Opinión
Ver día anteriorDomingo 6 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Gina
E

s difícil definir lo mexicano. ¿Es lo indígena? ¿Lo mestizo? ¿La Virgen de Guadalupe? ¿Un sentido de pertenencia, de identidad? ¿El mole? ¿Un huipil? Si pudiera definirlo en una palabra sería Gina.

Así llamábamos a Georgina Luna Parra de García Sainz. Falleció hace unos días y nos deja a muchos en la orfandad. Gloria López Morales nos acerca a una definición de Gina: Su profundo amor por México y su gran conocimiento de la cultura popular, especialmente la artesanía y la gastronomía, fueron su motivo de vida. Su compromiso con las comunidades indígenas, el rescate y la promoción de lo mejor que heredamos los mexicanos, son un ejemplo a seguir por todos nosotros.

Uno de sus dones primordiales era la generosidad. Nos reunía en sabrosas comidas, en su acogedora casa junto al Bosque de Chapultepec. Aún con la salud menguada, nos esperaba con una cálida sonrisa, sentada en la terraza sombreada por follaje de su pequeño jardín, barroco como era ella y la casa. Ahí tomábamos el tequilita acompañado de quesadillas recién hechas. Siempre ataviada con alguna prenda salida de las manos de los artesanos, al igual que los adornos que portaba.

Ya todos reunidos, tiros y troyanos, porque en su amplio corazón cabían todos, pasábamos al comedor a sentarnos en elegantes sillas austriacas campechaneadas con sillas rústicas, para degustar deliciosos platillos de temporada. Nos rodeaban multitud de objetos acomodados en preciosas vitrinas estilo inglés. Ahí convivían codo con codo, finas antigüedades europeas heredadas de la familia, con exquisitos objetos de arte popular y uno que otro recuerdo de los nietos, como un adorno de pastel.

Su amor por México lo expresó de muchas maneras: trabajó como voluntaria en el Club de Obreros de Legaria, en Ciudad Sahagún y en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS); en este lugar su labor fue de una gran cercanía con los enfermos quemados y los del hospital siquiátrico. Las dramáticas vivencias en estos sitios quedaron plasmadas en su libro En un jardín de flores.

Integró una rica colección de arte popular que viajó por todo el mundo a lo largo de una cuarto de siglo. Fue impulsora, junto con las tequileras: Cristina Payán, Sol Rubín de la Borbolla, Ma. Esther Echeverría y Laura Oseguera, de la creación del Museo de Arte Popular (MAP).

Escribió varios libros sobre distintos aspectos de la cultura popular, entre otros: En el mundo de la máscara, Así se viste la mexicana y Jirones de México. Este último está integrado por una serie de ensayos en que Gina platica sus experiencias en diversas poblaciones del país, algunas en lugares remotos, a los que tuvo acceso cuando encabezaba el voluntariado del IMSS. En ellos se advierte su autentica preocupación, compromiso y solidaridad con los grupos más desprotegidos, particularmente los indígenas. Nos lleva a comunidades en Chiapas, Guerrero, Puebla, Sonora, Oaxaca, Veracruz e Hidalgo.

En este último lugar estuvo Gina cuando una terrible tromba arrasó la hermosa población de Tepeapulco. Con su honda calidad humana y sentido social, nos hace una conmovedora crónica del evento que termina con estas palabras, por desgracia muy vigentes: Al reflexionar seriamente sabemos que hay zonas de desastres vivientes, cotidianos, lastimosos, lacerantes y que son mexicanos, familias, seres humanos que ya no gritan en desgracia, porque no tienen voz para penetrar en los oídos de los inhumanos que no quieren oírlos, no tienen alma siquiera para compadecerlos, que se tapan los oídos y los ojos, para no pasar la molestia de saberlo. Duele, les duele; son muchos ¿por que?, ¿hasta cuando? Pobre del México pobre. ¿Alguna vez se enterarían aquellos que les sobra todo? ¿Aquellos corrompidos que roban a la nación?, ¿todos aquellos que pueden hacer algo y por provecho personal no lo hacen? No sé.