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Arte en palma
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oy es Domingo de Ramos, día en el que creativos artesanos elaboran figuras de estilizadas palmas, cruces, flores, cristos crucificados, ramos y muchas más, tejiendo la palma con una habilidad y gracia sin par. Su propósito es que sean bendecidas para colocarlas en la casa durante todo el año y que nos protejan de las catástrofes. Esta costumbre en México data del siglo XVI y era parte de las conmemoraciones de Semana Santa, según nos relatan Motolinia y fray Gerónimo de Mendieta.

Afortunadamente en muchos sitios continúa vigente; en la ciudad de México el castizo barrio de La Merced resguarda en su interior pequeños barrios ancestrales como el llamado La Palma. En su corazón conserva el templo que lo bautiza: Santo Tomás la Palma. Es una sencilla y bella construcción con orígenes en el siglo XVI, en el que surgió como parroquia auxiliar de La Soledad. En el siglo XVIII, como la mayoría de las iglesias, fue remodelada, conservando su estructura original con una sola torre; conserva el amplio atrio bardeado y en la fachada el primoroso retablo esculpido en piedra, con una imagen de Cristo crucificado y adosados en las jambas dos nichos con esculturas de santos.

El interior perdió sus altares barrocos de hoja de oro, adornados con ricos estofados, pero subsiste la puerta de la sacristía finamente labrada en cantera y un encantador patiecillo rodeado de construcciones dieciochescas, engalanadas con macetas de flores. El cura y sus feligreses muestran su cariño teniéndolo limpio, pintadito y bien cuidado, en marcado contraste con el abandono que lo rodea. Como era de esperarse, cada año llegan en esta fecha decenas de artesanos a vender una variedad de figuras de palma que incluyen pequeñas preciosuras.

Del barrio de La Palma platican varios cronistas decimonónicos: Lauro Rossell nos cuenta que en este lugar habitaban los curtidores, empedradores de calles, albañiles, tocineros, cargadores, piperos (los que manejaban las pipas, que sacaban las aguas negras de las casas), los matanceros del rastro, los veleros (hacían y vendían velas, oficio importantísimo, ya que no había luz eléctrica) y los temibles y afamados valentones de La Palma, que sembraban el terror entre los habitantes de la capital.

Don Manuel Rivera Cambas relata: nadie se atrevía a pasar por ese barrio al anochecer so pena de ser asesinado o simplemente despojado de cuanto se llevaba, llegando la audacia de estos individuos hasta a hacer de las suyas en plena luz del día, por la falta absoluta de policías... El tipo característico de ese barrio y sus alrededores era el lépero a quien Rivera Cambas define como bizarro, valiente y perezoso....

Para continuar con el Domingo de Ramos recordemos las palabras de la escocesa Frances Erskine, esposa de Ángel Calderón, quien fue el primer embajador de España en el México recién independizado. Sus experiencias en los dos años que estuvo en nuestro país las plasmó en copiosa correspondencia que envió a su familia, de la que se publicaron 54 cartas en un libro que es uno de los mejores testimonios de la vida de México en esa época.

Del Domingo de Ramos comenta su visita a la Catedral en medio de una multitud, y de lo que califica como un bosque de palmas, agitado por un viento suave. Referencia a las centenas de palmas que llevaban los indios para que se las bendijeran. A éstos los describe con rostros de bronce y una mirada dulce y quieta, que sólo puede alterar el anhelo con que ven acercarse a los sacerdotes, para la bendición.

Antes de irnos a comer les platico que en el templo de San Francisco, ubicado en la avenida Madero, también se colocan artesanos de la palma. Ahora sí, a los sagrados alimentos. En Venustiano Carranza 55 se encuentra una señorial casona virreinal, con su patio con piso y rodapié de recinto negro, columnas de cantera y bella herrería. Es la sede del restaurante El Sazón, que ofrece comida sabrosa y económica.