Opinión
Ver día anteriorJueves 17 de noviembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tumbando Caña

Musical

C

oncluida la edición 2011 del Festival Internacional Cervantino (FIC) queda establecido que ésta fue la versión más musical de todas. Los 82 espectáculos musicales (incluidas cinco óperas) por sobre nueve de teatro y 13 de danza, sin contar las actividades de calle, así lo sustentan.

Además, y pese a lo que han dicho algunos críticos respecto a que fue una programación muy complaciente y con bastante gancho popular, siento que los responsables, Jaime Márquez y Lidia Camacho, lograron mantener un sano y afortunado equilibrio entre el universo académico y popular estableciendo la expresión tonal como vínculo vital e indisoluble del FIC y su público.

En lo musical, el FIC cumplió con todas las expectativas y gustos. Desde la noche inaugural, con la Orquesta de Jazz de Estocolmo, a la apoteósica clausura con Miguel Ríos, pasando por la tonificante música de Mario Lavista, la intimista del hindú Laya-Nadaamrit; el embrujo de la Philharmonia Quartett Berlin; las encendidas voces de The King’s Singer; la cautivadora presencia de la escandinava Marie Boine y la del príncipe de Burkina Faso, Alif Naaba; la música electrónica de Moonbotica/Schlachthofbronx de Alemania, el sublime y energizante espectáculo de los tambores taiwaneses del U-Theatre y la música tradicional/moderna de la Forbidden City Chamber Orchestra de la República Popular China, la programación se reveló plural e incluyente

Como ya es tradición, la explanada de la Alhóndiga de Granaditas fue el epítome de lo popular registrando llenos impresionantes; sobre todo en los conciertos de El Cigala, Armando Manzanero, Afrocubans All Stars, Sonora Santanera y Miguel Ríos. Aunque también los teatros, templos y auditorios donde se presentaron agrupaciones de clásico y contemporáneo vieron cubierto sus aforos.

Gratas sorpresas

En la 39 edición del FIC hubo muchas sorpresas. Una de ellas fue la presencia de The New Jungle Orchestra de Dinamarca. Agrupación fundada y dirigida por el guitarrista Pier Dorge, uno de los referentes más importantes del jazz danés, quien impuso en su agrupación una expresión sonora basada en el estilo jungle de Duke Ellington (de ahí su nombre) combinado con una serie de conjugaciones y experimentos tonales que van de los sonidos de África, Asia y el Caribe al free jazz. Susurros de elefantes es quizá la pieza emblemática de este colectivo, que celebró entre nosotros 30 años de hacer una música elegante, ecléctica, dinámica y propositiva.

Otra, la del divulgador e innovador de la gaita celta, el español Carlos Núñez, quien a partir de su virtuosismo y el apoyo de la Banda de Gaitas del Batallón de San Patricio (México), nos hizo escuchar todas las posibilidades del instrumento al vincular su peculiar sonoridad con estilos musicales disímiles, como el flamenco, pop, jazz, bossanova y música irlandesa. Lo suyo fue una suerte de reinvención de canciones que incluyó temas del folclor mexicano, con lo que sorprendió (y se ganó) a la nutrida concurrencia de la Alhóndiga.

El Quinteto Real de Argentina fue también uno de los aciertos en la programación cervantina. Esta orquesta bonaerense, con más de cuatro décadas de trayectoria, sigue la línea trazada por su fundador Horacio Salgán, misma que le inspirara Osvaldo Pugliese: Hacer del tango una música de concierto. Que para el caso no es otra cosa que tango compadrón vestido de frac, como nos dijera su actual director César Salgán.

Roby Lakatos y su ensamble de músicos gitanos signó una de las cumbres. El genio romaní simplemente llegó, tocó y encantó. Demostrando por qué está considerado como uno de los mejores violinistas del mundo. En la escena, este carismático maestro no sólo concilió géneros musicales para muchos irreconciliables, como los populares y académicos, sino que, con hondura, delicada técnica y una digitación de impresionantes movimientos, hizo brotar del instrumento sonoridades fascinantes, de intangible belleza que puso al público a soñar y volar.

En la música clásica y contemporánea hubieron grandes momentos, pero dado el breve espacio citaremos a vuela pluma la imponente presencia de la Orquesta Sinfónica de San Petersburgo, que interpretó con sobrada solvencia el Concierto para piano y orquesta No. 1 en si bemol Op. 23 del inmortal Pyotr Ilyich Tchaikovski, con Maxim Mogilevsky al piano; la Oslo Camerata, Angéle Dubeau & La Pietá, la Camerata Avanti!; la sugerente y bella voz de la soprano coreana Sumi Jo y el concierto a piano solo del italiano Francesco Libbeta, quien agradó por su touche (sorprendente con la mano izquierda) y un amplio dominio del repertorio pianístico de Chopin, Liszt, Schumann, Beethoven y Wagner. Todo un prodigio.

En esta ocasión, los países invitados de honor, Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia, cumplieron, dejando honda huella. Esperemos qué sorpresas nos develan Polonia, Suiza y Austria, a los cuales les corresponde protagonizar la fiesta justo en 2012, cuando el FIC celebre su 40 aniversario.