Opinión
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Ucrania, 1942
E

n 1942, en la Varsovia ocupada por los nazis, un funcionario postal polaco que operaba en la resistencia abrió una carta enviada por un soldado alemán a su familia. Dentro halló una fotografía que lo perturbó tanto que la envió al movimiento clandestino polaco; así llegó a las manos de un valiente muchacho de 16 años llamado Jerzy Tomaszewski, una de cuyas tareas era enviar evidencia de las atrocidades alemanas a Londres, para que los aliados pudiesen dar a conocer las crueldades cometidas por los nazis en Europa oriental.

Tomaszewski hizo un duplicado de la fotografía para Londres y se guardó el original. Todavía vive. Más de 60 años después, permitió que la fotógrafa documentalista y escritora Janina Struk viera esa evidencia preciosa y terrible… de la cual ella hizo una copia perfecta.

Dejaré que Struk describa la imagen en sus propias palabras, como aparecen en su aterrador nuevo libro Private Pictures, referente a las fotos privadas tomadas por soldados, desde la guerra de los bóers y la Primera Guerra Mundial hasta la invasión de Estados Unidos a Irak, después de 2003.

“En algún lugar cerca de la pequeña aldea de Ivangorod, en Ucrania, un soldado alemán apunta con su arma a una mujer que lleva un niño en brazos. Ella parece alejarse del soldado y envuelve al niño con su cuerpo. Su pie está en el aire, como si estuviese caminando, o tal vez el obturador captó el momento en que la bala dio en ella.

“En el lado izquierdo se ven las puntas de lo que parecen otras dos armas apuntando en su dirección, y a la derecha dos o tres personas agachadas junto a un objeto indistinguible. El cuerpo de otra persona yace a los pies del soldado. En el dorso de la foto, escrito a mano en alemán, se lee: ‘Ucrania 1942, Acción Judía en Ivangord’”.

La fotografía llegaría a ser una de las imágenes más impresionantes y convincentes del Holocausto nazi, aunque su historia está envuelta en esas controversias que cultivan quienes niegan aquel hecho histórico. En la mayoría de las publicaciones, la foto se editaría para mostrar solamente a la mujer y al soldado apuntándola con el rifle, para darle un aspecto artístico y a la vez destruir el contexto original.

En su libro, Struk se pregunta por qué los soldados toman fotografías de su propia crueldad. Hay incontables imágenes autenticadas de soldados alemanes que posan sonrientes junto a cautivos recién colgados, agolpándose en torno a fosas comunes para observar la ejecución de judíos, comisarios soviéticos, rehenes, hombres y mujeres. Pero esta semana he estudiado durante horas esa foto de Ivangorod en particular. Puedo imaginar la terrible y entusiasmada conversación. ¡Oye, Hans! Allá a la derecha están matando judíos. Trae tu cámara. ¡Mira cómo corre esa mujer! Clic. O sería el fotógrafo uno de los verdugos en su descanso? Tal vez nunca lo sabremos. Pero, desde luego, la tradición continúa. Observen los videos que los estadunidenses tomaron de las víctimas de sus asesinatos en Irak. Volveré sobre ese tema un día cercano.

Amplifiqué la fotografía de 1942 hasta la máxima resolución y la repasé con cuidado. Luego llamé a Struk. Sin duda, me dijo, la otra persona a los pies del soldado es también mujer. Parece llevar el cabello peinado de raya en medio; tiene los brazos caídos al suelo a su derecha y viste falda, en cuyo extremo se ve la pierna izquierda. Struk ya se había dado cuenta de ese detalle. Y luego, dije, sin duda había cuatro hombres en total, tres de gorra de tela y chaqueta, y el cuarto parece más grande porque tal vez llevaba abrigo. (Al lado derecho se ve un bolsillo hondo.)

No hay nada fantasmal en ese estudio. Mientras más detalles encuentra uno en esas imágenes, más se descubre y más real se vuelve el Holocausto. Puede ser –hay que observar la foto con atención– que el soldado en verdad haya disparado a los cuatro hombres y que uno de los otros dos rifles haya disparado a la mujer con el niño. Las sombras en el campo a la izquierda sugieren que podría haber más tiradores abriendo fuego en el momento. Pero lo que me impactó fue la naturaleza del terreno a la derecha de la fotografía.

Struk describe un objeto indistinguible. Parece una estaca. A la derecha veo tierra revuelta. ¿Acaso la estaca marcaba algo? Caven su propia tumba hasta aquí. ¿Sería ésa la orden que dieron los alemanes a sus víctimas? Pero luego descubrí lo que sin duda es una pala de metal, boca abajo, el mango detrás de la estaca. Es idéntica a otras palas en otras fotografías de ejecuciones que he visto. ¿Sería que los cuatro hombres cavaban sus tumbas?

Resulta increíble que, cuando la foto se usó en un libro publicado por el régimen comunista polaco instalado por los soviéticos tras la guerra, un periódico derechista de Alemania Occidental, Deutsche Soldaten Zeitung, encabezó “¡Achtung Fälschung!” (¡cuidado, falsificación!). El hombre que apunta con el rifle a la mujer y su niño no llevaba uniforme alemán ni usaba un rifle alemán, afirmaba el periódico. Un tal profesor Otto Croy acusó a los polacos de fabricar la foto con fines de propaganda.

Fue un alivio que más tarde surgiera un ex miembro del Einsatzgruppen de Hitler, el escuadrón de acción especial, que asesinó a un millón de judíos en Ucrania. El soldado de la foto lleva el uniforme de ese cuerpo, dijo, y el rifle que porta era el reglamentario en él. ¿Qué más prueba se necesitaba? Años después se montó en Dresde una exhibición de fotos de atrocidades alemanas en Europa oriental. Un anciano contempló largo tiempo las imágenes. Luego, rompió a llorar. Cuando lo sacaban de la sala, gritó: ¡Soy yo, soy yo!

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya