Opinión
Ver día anteriorLunes 5 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
¿La fiesta en Paz?

¿Honrar a la mujer?

S

iguiendo la democratizante lógica de que lo que hace grande a un país es la participación de su gente (independientemente de qué piense, le faltó agregar a la frasecita), entonces lo que hace grande a la fiesta de toros de este país es dar corridas sin ton ni son, independientemente de lo que se logre y desde luego sin la participación del público, harto ya de tanto amateurismo empresarial.

Ayer, en el coso de Insurgentes hicieron el paseíllo una malagueña, una moreliana y una meridense, tres toreras que, dadas sus cualidades y posibilidades de alternar en el ruedo con matadores, merecían otro trato de esta y del resto de las pasmadas empresas taurinas del país. Haber vuelto en la misma terna del año pasado, en otro cartel machista pero en honor del Día Internacional de la Mujer, muestra de cuerpo entero la menguada imaginación del Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje (Cecetla), con sede permanente en la Plaza México.

En un principio se anunció también a la rejoneadora portuguesa Ana Batista, que logró colarse en una de las corridas de aniversario, pero por algún motivo no participó en esta sexista función que, para variar, registró una pobre entrada, con las barreras semivacías. Y si al desalmado cartel se añade otro encierro soso, disparejo de presentación y descastado, quiere decir que el proceso de desmantelamiento de la tradición taurina de México prosigue sin obstáculo alguno.

¿A quién se le ocurrió honrar así a las toreras cuando los carteles femeninos no interesan? Un flaco favor les hizo la empresa reuniéndolas de nuevo pues haberlas incluido en carteles con matadores habría sido más interesante, no porque ellas no compitan entre sí, sino porque en un cartel con ambos géneros el riesgo aumenta: ante el toro y ante la eventualidad de ser bañado por una alternante.

Con 13 corridas el año pasado y ninguna este, la también abogada Hilda Tenorio desplegó con su segundo un arte capotero que ya quisieran varios figurines –esa zapopina quieta y precisa, privilegio de unos cuantos– y, antes de que se parara el prometedor toro, ese péndulo y la vitolina engarzados con los derechazos, fueron todo un poema. Las gaoneras de mano baja de una embarullada Lupita López –sólo 10 corridas en doce meses–, allí quedaron para ver quién las mejora. Mientras que la más puesta, Mari Paz Vega –21 tardes en el mismo lapso–, se vio precavida y ensimismada.