Opinión
Ver día anteriorMartes 6 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La inanidad
B

usque usted, amable lector, la entrevista que hizo Carlos Puig a un inefable señor Fernando González, yerno de la inenarrable maestra. El inefable cree que es político, cree que reúne el perfil para ocupar el puesto que ocupó de subsecretario de Educación Básica de la SEP, cree que ocupó esa silla debido a su conocimiento personal sobre la educación básica, cree que se debió también al liderazgo que ejerce sobre importantes sectores del magisterio: ¡eso dijo! Todo falso. Todo fue, como usted sabe, por obra y gracia de la inenarrable y sus enjuagues del momento con Felipe Calderón.

La entrevista, realizada a propósito de la película/documental ¡De panzazo!, mostró, lastimosamente, en manos de qué cerebros elementales ha estado la inmensa mayoría de la niñez mexicana este sexenio; que no muy distintos han sido los anteriores.

La inanidad del discurso del inefable es insondable. ¡Vaya usted a saber quién le enseñó un discurso –quizá la inenarrable–, que no pudo aprenderse, según el cual, en los años setenta (sic) se creó un sistema de educación básica popular basado en la difusión de la cultura (¡son sus palabras!), cuando lo que era necesario era uno con escuelas de alto desempeño, como se exige ahora, como el que nos está exigiendo la sociedad. ¿Qué significados tendrá en la cabeza de este señor la expresión escuela de alto rendimiento, que resulta incompatible con una escuela popular? Por supuesto, es sólo un torpe balbuceo que ignora lo que dice. ¿Cuándo, quién, quiénes de los que saben se enteraron y opinaron sobre su escuela de alto rendimiento?

Nada más que un discurso vacuo, que dice que los críticos no deben compararnos con España, no con los países miembros de la OCDE. Bien se ve que Gonzalitos no tiene ni idea de cómo está la educación en España; por si fuera poco, aún no se entera de que México es miembro de la OCDE. Pero asegura: estamos trabajando para ello, aunque no podemos ser como ellos desde ahora. Gonzalitos parece creer que la historia educativa de México comenzó con él.

Agrega el inefable que la educación no te va a resolver tus problemas, que creerlo es limitarnos a un discurso educacionista que es de suyo ¡conservador! (¿es usted capaz de formular una más retorcida falta de sindéresis?) ¿Puede usted creer en estos balidos emitidos con fingida voz meliflua? Lo oirá usted si tiene ocasión.

González ignora que algunos países de la OCDE tuvieron un nivel de desarrollo semejante al de México, y que gracias a la educación que nos dieron todos los muchos González habidos en la formación de nuestras desdichas es que puede decir que no podemos ser como ellos desde ahora. Dice también que estamos como estamos porque tenemos el magisterio que tenemos y no tenemos otro. Sí, ese es el que tenemos: uno que ha vivido y se ha formado en una de las peores cloacas de corrupción creciente de la historia mexicana, que pasa por los nombres de ¡Robles Martínez! (supercapo), Manuel Sánchez Vite, Enrique W. Sánchez, Alfonso Lozano Bernal, Alberto Larios Gaytán, Édgar Robledo Santiago, Félix Vallejo Martínez, ¡Carlos Jonguitud Barrios! (turbocapo), otros cinco títeres de Jonguitud más y, por fin, la íntegramente corrupta; la reina de la corrupción entre los corruptos. La innombrable; la maestra, la que todo mundo puede no nombrar porque sabe quién es aquella que ha alcanzado las cumbres de envilecimiento de la política, usando el instrumento del SNTE y, en última instancia, usando el futuro de la gran mayoría de los niños mexicanos.

Sí, hablamos de la dueña de un sindicato del que el inefable González dice que: a) defiende los derechos de los profesores; b) es el experto en materia educativa; c) es un actor político imprescindible; d) actúa con prudencia; e) nada se puede hacer en materia educativa sin el SNTE.

Este experto es el que quiere hacer una escuela de alto desempeño; y ahora usted comprende por qué había que echar fuera un conjunto de saberes, acto ignorante frente al cual la sociedad ha protestado de mil maneras.

Pero ese rosario de corruptos ignorantes, por supuesto, nunca han tenido un poder propio. Todos los capos nombrados han acabado en los suelos, derribados por quien les prestó el poder corrupto, el capo mayor de los sucesivos gobiernos.

Lo saben los partidos; pero como en la política mexicana, como en la guerra, todo se vale, en el último tramo uno tras otro han batido corrupción con la pala en la mano de la inenarrable desde abril de 1989, por obra y gracia de Carlos Salinas. Lo sabe la sociedad –nadie más desprovista de legitimidad social que la innombrable–, pero se halla inerme frente a poderes que no controla.

El SNTE es una gigantesca pústula de las muchas que arrastra el Estado mexicano. De ahí la necesidad imperiosa de una reforma del mismo que corrija las instituciones de gobierno, buscando expresamente limpiar las montañas de corrupción, a la manera en que en su sexto trabajo Hércules limpió toda la mierda acumulada en los establos de Augías.