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Ver día anteriorLunes 21 de noviembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Reporte Económico

Crisis sistémica. Desregulación y concentración (I)

C

on la liberalización económica como bandera, la reducción y sumisión de los estados nacionales como estrategia, y el dominio económico y político del mundo como meta, el fundamentalismo neoliberal radicalizó desde los años 70 al sistema capitalista y se consolidó como el nuevo poder hegemónico en el mundo.

La versión neoliberal del capitalismo fue diseñada en esos años por la Comisión Trilateral —el sigiloso grupo integrado por los grandes ejecutivos de las principales corporaciones de Estados Unidos, Europa y Japón— e irrumpió en el mundo con el objetivo central de ampliar el espacio económico para la expansión global del capital corporativo, requiriéndose para ello 10 elementos básicos:

1) Desmantelar las estructuras proteccionistas que regulaban el comercio internacional en todas las economías, pero sobre todo en las atrasadas (que con ello hacían posible su industrialización), e implantar el libre comercio mundial.

2) Desmantelar las barreras nacionales que obstaculizaban la entrada de inversiones directas (que protegían a las empresas locales de una competencia ruinosa), y de las inversiones de cartera o financieras (reguladas para mantener control sobre los flujos financieros externos).

3) Cancelar todo tipo de controles y regulaciones cambiarias.

4) Privatizar o desaparecer a las empresas públicas, y sustituirlas por empresas privadas locales o extranjeras.

5) Sustituir a la teoría y la política económica de enfoque productivo y distributivo (la economía real) por un enfoque monetarista-financiero.

6) Restringir al mínimo la normatividad regulatoria de las empresas privadas (desregulación).

7) Neutralizar a los bancos centrales y a los organismos de regulación financiera.

8) Abatir las cargas fiscales al capital y comprimir los costos laborales: salarios, prestaciones.

9) Inutilizar o desvirtuar en términos prácticos toda la estructura institucional internacional y con ello toda posibilidad de regulación mundial.

10) Sustituir el proceso internacional en curso de una mundialización ordenada por una globalización corporativa sin límites ni obstáculos.

Tan drásticos y perniciosos cambios no podían simplemente imponerse desde el núcleo corporativo trasnacional ni tampoco por los gobiernos neoliberales de las potencias, por lo que la estrategia fue impulsar, o imponer en su caso, a una tecnocracia neoliberal afín y sumisa al nuevo modelo, que en cada país fue siendo encumbrada a los puestos estratégicos de decisión económica y financiera, incluyendo las presidencias o cabezas del poder ejecutivo y legislativo.

A principios de los años 80sla llave para doblegar a las economías periféricas fue crearles una crisis financiera casi cuadruplicando las tasas de interés para hacerles impagables los intereses de su deuda, y usando las fallas en los pagos como pretexto para cortarles la revolvencia de créditos que sostenía los niveles de deuda. Sabido es que todos los países endeudados entraron en moratoria, se les cerró el crédito, se les acusó de incumplimiento y fueron obligados a negociar con el FMI, el agente designado por el capital corporativo y los gobiernos acreedores para darles su aval a los deudores siempre y cuando adoptaran las nuevas reglas. Estas fueron aceptadas con presteza por los tecnócratas ya incrustados en los gobiernos periféricos, iniciándose así en países como el nuestro una etapa negra de involución histórica, pérdida patrimonial, desnacionalización económica, subordinación extrema, inestabilidad, bajo crecimiento, sobrexplotación y regresión social sin precedente.

El contundente éxito de ese coup d' État masivo lleva en su propia naturaleza, sin embargo, los gérmenes que delimitan su existencia. Liberar sin freno alguno a las fuerzas del mercado ha significado para las elites económicas y sus cuerpos gerenciales —públicos y privados— enriquecimiento y poder desmesurado, pero simultáneamente desató fuerzas depredadoras incontrolables que están causando estragos ya no sólo en las economías periféricas sino en las propias economías avanzadas que desde sus inicios auspiciaron al poder corporativo —asumiendo que les redituaría como una reedición moderna de la expoliación colonialista— pero que ahora ven cómo el Frankenstein que propiciaron vuelve contra ellos su furia destructiva.

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Ya golpearon desde hace años a la Rusia neoliberal y al milagro japonés; siguieron Irlanda, Portugal e Islandia; Grecia, Italia y España están en el banquillo; el Reino Unido se ha desdibujado como potencia, y Austria, Bélgica y Francia están en la mira. Hoy se tambalea tanto la Unión Europea como la propia economía estadunidense. ¿Qué ocurre?, ¿son crisis pasajeras?, ¿qué podemos hacer?

Con este Reporte y los subsecuentes trataremos de clarificar el fenómeno y aventurar respuestas a estas preguntas. Para este ejercicio de reflexión asumimos que la etapa neoliberal del sistema capitalista ha entrado en un estado de crisis estructural—sistémica— irreversible, a la que analizaremos a partir de los ejes principales que colocan su tiempo de vida en cuenta regresiva: desregulación y concentración económica, desempleo, déficit fiscal y deuda, dedicando la última entrega de la serie a conclusiones y propuestas.

Desregulación y concentración

Las normas, controles y regulaciones que el capitalismo del siglo XX fue imponiendo a la actividad empresarial no fueron arrebatos socialistas; fueron respuestas a la necesidad de atajar y encauzar los excesos propios de la dinámica del capital, su lógica de maximización de la ganancia, y su tendencia a controlar los mercados, configurar cárteles, prácticas monopólicas, evasión de impuestos, competencia desleal, abusos contra los consumidores, laxitud ética, explotación laboral, corrupción...

Sin descartar que el celo regulador se haya pasado ocasionalmente de la raya, los gobiernos europeos y también los estadunidenses establecieron redes normativas que lograron años de crecimiento, estabilidad y desarrollo social, en línea con la economía del bienestar.

Pero las regulaciones estorban a los negocios —tanto más cuanto más indignos y voraces son— y por ello había que combatirlas.

La desregulación lograda por el neoliberalismo ha sido sin duda panacea para los negocios, pero fue como un regreso a la selva, como abrir la caja de Pandora. Todos los excesos que se habían logrado controlar en el sistema han regresado —amplificados— con la desregulación.

Un efecto inmediato ha sido la enorme concentración económica en torno a los grandes corporativos globales que día a día desplazan, absorben o fusionan a innumerables empresas menores; corporativos de los que se conoce información, pero que más allá también se entrelazan entre sí bajo el control de enormes cárteles y holdings.

Para ejemplificar la magnitud de estos corporativos globales, hemos comparado el valor de sus ventas con el PIB de las principales economías nacionales en 2010 (Gráfico 1). De las 100 mayores entidades económicas mundiales, 58 son países y 42 son corporativos.

En lo específico, los corporativos financieros, ejes del capitalismo global, presentan un crecimiento explosivo. Datos de la UNCTAD indican que la suma de los activos (recursos) manejados por los 50 mayores corporativos financieros fue en 2004 de 34.648 billones de dólares (82.3% del PIB mundial) y en 2009 de 52.184 billones (90.4% del PIB).

Así, mientras en ese quinquenio el PIB mundial creció 37.2% en dólares corrientes, los activos de los 50 corporativos crecieron 50.6%, aunque sólo fue de 28.1% el empleo que generaron.

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