La cátastrofe del agua en
México sólo la explican las
políticas que impuso el TLC


foto: JESÚS VILLASECA

Andrés Barreda

La crisis creciente del agua en el continente americano, afecta a todo el mundo pues es la principal reserva hídrica del planeta. No obstante, eso no basta para explicar lo que ocurre en México. Aquí la devastación es desaforada y única en dos rasgos.

Primero, la cantidad de pérdidas de ríos, acuíferos, bosques de agua, glaciares, que provoca más y más estallidos de conflictos en más lugares del país. En ningún otro lugar de América Latina el Tribunal Latinoamericano del Agua (TLA) (el único tribunal ético sobre la materia en el mundo) ha tenido que atender tantos casos. Segundo, la naturaleza de la catástrofe sólo la explica la política hídrica que impuso el TLCAN, que organizó un uso del agua sistemáticamente discrecional, depredador, corrupto, falsamente remediador (por privatizante y lucrativo); un uso excluyente que a su vez impuso un ocultamiento de la información estratégica (con “confidencialidad” pero con venta de datos), y una criminalización rigurosa de cualquier signo de resistencia social.

En México el libre comercio promovió políticas de uso depredador de los recursos naturales. No sólo el agua. También las tierras, biodiversidad, minerales y fuentes de energía; de los recursos humanos y los territorios. Se reformaron innumerables leyes en favor del uso irresponsable del agua por parte de las transnacionales de la extracción minera, petrolera y del gas shale, de las industrias (automotriz y aérea, maquiladoras, electroinformática o textil) que matan ríos completos; las empresas de agricultura y ganadería con químicos y transgénicos, sea en megagranjas o en megaplantaciones dirigidas a la agroexportación (de hortalizas, frutas, aguacate, mariguana o agrocombustibles). Más la excepcional destrucción de los bosques mexicanos.

Pero también predan el agua las empresas constructoras, comerciales y de servicios (la urbanización salvaje), con negocios ligados a la generación de masas descomunales de basura, la construcción privatizada, extendida y especulativa de microviviendas con obsolescencia programada, la deforestación y descampesinización para construir carreteras y aeropuertos y expandir la frontera urbana, construir miles de nuevas gasolineras, cientos de nuevos clubes de golf, privatizar y construir con despilfarro megaplantas de tratamiento de aguas, y mega o minipresas hidroeléctricas.

Son impensables los niveles de sobreexplotación de acuíferos, la contaminación de todos los tipos de cuerpos de aguas, el envenenamiento y las masivas enfermedades degenerativas, el descenso en los niveles de los acuíferos, la sequía de ríos, que difícilmente se observan con tal expansión e intensidad en otros lugares del mundo. Estas implacables actividades destructivas de los recursos hídricos son consideradas estratégicas para el éxito y prosperidad de las políticas de libre comercio.

México se encuentra dentro de la franja planetaria de países que se espera padezcan más el colapso climático —por tormentas extremas, huracanes, inundaciones, sequías y ondas de calor asociadas a hambrunas, deslaves en pueblos apartados, quiebre de infraestructuras. Es sabido que el libre comercio castiga muy desigualmente a los diversos países del mundo.

Pero lo que casi nadie quiere notar dentro y fuera de México es el modo combinado en que el calentamiento global y el libre comercio ya castiga al país.

Tal devastación es para las empresas una oportunidad de facilitar el despojo o la venta de tecnologías especulativas de “adaptación” y “mitigación”. El despojo del agua en México es valorado por los privilegiados globales como arma para el despojo final de tierras y territorios que los resistentes ejidos y comunidades indígenas de México se niegan a entregar.

El uso del agua no es un problema entre otros. Aunque el Panel Internacional sobre Cambio Climático y las redes ambientales de los gobiernos se cuidan de no hablar del asunto, la crisis del agua es el punto donde el cambio climático ya mata a miles de personas y muy pronto matará a millones de personas. Se habla mucho de las guerras geopolíticas del agua, cuando debería hablarse de políticas de exterminio hídrico de esa población que el capital mundial considera sobrante.

México es un doloroso laboratorio del que otras naciones deberían tomar nota, escuchando la demanda que la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales va a realizar dentro del TLA contra el gobierno mexicano por usar su política hídrica como un medio torcido para destruir la soberanía, entregar las riquezas a los grandes dueños del dinero mundial y castigar a la población nacional.