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Vladimir Coria abrirá la exposición Escenario en la Galería Óscar Román

Pintor define a la mujer a partir del paisaje de la Riviera nayarita

El encuentro con un lienzo de Monet marcó su elección de la plástica, dice a La Jornada

 
Periódico La Jornada
Miércoles 21 de marzo de 2012, p. 5

Veinte pinturas y una escultura integran la exposición Escenario, de Vladimir Cora (Acaponeta, 1951), que hoy será inaugurada en la Galería Óscar Román.

La muestra en el recinto de Julio Verne 14, Polanco, dice el artista, le ha servido para definir más a la mujer. Es decir, poner cabeza, senos y pompis más o menos definidos, dentro de lo que es el paisaje de la Riviera nayarita.

Una modelo con algunos mirones (2011), cuadro hecho con acrílico y collage, transcurre en el escenario de una zapatería. Una joven levanta la pierna doblada y el pie desnudo como acto anterior a la prueba de algún calzado.

Del lado izquierdo dos cabezas humanas, tan típicas de la obra de Cora, la observan a través de una ventana. Debajo del marco de ésta se ven una bota y un calcetín de verdad, como recurso algo erótico.

Para el efecto, el pintor compró un par de botas en Acaponeta, pero sólo usó la parte de las agujetas. Para este cuadro contrató una modelo, una chamaca de por acá del trópico.

Admiración por Francisco Toledo

Vladimir Cora considera que su pintura es mexicana, aunque no la que hacían los grandes maestros como Rivera, Orozco y Siqueiros, pero con mucha libertad. Es mexicana desde el momento que parte de escenarios como, por ejemplo, la playa El Novillero, San Blas y Los Mangales, pero con ciertos aires internacionales, neoyorquinos, quizás franceses, en la medida que mi pintura empezó con Monet. Pero los temas son mexicanos.

Recuerda cómo, a los 13 años, tuvo un encuentro con un cuadro de Monet en la portada de una sección cultural dominical, que definió su profesión. Estaba en Mazatlán, donde trabajaba de dependiente en la farmacia de un familiar. “No sabía nada de arte y sólo acertó a decir: ‘tía, tía, quiero hacer esto’. Mi tía, asustada, dijo, ‘pero qué, muchacho’. ’No sé, sólo que quiero realizar lo que hace esta persona’. Aquí se ven colores. Era una obra de la serie de los lirios de Monet, algo indefinido, eran colores, pero maravillosos. A partir de allí dejé lo que hacía, pues entre otras cosas quería ser guitarrista, mejor que Santana, y me entregué en cuerpo y alma a la pintura.”

Supo que en la ciudad de México había dos escuelas famosas, San Carlos y La Esmeralda, por lo que en 1966 se trasladó a la capital. No pudo entrar a ninguna, porque “no tenía secundaria, mucho menos prepa”, aunque cursó talleres en la Casa del Lago y el Seguro Social.

Sin embargo, su sueño era estudiar en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmerada y lo concretó a finales de los años 70 del siglo pasado. Como más o menos sabía qué me iban a enseñar, se aburrió y sólo aguantó dos años. Fue Gabriel Macotela quien lo llevó al taller de Gilberto Aceves Navarro, el único que puede hacer de quien sea un artista, donde aprendió todo lo que quizás me hacía falta.

También entabló estrecha relación con Rufino Tamayo, quien lo consideraba su segundo hijo, pues obviamente el primero era Francisco Toledo, a quien admiro y respeto. Tamayo llevó a Cora a Estados Unidos, a una galería donde exhibía en Palm Springs y otra en Los Ángeles.

En la actualidad, Cora trabaja en dos proyectos: el primero consiste en tallas en madera policromada del viacrucis para su exhibición en iglesias. El segundo, titulado Y se fueron de pachanga, también sobre un tema bíblico, utiliza una docena de puertas de vocho, con un apóstol en cada una, mientras el número 13 será un Volkswagen cortado por la mitad en el que viaja María Magdalena, y en otro vocho completo estará un autorretrato en escultura, propuesta que también itinerará por el país.

–La Biblia y la religión, ¿qué lugar ocupan en su obra?

–No me veo en la iglesia dándome golpes en el pecho, sino que admiro mucho al personaje que es Jesús, como admiro al Che Guevara. Para mí Jesús fue un guerrilllero en su tiempo que luchó por lo que creía: un cambio, al igual que el Che, dentro de lo que creía en cuanto a todo un creador. Él sabía que había una mente prodigiosa que mueve a todo ser viviente. Eso es lo que me atrae de esas mentes prodigiosas, como fue Jesús; de allí mi apego a la religión cristiana.