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El escritor vasco fue reconocido en la FIL con el Premio Tusquets de Editores de Novela

Fernando Aramburu privilegia en su narrativa el factor humano por encima de posibles temas
Enviado
Periódico La Jornada
Sábado 3 de diciembre de 2011, p. 4

Guadalajara, Jal., 2 de diciembre. La novela Años lentos, del escritor vasco Fernando Aramburu, ganador del Premio Tusquets de Editores de Novela, se desarrolla en los años 60 en San Sebastián, con el trasfondo del surgimiento de ETA durante el franquismo, pero el carril sobre el que avanza la historia es más el factor humano, la presencia de personajes individualizados, la ficción literaria, lo cual está por encima de los posibles temas.

Aramburu habla en entrevista durante un receso de sus actividades en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), y comenta sobre el galardón: El premio tiene mucho prestigio y, por tanto, es para mí un honor y una alegría recibirlo.

El fallo del jurado, presidido por el escritor Juan Marsé, destaca de Años lentos “la narración ‘dickensiana’ de una infancia” en el País Vasco, así como el paso entre recuerdo sentimental y memoria colectiva.

En realidad, aclara Aramburu, más que un tema específico lo que hay son las figuras de ficción, una familia que vive en un barrio de la ciudad de San Sebastián, donde yo nací y crecí, y hay una historia que transcurre en los tiempos en los que yo fui niño.

Esas figuras de ficción, agrega, “están afectadas por los hechos históricos de entonces y entre ellos está el nacimiento de ETA, el primer crimen que cometió. Pero también muestro vidas cotidianas durante el tramo final de la dictadura franquista.

Para mí el factor humano, la presencia de unos personajes individualizados, está por encima de los posibles temas. Las figuras centrales son los cuatro integrantes de esa familia: el padre obrero, una madre ama de casa con un carácter fuerte, una hija que queda tempranamente encinta y un hijo con pocas luces que ingresa en la organización terrorista ETA.

–Es curioso, la novela refiere el surgimiento de ETA y ahora acaba de anunciar su renuncia a la violencia.

–Todavía no se han dado los últimos pasos. En principio es un alivio, particularmente para las posibles víctimas. No es lo mismo salir a la calle sabiendo que en cualquier momento uno puede ser agredido que salir con toda tranquilidad. Hay un avance en el aspecto de la convivencia, aunque todavía estamos lejos de una paz evidente y clara.

Es un avance también el hecho de que no haya una organización que esté ejerciendo el crimen continuamente, eso eleva, instantáneamente, la calidad democrática de la sociedad, por cuanto ya los problemas o las desavenencias políticas se dirimen en los parlamentos y no a tiro limpio.

–Otro tema importante es el renacimiento del euskera. Hay una creciente industria editorial, mucha literatura, incluso con premios nacionales e internacionales.

–Si comparamos la situación del euskera de los años de Franco a la situación actual, es evidente que se ha evolucionado a una dimensión muy positiva. También es obvio que hay una vida literaria rica en esa lengua y con un público lector relativamente pequeño, pero fiel.

–¿Cuál es la reflexión acerca del sentimiento nacional vasco?

–La mezcla de raíces, de ciertos sentimientos patrióticos con la acción nacionalista me resulta detestable por un aspecto: para llevar a cabo ciertas ilusiones nacionalistas es inevitable discriminar o excluir a otros. Y esto, desde el punto de vista del humanismo, no lo puedo aceptar.

“No puedo aceptar que a un colectivo de personas se les corten sus lazos con sus antecedentes o con sus señas culturales. Si es una iniciativa cultural, me despierta simpatía, como fomentar el euskera o hacer un espacio cultural para manifestaciones tradicionales.