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¿La Fiesta en Paz?

Homenaje a Óscar Realme, otro fino torero desaprovechado

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ace unos días, en la siempre taurina Casa de Coahuila AC, presidida ahora por el licenciado Héctor R. Villarreal y con el entusiasmo del profesor Ismael Fuentes, presidente de la Peña Taurina Asoleada de Saltillo, se efectuó un sencillo pero emotivo homenaje al matador de toros Óscar Realme, aquel finísimo torero que llenara de arte y de esperanzas a la afición sensible de México y España, pues en ambos países triunfó, en los años 60 del pasado siglo.

Con la vertical sobriedad que caracterizó su tauromaquia y caracteriza su personalidad; con la mirada escudriñadora de quien siempre supo que las apariencias engañan, y conservando intacta la poblada cabellera de adolescente y la esbeltez de su figura como si fuera a torear mañana, el matador agradeció a los organizadores y a la nutrida asistencia ese reconocimiento, cuando la fiesta de México se encuentra sumida en la desmemoria más lamentable.

Nacido en Saltillo, Coahuila, el 8 de agosto de 1935, Realme se presentó como novillero en Zapotiltic, Jalisco, el 3 de enero de 1954, cortándole una oreja a un novillo de Cerro Prieto, pero es hasta el 18 de agosto de 1957 que debuta en El Toreo de Cuatro Caminos –hoy un terreno baldío a la espera de nuevos centros comerciales– con el andaluz Juan Gálvez y Enrique Aguilar.

Fue tan refinada e impactante la manera de interpretar el toreo de Óscar Realme que a pesar de haber dejado vivo uno de sus novillos, el público capitalino quería llevárselo en hombros. Otras tres tardes regresaría a ese coso, decisivo en la formación de muchos toreros en la segunda mitad de la centuria anterior, siendo gravemente herido en la ingle izquierda por un novillo de Zacatepec, el 13 de octubre.

Se presenta por fin en la Plaza México el 7 de agosto de 1960, y no obstante la gran calidad de su tauromaquia el empresario Alfonso Gaona lo pone con un duro encierro de Tepetzala. Regresa a la monumental hasta el 18 de diciembre siguiente, ahora con reses de Santín. Vuelve al coso de Insurgentes casi un año después, el 15 de octubre 1961, en la primera de siete tardes, las más con reses a contraestilo como fueron Zacatepec, Zamarrero, Santín, Viuda de Franco o Valcerrajas. Lo de siempre aquí: si un torero interesa y puede llegar, a estorbarle.

En 1962 Realme marcha a España y el 15 de abril inicia su campaña en Palma de Mallorca. Se presenta en Las Ventas el 26 de agosto, cortándole la oreja a su primer novillo, de la ganadería de Aleas. Su excepcional estilo y un valor sin aspavientos le permiten actuar con éxito en otras plazas de importancia, como Barcelona, Valencia, Zaragoza y San Sebastián, acumulando nueve tardes. Por el gran ambiente dejado regresa a la Península en 1963 y torea 15 novilladas y dos corridas, incluida su alternativa en Oviedo el 21 de septiembre, con un encierro de Atanasio Fernández, Diego Puerta como padrino y atestiguando Manuel Benítez, El Cordobés. Dio vuelta en su primero y salió al tercio en su segundo, y la fractura de un dedo de la mano derecha. Al día siguiente confirma en Madrid de manos de José Martínez Limeño, y de testigo José Ma. Montilla, con ganado de Francisco Ramírez.

El hubiera no existe, pero quienes siguieron de cerca las exitosas campañas españolas de Óscar Realme sostienen que no debió regresar a México ese 1963, donde el doctor Gaona, fiel a sus antipatías, le dio la oportunidad de confirmar en la Plaza México el 5 de enero de 1964, con un encierro de… La Punta. El de la ceremonia, Señorito, le infiere dos cornadas en el muslo derecho, lesionando además los ligamentos de la rodilla, quedando la corrida en forzado mano a mano entre Jaime Rangel y Manuel García Palmeño.

La confirmación se pospuso hasta el 13 de diciembre siguiente –11 meses en los que toreó una sola corrida, en Torreón, cortando las dos orejas a un bravo toro de Ibarra, en memorable tarde con el catalán Joaquín Bernadó y el colombiano Pepe Cáceres–, cuando Jaime Bolaños le cedió al toro Chamacón, de Zamarrero, en presencia de Benjamín López Esqueda, quien también confirmaba. Sería la única actuación de Óscar como matador de toros en la Plaza México.

Luego, el divisionismo entre los matadores, entonces fomentado por la empresa Demsa y su nefasto operador, el gusano beisbolero Ángel Vázquez, más la tradicional falta de apoderados profesionales en México, hicieron que el fino y prometedor torero Óscar Realme concluyera sus estudios de economía. Le hice más falta a la fiesta que la fiesta a mí, pueden ser las palabras de otro torero desaprovechado por la tradicional mediocridad taurina que nos cargamos.