Política
Ver día anteriorMiércoles 21 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Gastrografías
E

l Financial Times publicó hace poco una nota interesante acerca del precio de la mamonería. Es muy elevado, claro. ¿Los sujetos del reportaje? Los ricos de China. El año pasado su número pasó del millón, colocando de ese modo al gigante asiático en el lugar tercero a escala mundial en número de millonarios, después de Estados Unidos y Japón. Y como el crecimiento de la población millonaria ha sido mucho más veloz en China que en cualquier otra parte (aumentaron 31 por ciento tan sólo en 2010), la cantidad de ricos con complejo de inautenticidad de clase debe ser, con toda probabilidad, el mayor a nivel mundial.

¿Complejo de inautenticidad de clase? ¿Qué es eso? (se preguntarán).

Usualmente se necesita al menos una o dos generaciones de prosperidad para que la riqueza parezca algo natural, tan dado por Dios y tan merecido como el aire que respiramos. Los nuevos ricos, en cambio, batallan para que su superioridad se note. Quieren ser vistos como auténticos merecedores de lo superior. Esa preocupación, esa militancia, es, precisamente, el complejo de inautenticidad de clase. Se trata, pues, del complejo de quien busca separarse del común, en un vértigo de gesticulación que pendula entre la denigración de las mayorías y el autoelogio. Por eso la mamonería es –junto al clasismo– un mal crónico de quienes padecen de complejo de inautenticidad de clase.

Imagino que mis lectores estarán pensando (entre sorbo y sorbo de café): ¡Típica conjetura de antropólogo! ¿De veras China será el país con mayor complejo de inautenticidad de clase? ¿Y, en todo caso, cómo se pretende cuantificar la mamonería? Pues (contesto, bastante mamonamente, por cierto): sí se puede cuantificar la mamonería, de manera indirecta al menos, y ¡que para eso leo el Financial Times!

El reportaje en cuestión es sobre los precios que han alcanzando los vinos finos en China.

Resulta que, hoy por hoy, las subastas de vinos más caras del mundo son las de Hong Kong. El reportero del Financial Times describe el distrito restaurantero de aquella ciudad, repleto de establecimientos que ponen botellas selectas de su cava en el aparador, y que ofrecen a sus clientes cartas de vinos de los viñedos y de las vendimias más caros y famosos del mundo. Uno de los restaurantes lleva un letrero que reza: ¿Tienes tu título en administración de empresas, y todavía no sabes de vinos?

Al parecer regalar botellas de Chateau Lafite se ha convertido en algo así como el estándar de oro para congraciarse con un funcionario público. Tanto así que, en nota separada, leo que Chateau Lafite acaba de comprar un viñedo en China para empezar a fabricar vinos ahí. (Imagino que será para apagar la sed de los mamones de segundo rango.) De hecho, la manía china por los vinos de la región de Burdeos llegó a un punto tal, que empezaron a parecer un poco corrientes (los vinos), y los ricos más ricos ahora se aficionan mejor a los de la Borgoña, pues resulta que la Borgoña produce menos vino que Burdeos. (Nota para los economistas: menos vino = mayor coeficiente multiplicador de mamonería.)

Ha habido escándalos públicos por el valor de la cava de algún funcionario. Un señor Tang, por ejemplo, se vio obligado a hacer renuncia pública de su colección de vinos, valorada en 166 mil libras esterlinas.

Otra nota, también de los últimos días, pero esta vez del New York Times, da noticia del arresto en Beverly Hills de un tal Rudy Kurniawan, uno de los vendedores de vinos selectos de mayor prestigio de Estados Unidos, que vendió 35 millones de dólares en vinos finos tan sólo en 2006. Kurniawan fue detenido por venta de vinos falsos, sobre todo de la Borgoña, curiosamente. La FBI detectó el delito, entre otras razones, porque Kurniawan estaba subastando una botella de Domaine Ponsot de 1929 –valorada en varias decenas de miles de dólares–, y resulta que el Domaine Ponsot no comenzó a embotellar hasta 1934. (A cualquiera le pasa, hombre.)

Pero el asunto de la falsificación de vinos presenta un verdadero problema, porque lo que al mamón preocupa es la autenticidad (¡sin comentarios, por favor!). Quiere ser alguien que vale, que merece, que sabe reconocer lo bueno, y que por eso es también reconocido. China se está llenando, otra vez según el Financial Times, de falsos Chateau Lafite, falsos Chateau Yquem, etcétera, de modo parecido a la forma en que, ya hace mucho, China llenó al mundo de falsos Rolex.

Sólo que ahora, el dragón chino se ha mordido su propia cola. Las fortunas de sus ricos, fundadas en la imitación o falsificación de marcas occidentales, no pueden convertirse en verdaderos signos de distinción para sus dueños sin miedo a que les den gato por liebre. Ahora para dormir tranquilos tendrán que comprar la Borgoña entera.