Opinión
Ver día anteriorMiércoles 29 de febrero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Isocronías

Respirar un habla

L

aura Solórzano ha publicado en Toluca, en la ciudad de Guanajuato, en su natal Guadalajara y en algunos lugares de Estados Unidos que no he tenido el cuidado de precisar; se le encuentra en diversas antologías aparecidas en el país e internacionalmente. Es una de las poetas más interesantes –pero no nada más– de su generación.

Su libro Lobo de labio ha sido traducido al inglés (Lip Wolf). Ella misma es traductora, y aunque como escritora se dedica fundamentalmente a la poesía estudió psicología y artes visuales. Ignoro en qué medida, mas no que en ambos ámbitos ejerce. Su Boca perdida (2005) es uno de los mejores títulos mexicanos que recuerde. ¿Se la conoce mucho? No lo sé, pero no lo creo. ¿Se la reconoce? Tengo la impresión de que, entre sus pares, en efecto.

Laura sabe escuchar. Frecuenta juegos de palabras, por lo general aliterantes y relativos a las iniciales sílabas de las palabras, que dejan la impresión de tener más que ver con un bien que lúdico muy atento sentido de la escucha. ¿Habla por hablar? Habla por escuchar. Por escuchar qué, entre jugando y no, le dice el habla. Pregunto al poema por el pasado, respiro un habla, cuenta en su más reciente libro, Nervio náufrago, editado por La Zonámbula. Y continúa en el verso siguiente: ¿Un ramo de rimas irreales que sólo ronronean?

Más adelante: ¿Es una historia/ el lugar donde paseo mi pensamiento con un prisma de palabras/ y la razón se rompe? Escucho su voz de rimas reales/ que riegan su savia por la rompiente...

Suele poner Solórzano sus títulos entre paréntesis, como si dubitara sobre si los textos deberían o no llevarlos, y anotarlos en minúsculas. Veamos, en parte, (adiós): Fuimos a ponerla dentro de una caja y la dejamos allá (en el jamás del jardín) y cerramos el cerrojo de metal y dejamos allí su cuerpo y a ella que era ese cuerpo, porque ya no respiraba, mi padre le puso flores en el vestido blanco y él (que no tenía otros ojos más que esos) le tocó la mano y la detuvo allí un momento más, mirando el modo en que sus cabellos ya no temblaban... [y cuando] cerró la caja (nuestro follaje agitado alrededor de él) supimos lo que es un final y cuando ese final se cierra y cuando el adiós triunfa sobre todo lo demás, comprendimos (como si entonces pudiéramos comprenderlo) que nunca volveríamos a verla.