Opinión
Ver día anteriorLunes 20 de febrero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
El hechizo de Manzanares
S

entir el toreo es un don que decía don Joaquín Vidal, el famoso cronista español. José María Manzanares vaya que lo sentía y generaba en mí en cada lance a los toros de Hamdan un buqué distinto que despertaba infinitas sucesiones de imágenes, perturbadoras embriagueces e indecibles recuerdos de otras épocas del toreo acompañados de una sensualidad que sólo se da en los cosos taurinos. El torero alicantino de los aromas fue en su torear la tarde de ayer como los sueños que nos transportan al paraíso siempre fragante de esos jeroglíficos de la vida sexual.

El toreo de Manzanares fue magia pura que elevaba el espíritu como las alas del infinito. Sol que era lejanía sin límites después de la época de frío que hemos padecido en la ciudad de México, inquietud sin término, perspectiva ideal, lances delirantes, alucinaciones toreras.

Misterioso encanto del torero, principescamente vestido en su toreo con el capote en el que dibujó una media verónica al toro de regalo, que me dejó en el alma una huella que será inolvidable. En la misma forma sus verónicas o someter al toro en el capote que no lucían tanto por la debilidad de los novillones de Hamdan.

Toreo tan penetrantemente dulce y aniquilador como los ojos de esa mujer que estaba cerca de mí y tenían el sello de la condenación. Manzanares ha llegado a una madurez que le da esa relajación y lanceo que se vuelve tan natural e innovador, a más de espiritual que lo hace ser actualmente el torero más cotizado en el orbe taurino. Lleno de esa profunda y desvanecedora embriaguez oriental que heredó entre las olas del mar Mediterráneo.

Lástima que los toros de Julio Hamdan, para no variar, fueron chicos, débiles, descastados y recibiendo un piquetito por puyazo. Evidentemente bobalicones y sin transmisión. Con un poco más de fuerza el sexto de la tarde que le permitió a Joselito Adame emocionar al público, y en especial a sus paisanos de Aguascalientes, que al son de la canción Pelea de gallos le coreaban todo y obligaron al juez a darle dos orejas. Nuevamente la pachanga del torito de regalo a El Zotoluco en tarde en que tuvo al santo de espaldas y Manzanares que refrendó su estética taurina y su capacidad de estoquear a los toros recibiendo. Se llevó una oreja que era innecesaria, o las dos y el rabo, su toreo es más mucho más que esos retazos de toro.