Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 12 de febrero de 2012 Num: 884

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Casanova, libertad
y transgresión

Vilma Fuentes

Reflexiones de un
crítico creador

Ricardo Yáñez entrevista con Sergio Cordero

Efraín Bartolomé canta
Juan Domingo Argüelles

Los usos del lenguaje: nombrar para dominar
Clemente Valdés S.

Ígneo
Raquel Huerta-Nava

Musil, El hombre sin atributos y el filisteo burgués
Annunziata Rossi

Pasolini, pasión de poeta
Rodolfo Alonso

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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Esa cosa

El pasado jueves 2 de febrero, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (es decir, una de las cientos y cientos de academias cinematográficas que, repartidas en el mundo entero, deberían impedirle a Todomundo decir “La Academia” cuando se refiere a la hollywoodense), AMACC por sus siglas, en conjunto con la Sociedad Mexicana de Directores y Realizadores de Obras Audiovisuales, emitieron un comunicado que es, simultáneamente, pregunta, denuncia y exigencia, a todo lo cual el juntapalabras responsable de este espacio se suma sin ambages, y le suma un par de asuntos de su propia cosecha. En resumen, se trata de lo siguiente:

Uno. Saber con exactitud qué es, desde cuándo existe y para qué fue creada una cosa que lleva por nombre Conaculta Cine. Añádase: quiénes la integran, cuántos son, cuánto cobran, quién los nombró, bajo qué criterios...

Dos. Que con independencia de que todo lo anterior sea debida y prolijamente respondido, se explique la “necesidad” de haber creado y estar manteniendo –con dineros del erario, desde luego– una entidad gubernamental clara e irrefutablemente innecesaria, toda vez que existe algo llamado Instituto Mexicano de Cinematografía, orgánicamente dependiente del propio Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Tres. Dar explicaciones no sólo verbales, sino sobre todo documentales, de los procedimientos y los criterios bajo los cuales entre 65 y 75 millones de pesos le han sido asignados/entregados a una producción cinematográfica titulada Morelos, misma que a consecuencia de no se sabe qué privilegios/componendas/caprichos/”órdenes de arriba”, no tuvo que pasar por los variados y nada sencillos filtros que cualquier otra producción mexicana debe enfrentar cuando busca hacerse con recursos surgidos del Fidecine, el Foprocine y/o el Eficine.

Cuatro. Que se aclare, y acto seguido se distribuyan los recursos de muy otra manera, cómo y por qué esa cosa llamada Conaculta Cine dispone –por decir el promedio de las cifras arriba citadas– de 70 millones de pesos, es decir tres veces y media los 20 millones que, por ley y como máximo, puede obtener una película a través del Eficine, o lo que es lo mismo, ¡siete veces! los diez millones que un proyecto puede recibir vía Fidecine o Foprocine.

Quinto. Que se sepa, sin atoles con el dedo tipo “clasificar” información, quién y bajo qué criterios le asignó tan faraónico presupuesto a esa cosa llamada Conaculta Cine –cabe suponer que, para no desaparecer por simple incapacidad operativa, dispone no sólo de esos 70 millones– y esa cosa, a su vez y por sus puras pistolas, sin concurso de por medio, en lo oscurito, le entrega a una sola entidad productora, para una sola cinta, el equivalente a los apoyos oficiales para cine disponibles en todo un año.

Sexto. Que se diga, también sin eufemismos ni medias verdades que son mentiras completas, si es verdad que existen otros dos proyectos, titulados Colosio y 5 de mayo, respectivamente, que como la tal Morelos serán hechas pasar por la puerta de atrás y serán pagadas, puede que con semejante largueza, por esa cosa llamada Conaculta Cine.

Séptimo. Que quienes han formado o forman parte de la tal Morelos tengan el valor de darle la cara a la comunidad profesional y artística a la que pertenecen, y explicarle a ellos, sus colegas, qué se siente ser parte de un acto que quizá no configure ilícito alguno –es imaginable que en Conaculta ya se preparan subterfugios y explicaciones burocrático-orgánicas-legales de toda suerte–, pero que sin más vueltas es una franca traición a su propio gremio, por cuanto supone la aceptación de un privilegio, y encima de todo, emanado de algo tan despreciable como un vil acto de autoridad, algo así como “quiero que esa película se haga, y se haga ya” dicho por Alguien a quien debe obedecerse so pena de perder la chamba o ser vetado.

Para quien no lo recuerde, todo lo anterior configura una simple y desastrosa vuelta a un pasado que, por lo visto, no es tal sino un triste presente. Estas maneras, las de la opacidad, la arbitrariedad, los compadrazgos y las complicidades varias, fueron el sello característico de los apoyos estatales a la cinematografía en una de las épocas de más funesta memoria en México. No es alarmista decirlo: es alarmante que algo así esté sucediendo, y que una pachorra gemela, entre otras, de esa otra que quiere dar por hecho el regreso del PRI al Poder Ejecutivo, haga a Unosyotros decir algo por el estilo de “pos así somos los mexicanos, qué le vamos a hacer”