Opinión
Ver día anteriorDomingo 20 de noviembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Lecciones y elecciones
E

uropa vive sus horas más duras desde la Segunda Guerra. Así resumió la aspirante a canciller de hierro de Alemania su convocatoria a la Unión Demócrata Cristiana para asumir la defensa del euro y prepararse para nuevas jornadas en pos de una Europa política capaz de hacer frente a la transformación efectiva del orden económico y financiero que hoy cruje bajo los pies de unos gobiernos paralizados o en punto de fuga.

Para quien haya visto y sufrido Alemania, año cero, del gran Rossellini, la proclama de la señora Merkel puede sonar a un abuso de la hipérbole. Para los no tan memoriosos, pero atentos al turbulento devenir de esta Europa que linda con la ingobernabilidad, lo dicho por la dirigente teutona puede más bien sonar al apresurado proemio de una tragedia mayor, en la que sin guerra caliente de por medio se devaste el edificio de garantías y protección social generalizada que llevó a hablar incluso de un gran cambio civilizatorio en la propia cuna de la cultura y la política occidentales.

La posibilidad de giros aún más destructivos para el tejido democrático de la Unión no se descarta, incluso algunos llegan a hablar de un fascismo de baja intensidad que se colaría a través de los gobiernos de técnicos y héroes del ajuste draconiano que surgen de las decisiones directas de los poderes financieros, aposentados en las propias bancas centrales del viejo continente.

Las bravatas de Rajoy o las advertencias amenazantes de Monti, pueden así pretender desembocar en gobiernos de emergencia y unidad nacional para los que la equidad y la democracia bien pueden esperar a mejores tiempos o de plano salir sobrando.

No sería ésta la primera vez en que de lo provisional se busque pasar a lo definitivo, que en democracia no puede sino llevar a alguna forma de dictadura. La arena está abierta para las iniciativas más extremas o lunáticas, como lo vemos a diario en el campo de Marte de los republicanos estadunidenses.

Es en un contexto como el esbozado que tendrá lugar nuestra cita con la sucesión presidencial de 2012. El arco de arbitrariedad ilegal trazado por Fox en 2005, continuado por los dueños del dinero en 2006 y consagrado irresponsablemente por el tribunal electoral, para quien el que el Presidente haya puesto en peligro la elección y los empresarios hayan violentado la legislación electoral no requería emprender ninguna acción correctiva de fondo.

Podría decirse que este trazo de abuso y acoso de la ley y sus organismos fundamentales arrancó antes, cuando el PRI y el PAN se quedaron con el Consejo General del IFE y designaron a un presidente sin atributos ni capacidad para gestarlos en la práctica. Eso mismo ha pretendido imponer el priísmo, pero lo que logró fue descalificarse ante la ciudadanía, no sin antes llevarse de corbata a la Cámara de Diputados. El resultado es un consejo incompleto y la ominosa perspectiva de un conflicto electoral y poselectoral de grandes y ruinosas proporciones.

De aquí, un aquí que no termina con el año, la trascendente lección de virtud cívica y madurez política dada por Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. El desenlace de su contienda por la candidatura presidencial de la izquierda mexicana se da lleno de expectativas y ánimos renovados, no sólo para una campaña electoral de por sí crucial, sino para los propósitos de renovación nacional que sólo podrán realizarse con una organización coherente y congruente con el reclamo popular y el mandato de más y no menos democracia que desde las cúpulas del poder enfeudado, que mal imita a la alta finanza oligárquica del mundo, se ha buscado reducir a su mínima expresión y contenido.

Darle a la intervención política de la izquierda la visión y la consistencia necesarias, es una condición sin la cual México no saldrá airoso de sus enredos vernáculos. Mucho menos de las emboscadas que la crisis global le tiene preparadas.

Para tiempos como estos, de tempestad, ruido y furia, no hay como una izquierda como la esbozada con firmeza por sus dos dirigentes estelares. Así se podrá remontar el desencanto y, a la vez, darle a la democracia la confianza que requiere. Comprometerse con ella y con la ley para avanzar era indispensable hacerlo, y vaya que lo hicieron este martes. Dar la cara, pedía Machado a los políticos de su tierra. Eso es lo que han hecho Andrés Manuel y Marcelo. En buena hora.