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Toros

El colmo: un juez ordenó el arrastre lento ¡para un manso rajado de Cuatro Caminos!

Barba, Ortega y Mora triunfan en la última corrida de la Plaza México

Deleitan los tres jóvenes toreros al escaso público que acudió al coso de Insurgentes

Foto
El torero aguascalentense Fabián Barba salió a hombros de la MéxicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de marzo de 2012, p. a38

Menos de mil personas asistieron a la clausura de la temporada de invierno 2011-2012 en la Plaza México, pero disfrutaron en grande con el valor, la inspiración y la clase de tres jóvenes mexicanos –el capitalino Christian Ortega y los aguascalentenses Fabián Barba y Víctor Mora– que nunca serán figuras en nuestro país, porque los hombres de negocios interesados en que los cosos permanezcan vacíos jamás les permitirán que lleguen a ser, como se merecen, imanes de taquilla y consentidos del público.

Con hambre de triunfo en los tres tercios, Ortega quitó por chicuelinas, banderilleó con emoción, ligó prolongadas series de derechazos en redondo y mató en todo lo alto al bravo Bostoniano que abrió la puerta de toriles, para cortarle una oreja. Semejante en cuanto a pelaje, trapío, cornamenta y celo al embestir resultó Berrinche, segundo de la ganadería tlaxcalteca de Cuatro Caminos, al que Barba recibió de hinojos en los medios y cuajó en una faena de poder, templando por ambos lados, adornándose con desdenes y recortes, antes de lograr un estoconazo que también le valió una oreja.

Hasta allí, la escasa concurrencia estaba feliz. Pero los ánimos se enfriaron por la áspera mansedumbre de Majadero, que saltó al ruedo en tercer turno y nada le permitió al empeñoso y creativo Víctor Mora, quien a pesar de las contrariedades no dejó de tener a la gente de su parte. Algo así le ocurrió en seguida a Christian Ortega con Regocijo, un negro discretamente bragado que a lo largo de los últimos 20 minutos de su vida sólo intentó huir.

La polémica se desató a la muerte de Conchito, negro zaino al que Barba también saludó de rodillas en los medios con dos largas afaroladas, para zumbárselo después por verónicas. El rumiante acusaba buen estilo pero cuando llegó a la cita con el picador no peleó ni mucho menos: se limitó a soportar el castigo y perdió poca sangre, de modo que siguió arrancándose de largo para que Fabián se lo pasara por la faja en apretadas gaoneras a pies juntos.

Algunos protestaron cuando el joven, en su afán de cederle todas las ventajas al cuadrúpedo, inició el trasteo del tercer tercio con desangelados derechazos de rodillas. En cambio, cuando se puso de pie, y citó con la franela en la diestra, el toro se empezó a comer la muleta con avidez, humillando con nobleza y repitiendo con fuerza y asiduidad, en tandas de seis y ocho pases, que levantaron a la gente para aplaudirle con fuerza.

Sin embargo, a medida que la faena avanzaba, la falta de casta que el peludo mostró al ser picado, volvió a manifestarse cuando se rajó al final de la lidia de la manera más descarada. Barba se perfiló para entrar a matar y cobró otro estoconazo, motivo por el cual la gente agitó los pañuelos con insistencia. Y fue entonces cuando, para variar, el hombre de capacidades diferentes que actuaba en el palco de la autoridad, concedió las dos orejas y ordenó el arrastre lento... ¡de un manso rajado!

Por último, con gran persistencia y afición, Mora se enfrentó al sexto del encierro, que era el cuarto de los carentes de bravura, y persiguiéndolo por toda la arena consiguió fijarlo en la muleta para torearlo en redondo por sentidos derechazos, que enardecieron a la gente a tal punto que, cuando el inepto juez le tocó el primer aviso –un atrevimiento que jamás ha tenido con las figuritas española–, los oles y las protestas se mezclaron en un apoteósico final de corrida y de temporada, tras el cual Víctor se alzó también con su oreja, luego de matar impecablemente de volapié.

Al término del festejo, Lumbrera Chico, cronista taurino, anunció su retiro de esta página.