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Se trata de la primera exposición individual del artista suizo en América Latina

Inauguran en la Sala de Arte Público Siqueiros muestra de Roman Signer
 
Periódico La Jornada
Jueves 27 de octubre de 2011, p. 7

La Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS) inauguró anoche Roman Signer: acht stühle (ocho sillas), la primera exposición individual del artista suizo en América Latina.

Las obras de Signer (Appenzel, 1939) se han definido como esculturas de acción, las cuales implican la creación, realización y documentación o grabación de experimentos estéticos.

Su trabajo ocurre en instantes, explicó la investigadora Alejandra Peña. Roman Signer es conocido por crear accidentes controlados que generan tensión entre la previsión y la incertidumbre; por recrear situaciones con materiales simples que sufren cambios inesperados, señalando las relaciones entre la naturaleza, los objetos construidos para el acto estético y el humor que puede desarrollar la casualidad, apuntó la también funcionaria del Instituto Nacional de Bellas Artes.

“En sus esculturas de acción –abundó Peña–, Signer utiliza el potencial del instante y la casualidad, en pos de crear experimentos estéticos a partir de las diferentes formas y estados de la pintura y los objetos. Los resultados de esos ‘accidentes controlados’ son documentados meticulosamente por el artista.”

Volar y permanecer suspendido

De visita en el país para inaugurar su exposición, Signer, en charla con la prensa, explicó que trabaja mucho en función del espacio y que la obra que ahora presenta tiene un efecto muy liviano, pues se relaciona con la idea de volar y estar suspendido.

La muestra la abre un kayak, cuyos remos están incorporados a la embarcación de tal manera que puede girar con el viento.

Sigue la pieza Ocho sillas, comisionada y realizada ex profeso para la exposición, en la que el artista incorpora las patas de las ocho sillas, la pirotecnia mexicana como elemento estético. Son verdaderos cohetes mexicanos... más amigables que los cohetes alemanes y suizos, es como una barricada, comentó.

Hay otra pieza integrada por cuatro ventiladores en funcionamiento, cruzados por una cinta roja, lo que para el artista es un puente aéreo, que lleva como título Vuelo.

En otro espacio hay ocho mesas que tienen como centro una plataforma desde la cual, en su momento, un pequeño aparato con un pincel mojado en pintura, vuela y gira.

En otra sala, cinco videos documentan experimentos estéticos o accidentes controlados.

Junto, se observa un reloj de pie, sin manecillas ni cifras, con una apertura en el centro. Según el artista, el mensaje es claro: el tiempo vuela y el aire seguirá soplando, aunque hayamos desaparecido hace mucho, pues el reloj es un invento humano y el tiempo biológico es diferente.

Al lado se encuentra una capucha resistente al fuego, que el artista se puso para luego –frente al rostro– provocar una explosión, lo que quedó como una instalación. Y frente a ésta, sobre el piso, hay una plancha de metal con unos anteojos. El artista lo dispuso así, porque los lentes y la capucha se observan uno a la otra.

Hay también un video de un helicóptero que vuela dentro de una enorme caja. El piloto tuvo el encargo de volar mientras podía; en algún momento, el rotor tocó la pared, la máquina cayó y se quedó en el piso dando vueltas. No es muy divertido, ya que es como un insecto que se está muriendo, apuntó Signer.

“Mi trabajo –explicó– es experimental, no es estático, se aprecia muy facilito, pero siempre es un riesgo y nunca se sabe cuál será el resultado. Dejo a la casualidad un cierto poder.

“Lo que hago no es ciencia, pues procedo siempre de manera intuitiva, emotiva. Un científico calcula sus experimentos y eso no me interesa. Hago esculturas de acción, lo que no se ve a primera vista, pero así es.

“Trabajo con explosivos, los cuales me han acompañado toda la vida, pero lo que hago es mucho más complejo que eso, ya que además tengo piezas muy silenciosas. El estruendo no es lo importante, lo que me fascina –en la explosión– es la velocidad.

Trabajo mucho en función del espacio y me gusta la casualidad y el azar, porque ahí es donde entra la vida, concluyó Roman Signer.

La SAPS se ubica en la calle Tres Picos 29, colonia Polanco.