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Disquero
Del amor en los tiempos del barroco
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Periódico La Jornada
Sábado 14 de enero de 2012, p. a16

Eros y Psique; la Belleza; la voluptuosa perfección y paz que dota la Naturaleza. La puesta en marcha de la expresión de estados emotivos y el desencadenamiento de pasiones del oyente.

Entre otros emblemas, los anteriores elementos conformaron herramientas para edificar catedrales sonoras durante siglos.

Lo que hoy se conoce como música barroca asemeja el paisaje que dibuja Marcel Proust cuando, sobre la percusión de los cascos de los caballos, el bajo continuo de las ruedas de la carreta y el trinar de aves, voltea la mirada atrás y observa una antigua ciudad, su punto de partida: un bosque en lugar de árboles, iglesias, casas, catedrales. Avanza Proust en su carreta sobre la vereda mientras esa música crece, crece, crece.

El prestigiado sello harmonia mundi trajo a México (coordenadas: Gandhi, Quevedo, señora Elsa) un hermoso disco que levanta reflexiones parecidas a las de los primeros dos párrafos de este texto.

German Baroque Songs, es el título; Annete Dasch es la soprano solista; integrantes de la Academia para la Música Antigua de Berlín, los acompañantes.

De entrada, el nombre del disco valida el interés del contenido: canciones alemanas, barrocas, populares, elementos cuyo atractivo se agiganta si tomamos en cuenta que la noción de música barroca alemana más difundida se reduce (es un decir, pues la obra de Bach es gigantesca) a un autor preponderante: Johann Sebastian Bach, seguido por Haendel, Telemann y rezagados del conocimiento público otros autores del barroco alemán de obra exquisita como Buxtehude y Schütz.

Estamos entonces con lo que se conoce como canción de arte, es decir, aquellas obras nacidas en las viejas calles, veredas, campiñas, poblaciones pequeñas por artistas gigantes que cultivaron el arte del embellecimiento de las líneas melódicas, las ornamentaciones, los rulitos y los gorgoritos, entre otros dejos fascinantes del arte barroco.

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La soprano berlinesa Annette Dasch entona 18 piezas populares maestras presentadas en una pasmosa secuencia ordenada en cinco apartados: Liebe (amor), Vergänglichkeit (penurias), Frieden (paz), Natur (naturaleza) y Glück (suerte, fortuna), que constituyen las temáticas caras del barroco, y con esos tópicos todos aquellos artistas se propusieron crear un mundo alternativo al real, pues ni paz ni amor ni fortuna abundaban todo el tiempo para las mayorías, de manera que habría que reconstruir el mundo a fuerza de metáforas, sueños, vehemencias muchas.

Annete Dasch tiene 35 años y apenas un número de discos que se cuentan con los dedos de una mano. En cambio, su trayectoria se ha perfilado en los escenarios europeos de mayor relieve, empezando por el Festival de Salzburgo. Entre esos discos figura uno dedicado a Mozart que es una auténtica maravilla. Su presencia, de hecho, incomoda a algunos operópatas a quienes no les agrada la manera como ella acomete los pasajes de coloratura (ese territorio del equilibrismo, la prestidigitación y las altas velocidades y agudos). En este disco, mientras tanto, los méritos se distribuyen de manera democrática entre ella, los músicos que la acompañan y sobre todo el trabajo de producción que nos brinda ejemplos magníficos, tan poco conocidos como esclarecedores de lo que es la matriz popular del barroco, que en pleno siglo XXI mantiene una vigencia formidable. A la necesidad humana de crear en la mente paraísos mientras el mundo se derrumba, se le encarama, siempre, la Belleza, y su expresión más decantada: el Amor, que siempre salva.

Psique y Eros cantan.

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