Opinión
Ver día anteriorSábado 21 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Casi nada en el EES del MUAC
E

s que de otra forma, no cabe el título. Entonces, el Hombre dijo: Hagamos el Museo, y el Museo se hizo para ver. Luego el Hombre vio que el Museo era bueno y dijo: Hagamos un Nuevo Museo, y el Nuevo Museo se hizo para tocar. Satisfecho de su obra, dijo el Hombre nuevamente: Hagamos ahora el Museo para escuchar, y así fue.

En este 2012, el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha puesto a funcionar su Espacio de Experimentación Sonora (EES), que resulta ser un sitio realmente interesante y, creo, con variadas y numerosas posibilidades.

Primera virtud del EES: está realmente aislado del entorno, gracias a su diseño acústico y a dos pesadas puertas de acceso. Es un espacio cuadrangular de unos 40 metros cuadrados de superficie y unos 7 metros de altura. Mucha madera en sus paredes, con una interesante componente tridimensional. Arriba, dieciséis bocinas de muy buena calidad, simétricamente distribuidas. Abajo, en todo el perímetro del espacio, una banca continua para los que entran a escuchar. El ambiente está en penumbra, y no hay adornos, parafernalia ni nada superfluo que distraiga de la audición pura.

En estos días, el EES ofrece al oyente la pieza Casi nada, del compositor mexicano Manuel Rocha, reconocido especialista en asuntos electrónicos, electroacústicos, acusmáticos, fono-cibernéticos y similares. La pieza, muy bien espacializada para su reproducción, tiene un perfil expresivo que oscila elegantemente entre la abstracción y lo reconocible. A un sustrato de sonidos plenamente sintetizados se superponen campanologías diversas, alarmas, llamadas, maderas que crujen y, hacia el final de la obra de 12 minutos de duración, un delicado y etéreo aviario.

En la esencia de Casi nada hay una muy depurada diferenciación de intensidades y, sobre todo, una muy bien trabajada separación de los numerosos estratos que conforman la textura general. No imagino que las multitudes de melómanos se aglomeren a la entrada del EES del MUAC para escuchar Casi nada y/o las piezas subsecuentes que ahí se presenten; se trata de una experiencia con cierto grado de especialización, cuyo disfrute requiere un esfuerzo de atención y concentración que, a juzgar por mi propia experiencia en este espacio, vale mucho la pena realizar.

Para documentar el optimismo: el día de mi visita, entraron al EES veintisiete estudiantes de la Facultad de Administración de la UNAM, que escucharon atentos y en silencio, con evidente curiosidad y aprobación, la pieza de Rocha. Media docena de ellos entendieron algo más que los otros, y se tumbaron en el suelo durante la visita, adquiriendo así una perspectiva sonora distinta. Es evidente, sí, que al movimiento intrínseco en las piezas que ahí se programen, el público podrá añadir su propia cuota de espacialización, moviéndose libremente por todo el espacio.

Del manifiesto impreso en el muro exterior del EES a manera de presentación, rescato e hilvano estos conceptos fundamentales: creación, producción y reproducción de piezas de arte sonoro; ambientes acústicos diversos; controlar el sonido; plataforma tecnológica; ambientes tridimensionales; actividades de carácter académico; conformación de un archivo; documentación del contexto; profesionalizar la gestión, producción y conservación de soportes sonoros. ¿Queda clara, entonces, la vocación del EES?

Por lo pronto, recomiendo enfáticamente visitarlo. Es un espacio realmente hospitalario para quienes estén interesados en una experiencia sonora pura y abstracta ajena al concepto convencional del concierto, incluso del concierto de música electroacústica.

No pude verla, pero asumo que detrás de las bocinas hay una avanzada tecnología de control y reproducción del sonido. Sólo puedo recomendar añadir a esta high-tech un indispensable toque de low-tech: diez gotas del tradicional e infalible aceite 3-en-1 en los goznes de la puerta interior del EES, que rechina despiadadamente. Se antoja indispensable silenciarla.