Opinión
Ver día anteriorMartes 18 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Jorge Elizondo, escultor
L

a retrospectiva antológica de este escultor en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco) incluye piezas realizadas de 1984 a la fecha. Aunque se tituló de ingeniero químico, Elizondo se vio tentado y fascinado por la tridimensión y a eso dedica la mayor parte de su tiempo.

Por descontado se da que su preparación ingenieril coadyuva en gran medida al pormenorizado diseño, consecución y terminado de sus obras creadas en un gran taller en las afueras de Monterrey en el que colaboran varios operarios, situación que el autor pone de manifiesto.

Sus colegas aluden con beneplácito a su continua actividad docente, a su altruismo y también a su capacidad empresarial, que lo convierte en buen promotor de sus propias obras, como sucede con su colega Sebastián, de quien hay piezas monumentales en esa capital.

Elizondo cultiva mociones ecológicas; parece saber muy bien que no hay nada tan contaminante como una escultura de grandes dimensiones ubicada en sitio inapropiado.

Una de sus mejores piezas públicas, titulada Entropía, obedece con acierto a su título y está articulada a través de las múltiples directrices que toman los prismas de acero pintados de amarillo que la configuran.

Se encuentra en el campus de la Universidad de Monterrey; otra escultura pública de su autoría es Nube, la cual fue seleccionada por un jurado internacional para ubicarse en el corredor de escultura de Monterrey, que contiene obras tan importantes como El Eco, de Mathias Goeritz, y El sol, de Rufino Tamayo, obra con la que culmina dicho trayecto escultórico.

La exposición, vigente hasta finales de noviembre, comprende algunas piezas de gran formato que alternan con otras de dimensiones menores. Varias están realizadas en mármol negro de Monterrey, otras en mármol de Carrara y acero, conjuntando bloques geométricos sobre los cuales están delicadamente tallados detalles orgánicos, como ocurre con una fuente (2003), cuya función alude de modo muy acertado a la emisión urinaria femenina. Es una pieza destinada posiblemente a un jardín privado y desde mi punto de vista es uno de los mejores aciertos del conjunto.

Hay piezas en bronce y entre las más felices está Cabeza de caballo 2 (2009), de formas suaves, con un ligero movimiento que corresponde parcialmente a una cinta de Moebius o a una construcción helicoide, cosa que se reitera en otros trabajos suyos. La presencia equina se connota sobre todo por la estupenda textura fina y brillosa que la caracteriza.

Ángel nuevo es una escultura que debe pesar varias toneladas y fue elegida para abrir el ámbito de la exhibición. Me hizo evocar el Ángel de la historia, pequeño dibujo de Paul Klee que Walter Benjamin glorificó. Ésta se presenta apeada en un plinto de acero y el ángel propiamente dicho, que es un espíritu, ocupa el lugar vacío entre los dos pesados volúmenes unidos entre sí por un ábaco negro, ligeramente realzado con talla. Las alas concretan la pieza, van desplazándose hacia arriba talladas en mármol negro e incididas con achurados que les confieren aspecto de plumas.

Las esferas (secciones de estas figuras) me parecieron algo más convencionales, si cabe la expresión, pero algunas tienen propositivos detalles ásperos que crean contrastes entre los fragmentos de circunvolución. La más interesante es cuadrada (con bordes redondeados). ¿La cuadratura no del círculo, sino del volumen esférico?

El autor pone debida atención a los vanos (espacios va-cíos), al grado de que a veces son éstos los que connotan simbólicamente la pieza, como ocurre con Caracol (1990) y, sobre todo, con Guardianes II (2007), obra que posee cierta tónica cristológica.

Además de consabidas influencias proporcionadas por la escultórica del siglo XX, en buena oarte de las obras existe la intención de plantear reminiscencias del arte antiguo de México, palpables no sólo en las llamdas Estelas, sino en otras configuraciones.

Diría que se trata de algo análogo (en cuanto a intención) a lo que ocurre con ciertas propuestas del escultor tapatío Fernando González Gortázar.

Se publicó un hermoso libro-catálogo con impecables impresiones que reproducen el encomiable trabajo fotográfico de Camilo Garza, acierto al que se suma el parco y elegante diseño de Armando Ramírez.

La coordinación editorial del volumen se debe a Bertha Cantú y en las presentaciones colaboraron Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, así como la titular del Marco: Nina Zambrano.

Los textos de fondo estuvieron a cargo de la experta en escultura Lily Kasner y de Xavier Moyssén, a los que se añade una entrevista con el escultor realizada por Sylvia Vega.