Opinión
Ver día anteriorJueves 17 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad Perdida

Paredes y Mancera, nada diferente

Manejo de las finanzas

Silencio oficial

P

ocas son las cosas que se pueden decir de los participantes en las campañas por la jefatura de Gobierno del Distrito Federal. No hay, desde ninguno de los frentes, una idea clara del rumbo que tomará la ciudad, aunque, a decir verdad, cada uno de las y el contendiente nos han dicho, hasta la saciedad, cómo van a administrar los bienes de la sociedad citadina.

Para ser más puntuales, entre las propuestas de Beatriz Paredes y las de Miguel Ángel Mancera no existe diferencia tal que pudiera definir el rumbo del voto. A fin de cuentas, y tal vez para muchos, lo más importante será dilucidar quién, ella o él, puede ser más honrado al ejercer esa administración.

Fuera de eso, la llamada izquierda y el PRI se parecen tanto en lo que proponen que bien podría decirse que pertenecen al mismo signo ideológico, aunque esto último, lo ideológico, parezca lo menos importante para quienes contienden, y lo mismo aseguran seguir con los programas sociales y mejorarlos que prometen mejoras en las educación o levantan expectativas para insertar –no nos dicen a qué precio– al DF en la modernidad.

Por eso la contienda no está en las diferencias que darían la forma de pensar de cada uno, sino en los anuncios espectaculares, en la propaganda por televisión o radio, es decir, en la figura que cada quien pretende mostrar al electorado, es decir, fuera quien fuera el favorecido por la votación, las cosas seguirían más o menos igual. Otra vez la pericia en el manejo de lo financiero podría hacer la diferencia.

Y es allí, en las cuestiones financieras, donde se debe poner mucha atención. ¿Cuál es el grado de honradez de quienes van a distribuir los recursos? Aún no se sabe con certeza el nombre de quienes podrían tener esa responsabilidad, pero eso, poner nombre a la cartera, debe ser una de las prioridades de los contendientes, dado que desde allí el electorado podría tomar una decisión sobre quién debe ser el jefe de Gobierno.

En ninguno de los casos podría ser el amiguismo solamente el factor que decida el nombre del próximo titular de finanzas. La ciudad requiere de hombres probos, humildes frente a la responsabilidad de ejercer con justicia el cargo, e ideológicamente claros en la diferencia que impone gastar un peso a la derecha o la izquierda.

Pedir tal cosa tal vez sea una utopía, pero esta ciudad no merece menos. Un error en esa designación podría ser la fisura por donde se cuele el agua al barco y lo hunda. Hoy, desde muchos frentes se habla de corrupción en las diferentes áreas del gobierno de la ciudad. El mismo gobierno, por la razón que sea, no ha salido a desmentir la especie, quizás porque se entienda que en tiempos de elecciones se puede decir cualquier cosa, tal vez porque no tiene argumentos para desmentir los dichos y las acusaciones, pero lo cierto es el silencio.

Miguel Ángel Mancera se ha dedicado, cada vez que se enfrenta a sus oponentes, a defender las acciones del gobierno actual, pero son tantos los ataques que casi no ha tenido posibilidad de señalar, con certeza, el camino que habrá de tomar su gestión. No basta con decir que sería imposible gobernar sin la participación de los dueños del capital; se requiere, entre otras cosas, tener la seguridad de que no serán los intereses de esos grupos los que habrán de manejar el rumbo del DF, así que en esos dos frentes, en las izquierdas como en el PRI, las definiciones hacen falta para conocer de fondo las diferencias, claro, si las hubiera.

De pasadita

La señora Rosario Guerra, otra de las contendientes en la carrera por el gobierno de la ciudad, sin mucha estridencia y poco a poco ha ido concentrando simpatías. No ha tenido que montarse en un elefante ni gritar acusaciones. La señora trabaja con la gente para mostrar, más que las posibilidades de un partido marcado por los peores signos políticos, sus habilidades como mujer decidida a reclamar mejoras para los habitantes de la ciudad. De eso, en el PRI no se quisieron dar cuenta. Ni modo.