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Se reditó La batalla del 5 de mayo en el diario de Sofía, que publicó la narradora en 2003

Cada historia elige a su escritor y cómo quiere ser contada, sostiene Silvia Molina

Para la también ensayista, hacer literatura infantil y juvenil es gran un reto: no conceden nada

 
Periódico La Jornada
Domingo 6 de mayo de 2012, p. 7

Las historias en la literatura, en muchas ocasiones, no sólo eligen quien las cuente, sino la manera en que debe hacerlo. Al menos, eso sucede con la narradora Silvia Molina (ciudad de México, 1946), de quien acaba de ser reditada su novela La batalla del 5 de mayo en el diario de Sofía.

La también ensayista y editora aborda lo mismo literatura para niños y jóvenes que para adultos. Ello, explica, no a partir de un plan o proyecto preconcebido, sino de lo que la propia historia demanda o propone.

No tengo predilección por escribir para adultos o para niños y jóvenes; son dos cosas distintas. Cuando me irrumpe una ocurrencia o idea, escribo y sólo entonces me doy cuenta de que es literatura para niños o para adultos, no elijo. La historia lo escoge a uno y cómo quiere ser contada, señala.

El libro citado, cuya primera publicación se remonta a 2003 y esta nueva edición aparece auspiciada por el gobierno de Puebla en el contexto de las conmemoraciones por el 150 aniversario de la Batalla del 5 de Mayo, se inscribe en la vertiente de literatura juvenil.

Se trata de una breve novela de corte histórico, ambientada a comienzos 1862, en la que Silvia Molina aborda los antecedentes de la invasión francesa a México, los meses previos a esa confrontación bélica y los días posteriores a la misma.

Lo anterior a partir de la mirada de una adolescente de 15 años, perteneciente a una familia liberal poblana, quien plasma sus incertidumbres, temores y ocurrencias en su diario, así como algunos aspectos de las formas de vida en aquel entonces.

El volumen –por si el lector quiere ahondar en los hechos– incluye asimismo un apartado con una serie de documentos históricos, entre ellos telegramas enviados durante la batalla del 5 de mayo, los partes sobre la misma del general Ignacio Zaragoza y el entonces coronel Porfirio Díaz, un marco histórico y una serie de biografías de los principales actores de esa gesta.

De igual manera, se reproduce la carta que el escritor francés Víctor Hugo envío al gobierno de Benito Juárez en la que manifiesta su solidaridad con el pueblo mexicano y censura la injerencia de Napoleón III en estas tierras.

Escribir literatura infantil y juvenil es un reto mucho mayor que la destinada a lectores con experiencia, según la autora.

Los niños y jóvenes no conceden nada. Como escritor, uno tiene que mantenerse todo el tiempo muy abusado, ver qué quita y qué pone a su texto, por ejemplo, cuestiones de vocabulario o de experiencias; además de encontrar la manera de crear una necesidad que invite a seguir adelante.

El de literatura e historia, por otro lado, es un binomio que mucho agrada a Silvia Molina. Varias de sus obras se inscriben en esa vertiente, la cual inauguró con su novela Ascensión Tun, que versa sobre la guerra de castas en la Península de Yucatán.

En esa misma línea se inscriben las también novelas La familia vino del norte, sobre una etapa de la Revolución Mexicana a través de una familia; Imagen de Héctor, en la que aborda la historia de su padre, el ex gobernador de Campeche y ex secretario de Gobernación Héctor Pérez Martínez; así como su libro más reciente, Matamoros, relacionado con el prócer de la Independencia Mariano Matamoros.

Siempre me ha gustado disponer de un marco histórico. Ello permite jugar. Toda literatura es un juego y tiene reglas, entre ellas, en el caso de la histórica, no traicionar los hechos. Bueno, puede hacerse de forma deliberada, pero eso es otra cosa, señala.

La literatura histórica tiene ciertas acotaciones, pero a uno, como novelista, le interesan los seres humanos: qué pasa con ellos en un momento determinado.

Silvia Molina cuenta que con La batalla del 5 de mayo en el diario de Sofía intentó responder ciertas inquietudes personales sobre ese episodio histórico, pero también aprovechó para situar a un familiar que participó en ella: Zacarías Molina, bisabuelo de sus hijas.

La suya, refiere en torno de aquel personaje, es una historia muy interesante, pues fue un médico chileno liberal que vino a México a luchar al lado de Benito Juárez y participó en las batallas del 5 de mayo de 1862 y del 2 de abril de 1867, conocida esta última como La toma de Puebla. Por ambas fue condecorado.

Después se casó con una monja y vivió en Veracruz, donde una de las avenidas principales tiene el nombre del abuelo de mi esposo, Mario Molina, quien asimismo es abuelo del Premio Nobel de Química (homónimo).