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A mi madre la fusilaron en 1936; yo tenía 6 años, declara testigo de la defensa de Garzón

Tribunal español escucha por primera vez testimonios de víctimas de Franco

Desentierran en Sevilla 15 cuerpos de las 17 rosas de Guillena; todas tienen el tiro de gracia

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El juez Baltasar Garzón al abandonar el pasado martes el Tribunal Supremo, en Madrid, donde es procesado por el delito de prevaricaciónFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 2 de febrero de 2012, p. 27

Madrid, 1º de febrero. A mi madre la fusilaron en 1936, con otros 27 hombres y tres mujeres. Yo tenía seis años y desde entonces he removido mar y tierra para encontrarla y enterrarla con dignidad, explicó ante el Tribunal Supremo María Martín López, de 81 años, con con voz gastada y dificultades para andar.

Este es el primer testimonio que se escucha en una sala de tribunal español sobre los crímenes perpetrados durante la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), que condenó a la fosa común, al exilio y a la muerte a cientos de miles de personas.

El órgano judicial español escuchó el primer testimonio de una víctima de la represión franquista en el juicio contra el juez Baltasar Garzón, el único magistrado que decidió investigar las denuncias que llegaban con periodicidad sobre estos crímenes y que ningún tribunal se atrevía a dar cauce.

Garzón es acusado de prevaricación por el sindicato ultraderechista Manos Limpias que pide 20 años de inhabilitación al magistrado, a pesar de que la propia fiscalía del Estado está en contra de la instrucción.

María Martín es uno de los tres testigos que presentó la defensa de Garzón para fortalecer su versión de que decidió investigar las denuncias por la gravedad de los delitos y porque éstos entran en la categoría de lesa humanidad, por lo que aplica la jurisdicción universal, tal como lo admitió la justicia española en los delitos que el acusado investigó de las dictaduras de Chile y Argentina de los años 70.

María contó que desde que mataron a su madre quedó marcada, aun cuando sólo tenía seis años y dos meses. Un castigo habitual que sufrió por parte de los falangistas era que la llevaban a rastras a la iglesia o al cuartel de la Guardia Civil y ahí la obligaban a ingerir aceite de ricino y guindillas (una especie de chile de gusto amargo y muy picante).

Desde que se reinstauró la democracia, María se ha empeñado en abrir la fosa común donde reposan los restos de su madre para darle sepultura de forma digna. Todos en el pueblo sabemos que están al lado del arroyo, arriba del puente. Aunque ahora han hecho una obra y han echado tierra. Pero ahí están y ningún juez ni tribunal nos han permitido recuperar a nuestros muertos.

Así que ni Garzón ni yo hemos hecho algo malo. Y esta es la primera vez que lo veo, sólo lo había visto en televisión.

Después compareció la madre de Pino Sosa, una canaria que recordó el último día que vio a su padre con vida: vinieron por él y por otro, los apalearon y se los llevaron. Hasta el pan y la sal sacaron de nuestras casas. Denunció la negligencia de la justicia española para dar respuesta a sus históricas reivindicaciones.

El Tribunal Supremo tomará declaración a más testigos de la defensa, mientras continúan los gestos de apoyo a Garzón de familiares y víctimas de la represión, que tildan el juicio de político y de fruto del pasado franquista que sigue muy vivo en España.

Mientras, en un muro del viejo cementerio de Gerena, en Sevilla, arqueólogos desenterraron los restos de 15 de las llamadas 17 rosas de Guillena –abuelas, madres, hijas y nietas de republicanos– que fueron ejecutadas por motivos ideológicos.

Según los restos encontrados, los franquistas las habrían acribillado; todas presentan el tiro de gracia. Los restos de las dos que faltan por encontrar estarían bajo los huesos de sus compañeras, según el arqueólogo responsable de la excavación, que prevé concluir la exhumación la próxima semana.

El antropólogo Juan Manuel Guijo explicó que sin duda, todos los restos son de mujeres.