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Benedicto XVI / La Visita

El Peje no comulgó, ¿verdad?”, cuestiona una mujer; Fox saluda a López Obrador

¡Josefina, Josefina!, gritaron los asistentes a la celebración religiosa

Cumple el líder católico su deseo de estar frente al Cristo Rey del Cubilete

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La aspirante presidencial panista Josefina Vázquez Mota, en el acto realizado en el Parque BicentenarioFoto Especial para La Jornada
Enviado y corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 26 de marzo de 2012, p. 4

Silao, Gto., 25 de marzo. Cincuenta escalones arriba, Benedicto XVI se apega estrictamente a los discursos y al folleto de la celebración eucarística que se reparte por miles. Por Jesucristo, nuestro Señor, lee el Papa y otra voz ordena: Arrodíllense. Margarita Zavala lo hace. Su esposo, el Presidente de la República, sólo inclina la cabeza.

A unos pasos, aunque nunca se saludan, Enrique Peña Nieto y su esposa se mantienen en pie. Desde hace unos instantes, unos grandotes güeros con chicharito en la oreja han comenzado a tomar el control, por un momento, sobre el Estado Mayor Presidencial. A la hora de la comunión parece mandar la Guardia Suiza.

Calderón es el primero en la fila para comulgar. Abandona su lugar con rostro entre contrito y reflexivo, avanza despacio, espera las instrucciones, sube despacio y comulga.

El Presidente se apersona poco antes del arribo de Benedicto XVI. Llega entre gritos de ¡esta es la juventud del Papa! y camino a su lugar saluda de mano a curas, monjas y voluntarios.

Su lugar está en la fila 20, detrás de un grupo de indígenas, hombres y mujeres de diversas partes del país, vestidos con trajes típicos. Durante la celebración, el titular del Ejecutivo lee el folletito de los rezos y de cuando en cuando repite con los demás fieles. Igual hace el candidato del PRI.

Las campañas van a misa

Previsora, Josefina Vázquez Mota se unta una capa gruesa de bloqueador solar. La acompañan su marido, Sergio Ocampo, sus padres, su coordinador de campaña, Roberto Gil, y su jefe de prensa Herminio Rebollo, quien respinga amablemente cuando a su candidata le hacen la pregunta incómoda sobre la pederastia y el Papa. Gracias, responde Vázquez Mota, y se escurre a saludar al siguiente admirador.

Estoy aquí por mi fe, ha dicho poco antes, y algo ha agregado sobre su apoyo sin reservas al Estado laico.

Todo, mientras recorre la primera fila dando la mano a curas, monjas y laicos, sonriendo, dejándose querer: Josefina, las mujeres de Guanajuato están contigo, le grita una señora.

En las filas del clero de infantería se halla un viejo cura que sólo quiere ser identificado como Héctor, el de Irapuato. Se alegra con la presencia de la candidata panista y no quiere saber de Peña Nieto ni de López Obrador, porque ellos son muy groseros con la religión.

Poco después, cuando el mexiquense hace el mismo paseíllo que la candidata del PAN, varios curas jóvenes al lado de Héctor estiran el cuerpo para tomarse fotos con el priísta.

Igual hace una señora joven, que grita de gusto por haber conseguido una foto con Peña y su esposa, la actriz Angélica Rivera –quien porta una medalla con una cruz– aunque después diga en voz baja: La verdad, no voy a votar por él, pero ya tengo la foto.

Antes de tomar su sitio, Peña Nieto camina entre el sillerío para acercarse a la candidata del PAN. Los dos matrimonios –sus cuatro integrantes vestidos de negro formal– intercambian besos y abrazos. El candidato y la candidata, unas cuantas frases.

Después el ex gobernador toma su sitio, entre tres monjas y una mujer en silla de ruedas que atesora en su regazo un libro titulado La agonía de Cristo.

Andrés Manuel López Obrador, a quien acompañan su esposa, Beatriz Gutiérrez, y el ex ministro en retiro Genaro Góngora, queda ubicado más allá, lejos de Calderón y cerca de Vicente Fox, quien se acerca a saludarlo.

Horas más tarde, en la ciudad de México, López Obrador diría que estaba sentado y de pronto vio una mano que no quiso dejar extendida.

También muy cerca está el candidato del Partido Nueva Alianza, Gabriel Quadri, quien llega acompañado de Luis Castro Obregón y las esposas de ambos. Como nadie parece reconocerlo, no hace ningún paseo para saludar. Aunque se declara proveniente de una familia católica, pero no practicante, Quadri agradece la visita papal porque, dice, puede ayudar mucho a la cohesión social, a unificar a México y a lanzar un mensaje de concordia en un país que ha estado dividido, polarizado.

Ni copete ni gaviota

A la tierra que fueres… sal rápido. La aglomeración causada por la deficiente organización retrasa la salida de las personas sentadas en el área VIP. A pesar de sus 12 escoltas visibles –el doble que la aspirante panista–, Peña Nieto no logra salir con rapidez. El dato imperdible de que en esta tierra Vázquez Mota aplastó a Ernesto Cordero por más de dos a uno hace previsible el siguiente suceso.

¡Josefina, Josefina!, comienzan el grito dos o tres, y se generaliza pronto.

Peña Nieto está atrapado por la cámaras cuando el grito muda: ¡Ni copete, ni gaviota, Josefina Vázquez Mota!

En medio de gritos, su equipo de seguridad logra parapetarlo en un pasillo y ahí ofrece unas declaraciones. Para empezar, se declara católico. Luego, a pregunta de este diario de si comulgaría igual que Calderón de ganar la Presidencia, responde: Evidentemente como lo he hecho en el pasado, habré de profesar mi fe de manera muy íntima y privada.

A la caza de candidatos, los reporteros obtienen unas palabras de López Obrador: Fue una buena ceremonia de reconciliación y unidad, la homilía fue en ese sentido.

Un sacerdote grita: “¡Arriba el Peje!”, y varias mujeres responden con la consigna: No al aborto, sí a la vida.

Nuestro movimiento, como lo he dicho siempre, está integrado por católicos, evangélicos, librepensadores y por eso nos dio gusto estar aquí, termina el candidato de las izquierdas.

Unos pasos adelante, una señora asegura, más que preguntar: “El Peje no comulgó, ¿verdad?”

Vicente Fox, bien recibido por la concurrencia, aprovecha el viaje para ofrecerse de mediador y pide a los candidatos presidenciales: “Que nos aseguren que tienen un plan para alcanzar la paz, quisiera hacer un puente ante la división…”

De la batalla de Silao a la batalla Tecos-Yunque

Benedicto XVI ha cumplido su deseo de estrechar la mano de todos los mexicanos en el majestuoso monumento a Cristo Rey, en el Cerro del Cubilete.

La misa, sin embargo, no tiene lugar allá arriba, donde cada año llegan miles de jóvenes católicos, sino en el llamado Parque Bicentenario, donde se alza la Victoria Alada, obra de 14 metros de altura de Ricardo Motilla, el escultor favorito de los gobernantes panistas.

El Papa puede pensar que es San Miguel Arcángel, pero no, es la representación de la victoria de los liberales sobre los conservadores, dice el historiador José Luis Lara Valdés.

Apenas termina, ya casi de noche, su encuentro con los obispos, Benedicto XVI enciende a distancia la nueva iluminación del Cristo Rey del Cerro del Cubilete, 95 luminarias con cambio de color y 12 más sobre el techo para alumbra la figura de cabeza a pies.

El lugar, santuario de los cristeros, es destino de una peregrinación anual y escenario de sucesos menos angelicales que el de hoy, como el que recuerda Fernando M. González, el acucioso investigador del caso Maciel, quien hace un par de días contaba que en 1975 el grupo de extrema derecha los Tecos quiso sabotear la peregrinación organizada por el Yunque, escisión de aquel. Con ese fin, los jefes enviaron diez pistoleros que fueron interceptados por dos vigías. Las contradicciones en el seno de la ultraderecha católica dejaron muertos a Juan Bosco Rosillo y César Fernando Calvillo. La investigación del crimen nunca concluyó y los asesinados no son oficialmente mártires, pero algunos de sus seguidores gobiernan hoy Guanajuato.