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Ver día anteriorDomingo 23 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

De gallinas y huevos

P

latiqué con una sensible, inteligente y puntual lectora de La Jornada, quien es además medico veterinario zootecnista, y en su conversación dijo: Me ha causado asombro el cierre de la plaza de toros de Barcelona, otro intento de simplificar la realidad. Desde hace tiempo, en algunos países del mundo los defensores de animales han enarbolado como bandera la figura del toro de lidia y el maltrato de que es objeto, pero olvidándose de otras especies.

“Para los animalistas –agregó– resulta catastrófico el hecho de que el torero mate al toro con una espada al término de la faena. Alegan que resulta cruel y ofensiva la forma en que muere. Pero la fiesta brava, además de rito ancestral y representación simbólica de la existencia, es forma de sustento para mucha gente. Desde los ganaderos hasta quienes se dedican a torear, y en medio multitud de personas que directa e indirectamente laboran para que esa representación, mal que bien, perviva como expresión de algunos pueblos.

“Se censura la crueldad que es vista, no la que no vemos –subrayó. Sin embargo, cuando en el desayuno disfrutamos de unos huevos revueltos o a la mexicana, generalmente se ignora o no se ve el trasfondo que acompaña el hecho de tener en nuestra mesa ese platillo. La mayoría de la gente ni imagina cómo viven las gallinas ponedoras, incluidos los hinchados ovolactovegetarianos.

“La vida productiva de las especies pecuarias –abundó la médico–, en particular las gallinas ponedoras, es forzada al máximo. Una granja avícola de alta producción las confina en largas galeras con jaulas metálicas que deberían ser individuales, pero para incrementar utilidades se aumenta su tamaño y hasta tres gallinas son metidas en una sola jaula. Así, cada ave tiene a su disposición el espacio de una hoja tamaño oficio, lo que le genera intenso malestar.

“Antes de llegar a la edad de romper postura, como se dice en el argot veterinario, que es cuando inician la producción, las pollas ya han pasado por una serie de situaciones estresantes. También hacinadas en el suelo, crecieron bajo sucesivas aspersiones de vacunas y toma de medicamentos antibióticos y promotores del desarrollo. Ello está prohibido en varios países, pero es práctica común en muchas granjas de México.

“En el caso de una epizootia o epidemia viral o bacteriana, es obligatorio renovar la pollada en el ciclo que se presente, lo que para el productor significa elevar costos, por eso se empeñan en imponer espacios pequeños a los animales. El ciclo de producción de una gallina ponedora dura aproximadamente cuatro o cinco años, lapso que sume a este animal en lo que se denomina stress de producción, lo que también ha incidido en el sabor del huevo.

“En los años 60 se estimaba una postura anual de 210 huevos por gallina. Hoy es de 260 a 270 huevos, y gallina que baje de los 180 huevos es desechada. Por ello la de la gallina ponedora, como otras especies pecuarias, es una vida de hacinamiento y consumo de alimento hasta la saciedad, condicionada a una producción límite.

A partir de 2012, en Europa se volverá a destinar mayor espacio a la gallina ponedora. Entre tanto, en México no hay animalistas que enarbolen una bandera en defensa de la gallina ponedora. Ni qué decir lo rico que saben unos huevos en sus diversas versiones, y desde luego no tiene caso ponernos a pensar que provienen de una gallina que vive su vida hacinada con otras en una jaula minúscula, concluyó la especialista. 

Decretar, no reencauzar. A falta de argumentos sólidos, de autocrítica madura y de compromisos consensuados antes de limosnear el aval de organismos internacionales, los taurinos de México han decidido defender a priori el estado actual de la fiesta de toros, sin revisar primero sus notables y graves desviaciones, dudoso manejo y causas de debilitamiento.  

Destaca el taurinismo emergente del gobernador de Aguascalientes, Carlos Lozano de la Torre, al firmar el pasado lunes, en presencia de todos los gremios taurinos, un alegre decreto que declara a la fiesta de toros patrimonio cultural inmaterial de ese estado. Gesto paradójico, porque tanto los gobiernos estatales y municipales como el federal hace décadas se desentendieron de vigilar la tradición taurina de México, dejando en manos de multimillonarios autorregulados pero de espaldas al público el rumbo de una expresión mexicana con 485 años de existencia. Con estos defensores de malos empresarios, no de la integridad de la fiesta, ¿para qué queremos antitaurinos?