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Klaus Gutjhar asegura haber construido el modelo definitivo de ese instrumento

Los tangueros no entendieron el bandoneón: experto alemán

Los argentinos tienen una técnica de dedos impresionante, tocan en 95 por ciento abriéndolo, pero se ejecuta también con el fuelle

Sus clientes, en todo el mundo, menos en Argentina

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Durante la Gran Milonga Nacional, realizada en Buenos Aires hace unos díasFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Viernes 6 de enero de 2012, p. 6

Berlín, 5 de enero. Es un misterio en el universo de la música: pese al auge del tango, quedan sólo cuatro o cinco fabricantes de bandoneones en el mundo. El alemán Klaus Gutjahr es uno de los más prestigiosos. Y como ejemplar de esa especie en extinción se atreve con todos los mitos sobre el instrumento, el tango y los argentinos.

Los tangueros no entendieron el bandoneón, sorprende durante una entrevista en Berlín, en la que explica por qué tiene clientes en todo el mundo, menos en Argentina, y se muestra totalmente seguro de haber construido el mejor bandoneón del planeta.

Los argentinos tienen una técnica de dedos impresionante. Pero el bandoneón se toca también con el fuelle, y ellos tocan en 95 por ciento abriendo el instrumento, casi nunca cerrándolo. El tango desaprovecha medio bandoneón.

Gutjahr habla avalado por una vida entera dedicada al instrumento.

Nacido en Leverkusen en 1948, comenzó a tocar a los ocho años folclor alemán imitando a su padre, bandoneonista. Luego se formó como profesor en Berlín y en 1970 construyó su primer bandoneón.

Lo hice para mí, porque necesitaba un buen bandoneón. Entonces no había nadie en el mundo que los construyera, asegura. La situación no es muy diferente hoy: los fabricantes se cuentan con los dedos de una mano.

Sin embargo, el gran giro en la vida de Gutjahr se produjo a principios de los años 80, cuando un alumno le mostró un disco de tango. Nunca había escuchado el bandoneón tocado con esa pasión, recuerda en español fluido.

Ya en 1982 fundó el Tango Ensemble y dos años después viajó a Buenos Aires, donde trabó muy buena amistad con grandes bandoneonistas de tango, como Daniel Binelli, Julio Panne, Ernesto Baffa o Leopoldo Federico.

Entonces vio también que casi la totalidad de los músicos de tango descartan tocar con instrumentos nuevos y utilizan casi exclusivamente bandoneones de la fábrica Alfred Arnold (los llamados Doble A), cerrada hace más de medio siglo.

Leyenda del género e inspiración del tango Tristezas de un Doble A, de Astor Piazzolla, Gutjahr no duda en considerarlo un mito basado más en buena promoción que en calidad.

“Alfred Arnold fue muy vivo. No hizo el mejor bandoneón, pero fue el mejor negociante. Su instrumento tiene errores de construcción.

Faltan algunas notas y otras están repetidas. Además el sonido no tiene cuerpo cuando uno toca cerrando el fuelle. Por eso los músicos de tango tocan abriendo.

Mientras estremecía a sus amigos argentinos con estas reflexiones, Gutjahr se propuso algo aún más innovador para el mundo conservador del tango: fabricar un bandoneón tan bueno como el de Alfred Arnold, pero superando sus defectos. Y ahora, asegura, acaba de lograrlo.

Completé el teclado y reacomodé las teclas para que la distribución de notas sea más cómoda. Además no escuchas si toco abriendo o cerrando, explica.

“Mi sonido es justo, justo como el Doble A. Pero yo tengo mucho más. También tengo un pianissimo y un fortissimo impresionantes que ellos no tienen. Éste es el bandoneón definitivo.”

Gutjahr rechaza hacer reparaciones (luego uno es responsable de lo que le pasa al instrumento) y fabrica exclusivamente por encargo.

Calcula que lleva producidos unos 500 en 40 años de trabajo. Sus bandoneones tienen hoy un precio base de 4 mil 100 euros (5 mil 400 dólares).

Tengo clientes en todo el mundo... menos en Argentina, dice con una carcajada. Eso ya no me hace mal. Los tangueros dicen que no compran por el sonido, pero es por el precio. Yo dejo el negocio fuera, miento como ellos y mantengo mis amistades así.

Improvisado concierto

En su modesto departamento del barrio berlinés de Wedding, decorado con una foto de Libertella, un cuadro de la estación de trenes de Quilmes, Buenos Aires, y un atril con partituras, Gutjahr muestra con orgullo la potencia de su nuevo bandoneón tocando el tango Quejas de bandoneón y una fuga de Bach.

El improvisado concierto resume la historia del instrumento, creado como un pequeño órgano por Heinrich Band (de ahí el nombre) alrededor de 1840 en Krefeld, Alemania, llegado a Argentina con las olas migratorias de fines del siglo XIX y popularizado en todo el mundo por el tango.

Gutjahr se siente ahora parte de ese viaje. Mi camino nunca fue comercial. Yo trabajo para hacer el mejor bandoneón para mí, cuenta.

En 1990 invertí un millón de marcos (más de 500 mil euros) para comprar máquinas y materiales. No voy a recuperarlos, pero sin esa inversión no consigo el bandoneón que tengo hoy, dice mirando con amor el instrumento en sus rodillas: Ya nadie va a crear uno igual.