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A la mitad del foro

El discurso del método

M

e curo en salud. No es un memorial de textos para lucimiento biográfico, ni del riesgo de algún desliz para solaz de quienes hurgan en las entrañas de las aves y reniegan de los oráculos cuando advierten de inminentes caídas o milagrosas conversiones al filo del abismo, ni de Erasmo de Rotterdam ni del método que trajo a cuento Alejo Carpentier. En todo caso, habría que acudir al Elogio a la locura. O simplemente renunciar a la razón y aceptar que el vuelco finisecular no nos depositó en el tercer milenio, sino que nos devolvió al siglo XVI.

Felipe Calderón viaja y habla, hace el recuento de logros y festeja la magia del poder ejercido; llega a derramar una furtiva lágrima al responder a la gratitud de los pobres por la palabra empeñada y cumplida. Sin llegar al desgarrador lamento de José López Portillo al pedir el perdón de los pobres desde la más alta tribuna de la Patria. Los pobres se multiplican. Pero esos son otros López. La despedida de Felipe Calderón no alcanza todavía a definir el rumbo, ni siquiera si habrá retorno a Ática. Michoacán quedó en la bruma del ensayo ilustre de instaurar un consejo de notables y designar gobernador a un ciudadano rico y distinguido, para evitar el riesgo de encender una chispa de confrontación partidista entre las armas de destrucción masiva que esgrimen algunos de los que han desplazado a las instituciones del poder constituido.

Sesenta días de travesía triunfal. Entre lágrimas y risas. Pero sin perder el paso ni el tiempo que se fuga. Los malos impidieron la victoria de la hermana mayor en Michoacán. Gustavo Madero tiró la piedra y su jefe decretó el estado de alarma. La elección, como casi todas las de la transición en presente continuo y el infantilismo democrático, se resolvió en tribunales. Fausto Vallejo es gobernador constitucional de estado. Pero la piedra dejó el trazo de círculos concéntricos en el fango del proceso electoral, del recurso del método, de la sinrazón de Estado. Y el de la gira montó un caballo tordillo para conmemorar la Marcha de la Lealtad, después de escuchar la voz militar que advertía la amenaza del crimen organizado a la seguridad nacional. Al paso, sobre un tordillo, sin que nadie recordara que no es lo mismo atrás que en ancas; sin que el jinete dijera adiós a las armas.

Faltaba la reunión con representantes del poder de facto, con banqueros del país que se quedó sin intermediarios financieros propios. Ahí, en privado, con 700 comensales, o algo más, Felipe Calderón, titular del supremo Poder Ejecutivo de la Unión, decidió compartir el secreto del celestial avance de la candidata del PAN, de su partido, en el proceso electoral. Y mostró una gráfica, una encuesta, la maqueta del discurso del método en que el oráculo señalaba que doña Josefina Vázquez Mota estaba a cuatro puntos de distancia de Enrique Peña Nieto, candidato del PRI. De Andrés Manuel López Obrador, nada, como si en verdad fuera posible el secreto compartido por 700 y tantos operadores financieros. Y en los mentideros políticos las encuestas fueron el tema, no la violación flagrante de la ley y el salto al vacío del que se despide.

Quizás porque estamos en vísperas de recibir al Papa en León Guanajuato, al pie del Cerro del Cubilete; visita en la que a cada paso se rememorarán las palabras y los hechos de Karol Wojtyla, de Juan Pablo II, quien se despidió con el enigmático: Me voy. Pero no me voy. Y el día siguiente de violentar la norma legal y fortalecer la fractura del sistema plural de partidos, de conducir a la marcha de sonámbulos a la confrontación, a polarizar el sistema político, a riesgo de paralizarlo, Felipe Calderón se puso la banda tricolor al pecho, presidió en la Plaza de la Constitución la ceremonia del Día de la Bandera, y ante los representantes de los otros dos poderes, el mando militar y la tropa, dijo: ... es fundamental que, en nuestras acciones, los gobiernos despejemos cualquier suspicacia (...) Como Presidente de la República actuaré estrictamente apegado a la ley, velando por el buen desarrollo del proceso electoral.

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El presidente Felipe Calderón durante la conmemoración de la Marcha de la Lealtad, el pasado 9 de febreroFoto Marco Peláez

Un Padre Nuestro, 10 Ave María y no peques más. Porque también la jerarquía católica viola la ley, llama a no votar por unos y a votar por otros candidatos y partidos. Y en la Secretaría de Gobernación los funcionarios empeñados en obstruir para destruir al Estado laico, anuncian que instruirán a las iglesias (en cuidadoso plural), asociaciones religiosas, para que promuevan entre sus feligreses el derecho al voto libre, secreto y universal. Con la Iglesia hemos topado. Las izquierdas, los huérfanos del priato que se decía heredero de la Revolución, guardan discreción extrema ante la intromisión de la clerigalla. De hinojos ante el discurso del método, inclinan la frente porque todos los días son Miércoles de Ceniza. Los jacobinos trasnochados se van a la cama tempranito.

La gira triunfal de Felipe Calderón seguirá haciendo ruido, a pesar del voto de silencio y del acto de contrición con que se declaró demócrata por vocación y de tradición. Enrique Peña Nieto aprovechó el exceso para hacer un llamado a no dividir a los mexicanos. Andrés Manuel López Obrador se negó a hacerle el juego al PRI: Son lo mismo, dijo, es el PRIAN. Y Josefina Vázquez Mota expresó con devoción que el presidente Calderón es un demócrata. Tanto el PRI como el PRD presentaron denuncias ante el IFE. En la Cámara de Diputados resonaron tambores de guerra, pero la bancada panista hizo mutis, se ausentó en espíritu del pleno y se suspendió la sesión por falta de quórum. Un parlamento en el que el debate se reduce a intercambio de ofensas y descalificaciones, en el que los del partido en el poder abandonan la plaza y queda en el vacío el eco de un coro que repite: Cobardes, cobardes, cobardes. . .

Pero ya se desgranan las candidaturas a diputados y senadores. No hace falta hacer precampaña, irse a retiro espiritual y no hacer proselitismo durante la intercampaña, exponerse a gesticular ante los votantes potenciales y escuchar los lamentos de una mayoría marginada, sin empleo, hundida en la pobreza, con hambre y al borde de la hambruna; para colmo, víctimas de la delincuencia y de la guerra contra el crimen organizado; de un sistema de justicia que entierra los cadáveres sin identificarlos, sin rastro alguno de investigación, de proceso alguno. Tampoco hay censo de los desaparecidos en el caos anarquizante que hace hablar de Estado fallido para no aceptar la ausencia del Estado.

Del cambio de las tristes cárceles de antaño, donde no se castigaba al criminal, se castigaba la pobreza, por el horror del imperio del dinero y del miedo en la aglomeración de procesados y sentenciados; de pobres diablos y criminales empedernidos, vencedores en el combate entre la barbarie y la civilidad. No hace falta, los favoritos de palacio a las listas de plurinominales, mientras en el penal de Apodaca, Nuevo León, uno de los 30 fugados es atrapado al ser descubierto entre los restos incinerados de los 44 masacrados.

Dicen que el primero de abril tendrá que callar Felipe Calderón Hinojosa. No lo creo. Queda siempre el recurso de consultar al oráculo, de dar a conocer en privado las lecturas de los arúspices. Cosas del discurso del método, que anuncia dos debates entre cuatro candidatos que ahí nada dirán. Primero la Cuaresma, luego Semana Santa y a ver quién va adelante cuando empiecen a hablar. Y a ver si hay quién lo alcance.