Opinión
Ver día anteriorJueves 1º de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Flechas del ángel del olvido
E

n coproducción de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, la Coordinación de Teatro del INBA y la embajada de España, se presenta esta obra de José Sanchis Sinisterra del que tenemos mucha noticia en México, tanto por las obras suyas que aquí se representan como por los talleres que imparte en nuestra nación. Es difícil no reconocer el talento del autor español con textos como ¡Ay Carmela!, El cerco de Leningrado, Ñaque de piojos y actores o El lector por horas aunque en otras obras, a mi entender, no resulte tan afortunado. Este sería el caso de Flechas del ángel del olvido, texto dirigido por Sanchis Sinisterra sobre todo a los jóvenes entre los cuales, según el autor se plantea grave carencia identitaria, febrilmente colmada por frágiles mimetismos, por pertenencias tribales y un ávido consumo de marcas. Me cuesta bastante trabajo ligar esto con lo que vi en escena, aunque el problema de la identidad persiste en ambos puntos y más trabajo aún, por mucho que le dé vueltas en mi magín, tendría para avalar las versiones de que se trata de una parábola del mundo moderno, o que el despojado cuarto del incierto hospital es una metáfora de la democracia. O bien algo pasó con mi pequeña capacidad perceptiva o no vi bien el nuevo traje del emperador, lo que podría ocurrir ante la fallida profundidad en una obra de un autor importante en la que todos desean encontrar rastros de una propuesta trascendente. A muchos nos gusta más un Sanchis que deja vislumbrar muchas otras cosas a través de lo cotidiano.

La premisa es más que interesante. En el cuarto de una clínica de la que no se dan más datos y en la que sólo hay una silla no muy cómoda, se encuentra una muchacha que ha perdido la memoria por completo y que ha sido encontrada al borde del camino, desnuda según una versión, con un traje de Arlequín según otra, asiendo una flecha de la que no desea separarse. Vigilada por una enfermera, recibe a cuatro personas que dicen recordarla, aunque cada una de ellas le da un nombre distinto –Marga, Verónica, Margarita o Celia– y un pasado diferente y se supone que en esas entrevistas cada una de esas personas se enfrenta a su propio pasado y a su propia identidad, lo que no se desprende de lo plasmado en escena. El otro escollo para el buen desarrollo de la historia es que los visitantes resultan unidimensionales y prototípicos. La hermana no es más que una hermana mayor cariñosa que recuerda a X –como han llamado a la amnésica– su deseo de ser antropóloga y su primer amor y parece no tener identidad propia ella misma. El dueño de casinos es un rufián que la prostituye entre la clientela, así ésta le ofrezca viajes y joyas. La antigua amante es una ruda lesbiana casi paródica. El enviado por la abuela es un poco el tonto del pueblo, tan ingenuo que no es para creerse.

Arturo Nava diseñó una escenografía muy inteligente que va de acuerdo al tema de la obra y consiste en un cuarto con paredes transparentes, lo que da lejanía y abstracción, que en un momento dado puede ser una cámara de Gesell con supuestos espejos al que se asoman los personajes, posibilidad que no se explota y se olvida. Ese espacio es utilizado por Antonio Algarra para dirigir –según diseño de Ricardo Ramírez Carnero– con un trazo muy límpido y apropiado pero por momentos carentes de ritmo, como la escena en que los cuatro personajes que aspiran a llevarse a X dialogan. Quizás la falla en esta escena, y también la de X y Erasmo, se debe a lo repetitivo de los diálogos que termina por cansar al espectador porque no se logra la tensión necesaria, y también la falta de sustancia de los personajes que impide que hasta el reconocido actor Miguel Flores logre uno de sus trabajos más felices. Patricia Collazo, como la hermana tiene una actuación excesivamente anticuada como de mala (ignoro si las hay buenas) telenovela, sin ninguna verosimilitud. Carmen Zavaleta muy rígida en su lesbiana sin mayores cambios o procesos internos. Patricia Imaz como X es la que logra mayores matices. Balyimore Beltrán con mala dicción al intentar hablar como pueblerino inocente y Lizette Cervantes sin problemas con su enfermera, cuya acción final poco esclarece el tema.