Opinión
Ver día anteriorSábado 21 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Economía y mediocridad

Desocupación estancada

La informalidad, a galope

U

n año de discursos, doce meses de insistencia sobre lo bien que marcha la economía y los excelentes resultados que se observan, para que al final de cuentas la tasa oficial de desocupación abierta prácticamente no reportará movimiento alguno. Lo que sí creció fue la población económicamente activa, de tal suerte que si en números relativos tal indicador permaneció estático de marzo de 2011 a igual mes de 2012 (4.61 y 4.62 por ciento, en cada caso), en número absolutos México tiene hoy más desocupados que en el tercer mes de 2011.

Es tal la mediocridad económica y gubernamental que vive el país, que de plano algunos ven con entusiasmo que la citada tasa de desocupación no reporte alteraciones en un año, lo que quiere decir, según ellos, que si bien no hemos mejorado, tampoco hemos empeorado, y eso cuenta (viva la pequeñez). Sin embargo, esos optimistas parecen olvidar que tal indicador se mantiene por encima de la cota registrada antes del reconocimiento oficial de la crisis, en octubre de 2008, y 30 por ciento por arriba con respecto a la reconocida al inicio de la cacareada presidencia del empleo.

Así, más de 2.3 millones de mexicanos se mantienen sin ingreso, lo que para algunos es una buena noticia, porque en 12 meses creció poquito el número de desocupados, el 75 por ciento de los cuales (algo por demás espeluznante) cuentan con nivel de instrucción media superior y superior. En el país no hay cupo laboral para aquellos que concluyeron preparatoria y licenciatura, y los pocos que se llegan a colocar lo hacen con salarios de hambre y en condiciones de precariedad absoluta. Pero los optimistas celebran que si bien no hemos mejorado, tampoco hemos empeorado, y eso cuenta.

Lo que sí crece, y a paso veloz, es la informalidad, y en ella sobreviven, también oficialmente, alrededor de 14 millones de paisanos, y contando, carentes de cualquier forma de protección social. Si en un año la tasa oficial de desocupación no se movió, la relativa a la ocupación informal se incrementó 0.61 por ciento, y el número de sobrevivientes en este sector crece día a día. La medición que realiza el Inegi no refleja la realidad laboral del país, porque sus indicadores y encuestas no evalúan el desempleo, sino la desocupación. Por ejemplo, si un mexicano o mexicana lanza fuego, vende chicles o limpia vidrios en las esquinas, simplemente es considerado como ocupado, al igual que otro que cuente con todas las prestaciones de ley. Entonces, si se restan los trabajadores inscritos en el IMSS, el Issste u otra institución de seguridad social, como el Issfam, los demás, en los hechos, son trabajadores informales, y en este contexto estaría el 64 por ciento de la población económicamente activa. Pero vamos bien y los resultados económicos son excelentes, según reza la propaganda oficial.

Alrededor de 50 millones de mexicanos conforman la población económicamente activa. De ese total, sólo 15.5 millones están registrados en el IMSS y cuentan con prestaciones de ley. De ellos, 2.23 millones son eventuales. Otros 2.5 millones, aproximadamente, tienen cobertura del Issste o conexas. Si se suman, representan el 36 por ciento de la PEA. El resto, 64 por ciento (o si se prefiere dos de cada tres mexicanos en edad y condición de laborar) está fuera de la jugada. A estas alturas del sexenio, bajo la premisa de que lo encabeza el presidente del empleo, el número de trabajadores inscritos en el IMSS debería rozar los 20 millones, pero la diferencia entre lo real y el discurso es fácilmente localizable: está en la informalidad, el desempleo, el crimen organizado o en el exilio económico.

En esos seis años la demanda real de empleo en el sector formal de la economía se aproximó a 6 millones de plazas; independientemente de la decreciente calidad de los empleos, en los hechos sólo se generaron 1.6 millones de puestos formales, lo que equivale a que sólo uno de cada cuatro mexicanos logró colarse a la formalidad durante la presidencia del empleo. ¿Dónde quedaron los otros tres? Y la intención gubernamental, junto con la cúpula empresarial –por medio de la reforma laboral-, es dejar a todo el universo laboral fuera de la jugada y obligar a que la gente se rasque con sus propias uñas, cada vez en peores condiciones socioeconómicas.

Oficialmente, hasta marzo pasado el 28.76 por ciento de la población en edad y condición de laborar se ocupaba en el sector informal, de acuerdo con el Inegi. Pero no queda allí el cada día más caliente ambiente laboral. El propio organismo da cuenta de otros indicadores. No precisamente gratos. Así, la tasa de ocupación parcial y desocupación llegó a 10.95 por ciento (este indicador considera a la población desocupada y la ocupada que trabajó menos de 15 horas a la semana, no importando si estos ocupados con menos de 15 horas que se añaden se hayan comportado o no como buscadores de empleo), y la tasa de presión general fue de 8.61 por ciento (incluye a desocupados, ocupados que buscan empleo, por lo que da una medida global de la competencia por plazas de trabajo conformada no sólo por los que quieren trabajar sino por los que teniendo un empleo quieren cambiarlo o también los que buscan otro más para tener un segundo trabajo).

Dos indicadores adicionales: en el último año, la tasa de trabajo asalariado (que representa a la población que percibe de la unidad económica para la que trabaja un sueldo, salario o jornal, por las actividades realizadas) se redujo de 62.74 a 61.66 por ciento respecto de la población ocupada; y la tasa de condiciones críticas de ocupación se redujo de 12.01 a 11.70 por ciento (este es un indicador de condiciones inadecuadas de empleo desde el punto de vista del tiempo de trabajo, los ingresos o una combinación insatisfactoria de ambos, que resulta particularmente sensible en las áreas rurales del país e incluye a las personas que se encuentran trabajando menos de 35 horas a la semana por razones ajenas a sus decisiones, más las que trabajan más de 35 horas semanales con ingresos mensuales inferiores al salario mínimo y las que laboran más de 48 horas semanales ganando hasta dos salarios mínimos).

Pero, dicen, si bien no hemos mejorado, tampoco hemos empeorado, y eso cuenta.

Las rebanadas del pastel

¿Qué le pasó al Fondo Monetario Internacional? Quién sabe, pero de criticar severamente la medida, ahora reconoce que la decisión del gobierno argentino de nacionalizar YPF es soberana. Y de remate Cristina Fernández de Kirchner mandó mensaje: yo no soy la presidenta de las corporaciones, soy la presidenta de los 40 millones de argentinos. Igualito que en México.