Opinión
Ver día anteriorJueves 29 de septiembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los asesinos
S

e podría pensar que con esta obra culmina la trilogía (Junto a La lengua de los muertos y Los insensatos) de David Olguín acerca de la violencia en el país, con la diferencia de que las dos primeras se situaban en los albores del siglo pasado y este nuevo texto habla de las tremendas, dolorosas circunstancias que hoy atraviesan muchos lugares de nuestra geografía, particularmente en el norte. Los asesinos ubicada en Chihuahua, ya no trata de la represión de un gobierno dictatorial o las posibles respuestas a éste, sino que ubica una violencia sin sentido ni razones políticas, las matazones porque sí, en que los sicarios impunes muestran su poderío en la absurda guerra de Calderón y más allá de la comprensión de las mentes normales. El dramaturgo tampoco intenta comprenderlas o que los espectadores las comprendamos, simplemente ejemplifica con unos cuantos personajes.

Elaborar un rico texto dramático con los lugares comunes del narco y su brutalidad sin caer también en el lugar común, es la nueva propuesta del talentoso David Olguín, que usa los recursos, que ya son casi el sello de su dramaturgia, de fundir realidad e irrealidad para dar un producto paradójicamente muy contundente en su realidad. En este caso, la realidad de que los asesinos del llamado crimen organizado, aunque parezcan gozar de la vida, están tan muertos como sus víctimas porque se saben condenados a muerte y sólo esperan la bala que los acabe. Mueren y reviven en absurdos bailes que no por absurdos dejen de crear atmósferas, la del relajo en un centro nocturno, la del desesperado que no sabe si vivirá mañana, como el sangriento Chaparro, mientras espera la llegada del llamado Profesor, el capo mítico que lo llevará al infierno y que también es el contacto al que alude La Gringa. Algunos personajes son iguales a su destino, pero otros se transforman, como El Chicolito que transita de bebé a adulto, o su madre La Gringa y su hija, que de viuda y huérfana desamparadas y tímidas a la muerte del marido y padre narcotraficante se convierten ellas mismas en parte del grupo criminal, la madre dando muestras de un poder que doblega a todos, a caballo entre los dos lados de la frontera y que ha vivido en los anhelados Estados Unidos. Ella regentea el centro nocturno y prueba en canto a los otros personajes entre los que destaca el recién llegado El Nicanor. No sólo la música –en el diseño sonoro de Rodrigo Espinoza– tiene importancia para matizar la escenificación, el lenguaje también tiene importancia, como en todos los textos del autor, y se deslizan de lo grosero y regional a parlamentos como Que la esperanza no se muera esperando no sé qué, dicho con gran anhelo por El Chaparro que además hace constantes citas de la Biblia.

El cada vez más consolidado Teatro El Milagro en su sede propia, se unió para este montaje con otro grupo de larga trayectoria en Ciudad Juárez y en el DF primero con el nombre de Alborde Teatro que acaba de ser cambiado por Carretera 45 Teatro, y en esta hermandad mostraron ambas compañías mucho de lo bueno que tienen. La escenografía de Gabriel Pascal, que también ilumina, está llena de referentes a pesar de su aparente sencillez y consiste en un islote de tierra con un árbol seco, y en los lados del islote muchos zapatos, todos femeninos que recuerdan masacres, en este caso las asesinadas de Ciudad Juárez, con un amplio segmento de suelo llano en el que se encuentra la caja del teléfono o telégrafo. Como casi siempre, el dramaturgo dirige su obra y su trazo cobra las vueltas y revueltas que el texto existe con la coreografía de Ra-fael Rosales y también con grandes limpieza y ritmo en las partes no bailadas. El vestuario de Sergio Ruiz apoya la escenificación y en un elenco excelente, que logra todas las simbiosis y los cambios de la obra, sobresalen porque tienen las partes más largas e importantes, la espléndida Laura Almela como La Gringa y el siempre muy buen actor Antonio Zúñiga como El Chaparro, aunque no les van a la zaga Gilberto Barraza como El Torcido, Sandra González como La Telegrafista, Saidh Torres como El Chicolito, Rodolfo Guerrero como El Nicanor con una excelente voz para cantar y en sus papeles menores Gustavo Linares como El Sónico, que no se aparta de su radio y Raúl Espinoza Faessel como el enigmático Profesor en silla de ruedas.