso la justicia en manos de un gran abogado, Robert Badinter, quien abolió la pena de muerte y modernizó las cárceles. Descentralizó la administración pública. Redujo la semana de trabajo. Aumentó el periodo de vacaciones. Exigió a los patronos aprobación gubernamental antes de despedir trabajadores. Más empleo. Más vivienda popular. Un programa de gasto deficitario que no encontró eco en las políticas de reducción de gastos y de impuestos de otras naciones capitalistas. No obstante, las políticas de Mitterrand quedaron, como dicen los franceses, ‘en reserva de la república’ y hoy regresan al primer plano dada la actual opción crítica entre la austeridad como promesa de desarrollo que sólo prolongan la depresión y un retorno a la política de Mitterrand: Expansión y desarrollo”.

El imperativo del crecimiento intelectual de la izquierda mexicana es irrecusable.