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El músico presentó su fotolibro Sublime, especie de diario de viaje por el mundo

Mi curiosidad no es acústica; todo el tiempo colecciono imágenes, dice Michael Nyman
 
Periódico La Jornada
Sábado 5 de mayo de 2012, p. 3

Cualquiera es fotógrafo estos días, dijo el compositor y cineasta Michael Nyman. Incluso él, quien presentó el fotolibro Sublime, especie de diario de viaje realizado durante sus giras por el mundo como músico.

No tengo una curiosidad acústica, no colecciono sonidos. En cambio, paso todo el tiempo coleccionando imágenes, confesó en la librería del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC).

Una colección de secuencias de edificios industriales, paisajes de nubes captados desde el avión, paraguas amarillos como narcisos de lluvia, el detalle de unos zapatos blancos en su andar, retratos anónimos, imágenes difusas y rítmicas del mundo se reúnen en el libro de colección, con tiro de sólo 2 mil ejemplares.

Dentro de la lujosa caja también viene un disco compacto con música original compuesta por él y una tecla de piano numerada, no es que me guste andar destruyendo pianos, bromeó, mientras firmaba una de las piezas.

El volumen, en formato peculiar, mide 38 por 15 centímetros. Extendido, asemeja un largo fotograma que en 240 páginas muestra mil 946 fotografías de urbes como su natal Londres, París, Barcelona, Venecia, Tokio, Nueva York y la ciudad de México, donde reside Nyman.

A donde vaya, siempre cargo una cámara y tomo fotografías, algunas veces individuales, otras son secuencias y unas más videos.

Mantener la curiosidad abierta, comenta, es lo que hace para capturar su alrededor, algunas veces son personas, otras son abstracciones. Me gusta caminar en las calles, ya sea en la ciudad de México o en Tokio, y ver estas composiciones accidentales, donde la idea llega sola, instantánea.

En plena presentación del libro sacó su camarita digital, fotografió al público y luego –sonriente– mostró la pequeña pantalla digital con la imagen que se sumó a las más de 6 mil que ha reunido desde que comenzó con ese hábito en 2003.

Ver, disparar y preservar

“Nunca busco la imagen. Es la diferencia –dijo a La Jornada– con escribir una pieza de música. Con la música, como la que escuchas ahora –habla de su disco que suena en el MUAC– tengo que crear las imágenes. En cambio, cuando tomo fotografías, aquéllas están ahí. Poseo un ojo particular, con una curiosidad peculiar, un sentido estético propio y eso me permite escoger esa imagen especial. Cualquiera puede hacer la misma imagen, es una cuestión de hacer visible lo visible y algunas veces, hacer lo invisible, visible”, explicó.

Así le sucedió en la ciudad italiana de Mantua, donde desde la ventana de su habitación del hotel observó tres líneas amarillas que formaban un cuadrado incompleto dibujado sobre el pavimento. El paso continuo de las personas, que parecían no percibir la figura, le dio la idea de una coreografía callejera involuntaria. Y la secuencia aparece en el libro, una de las tantas series que incluyó, como la cinta de una película.

Aunque, el pianista británico aseveró, a manera de argumentación, que le gustan las pruebas de contacto de los fotógrafos, como las de Robert Capa, o de su favorito mexicano Jesús Magaña. Una forma de cinismo, calificó sus propias declaraciones, sobre su idea de que tomar imágenes en series significa que nunca hay que decir ésta es la buena.

Y así, en dos páginas abiertas se concentran imágenes de la misma serie, pequeñas diferencias, de maniquíes, mercados, un deshuesadero de autos, personas en movimiento, de rostros. Ensayos difusos y continuos de los detalles de la vida cotidiana que pasan imperceptibles.

Veo, disparo y preservo. Tal vez por eso tomo fotografías. Es una especie de trabajo aleatorio. Observo cada aspecto de la vida y lo hago permanente.