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La escritora habla de su novela más reciente

Guadalupe Nettel comparte un pedazo de entraña

En el libro El cuerpo en que nací, la autora hurga en las heridas y cicatrices de la infancia

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Guadalupe Nettel, en el Centro Cultural Bella Época, durante la lectura de fragmentos de su libro más reciente publicado por el sello AnagramaFoto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Sábado 14 de enero de 2012, p. 6

La decisión de publicar la novela surgió hasta que la vio terminada. Antes casi todo había sido una duda inmensa, la única certeza era que debía contar esa historia. Y no era para menos, esta vez había hurgado más que de costumbre en su propia vida, en especial en su infancia y adolescencia.

Pero ambos temas, junto con cierta carencia visual de la protagonista, no son todos los asuntos que Guadalupe Nettel (1973) aborda en su reciente libro, El cuerpo en que nací (Anagrama), una historia autobiográfica en la que además aparecen, como ella misma recuerda en entrevista, la descripción de los años 70 en la ciudad de México.

Aparecen las locuras que traía la generación de mis padres y de los padres de mi generación, que fue justo después de la revolución de 1968, en la que los jóvenes de esa época querían dejar atrás todos los atavismos, la moral conservadora, católica; las mujeres querían experimentar su sexualidad antes de casarse, tener una profesión además de ser madres; así como el exilio y las dictaduras en América Latina.

Caos y nuevas reglas

Autora de libros de cuentos, como Pétalos y otras historias incómodas y de la novela El huésped, Guadalupe Nettel retoma un gran tema en El cuerpo en que nací:

“Ser niño con unos padres que están a mitad entre su propia educación, bastante más conservadora que la nuestra, y las nuevas reglas que ellos querían establecer. Era como un caos en el que querían dejar atrás lo que les había tocado de niños y, al mismo tiempo, no sabían bien cómo educar a sus hijos con las nuevas reglas. Se dieron cosas muy raras, como los padres que decidieron vivir en triángulo o en poligamia, o en comunas hippies.

Nettel comparte sus motivaciones literarias y personales: Creo que todos los escritores, tarde o temprano, en algún momento de su obra, regresan a la infancia, porque es ahí donde se forja el carácter y la personalidad de cada quien. Es ahí donde las primeras heridas de la vida nos dejan cicatrices bien marcadas a todos.

Cada infancia, destaca, es muy diferente. “Hay escritores de otras épocas que me gustan muchísimo, como Isaac Bashevis Singer, quien habla sobre su infancia en Polonia, de lo que era vivir con padres judíos ortodoxos. O Stefan Zweig, en una de cuyas novelas un niño cuenta su propia infancia. O Wajdi Mouawad, escritor libanés radicado en Canadá y de quien hace poco pusieron en México su obra de teatro Incendios, en la que se dice: ‘La infancia es un cuchillo clavado en la garganta’.

Y de alguna manera siempre traemos eso ahí. A veces, nada más de acordarnos de ciertos episodios muy traumáticos de nuestra niñez, podemos ponernos a llorar. Al mismo tiempo, la infancia es una fuente inagotable de anécdotas y reflexiones que pueden nutrir nuestros libros.

–Pero al igual que siempre se es el niño que se fue, también se producen cambios ya de adultos, como lo plantea en la novela. Incluso la mirada del presente al pasado quizá vea a un niño distinto.

–Sí, uno elige qué contar, qué ver y en qué detenerse. Como que hay cosas que uno, si quiere, puede olvidar o nada más obsesionarse con ciertos hechos. Cuando uno cuenta su vida, por más objetivo que se quiera ser, siempre está interpretando: por qué hicieron esto los padres, por qué pasó tal, por qué viví tal. Uno puede ponerse muy trágico o reírse de lo que pasó. Uno puede elegir entre curar y cicatrizar las heridas de la infancia o seguir poniendo el dedo en la llaga de manera interminable, para que toda la vida continúe supurando.

–El tono y la manera en que decidió narrar es como si hablara a una sicoterapeuta. ¿La protagonista abre su historia, pero al mismo tiempo es algo intimista, como si sólo se hablara a sí misma?

–Cuando escribía trataba de no pensar en los lectores. Sí fue como un acto de reflexión íntima. Y no le di a leer el texto a nadie hasta que ya estaba terminada y corregida la primera versión, a diferencia de libros anteriores. Fue como una especie de confesión. Además, dije: hasta que esté terminado sabré si voy a publicarlo o no. Pero sí necesitaba contarlo.

Entre las causas que la llevaron a publicarlo, Nettel menciona la convicción de que se trata una interpretación sobre su propia existencia. Y otra más:

Hace bien sacar cosas que parecían inconfesables y que uno guardó en silencio toda la vida. También creo que a los lectores les puede aportar algo. Eso me motiva muchísimo a escribir: sentir que doy algo a alguien, un pedazo de intimidad, de entraña. En el fondo, los seres humanos nos parecemos mucho. Aunque las vidas sean diferentes, las emociones son semejantes.