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Habla de Tríptico del desierto, poemario agotado y reditado al fragor de los reclamos públicos

Javier Sicilia celebra la devolución de la poesía al espacio público

Ha sido duro dejar la intimidad de ese género para protestar frente a un Estado omiso y una delincuencia perversa, manifiesta

Pide dignidad al mundo para volver a articular la palabra

 
Periódico La Jornada
Jueves 29 de septiembre de 2011, p. 5

La poesía es como encontrar luz en medio de la oscuridad del mundo, dice Javier Sicilia, y así acontece, agrega, en Tríptico del desierto (2009), poemario agotado y reditado al fragor de las protestas públicas del poeta a lo largo del país.

De alguna forma, comenta en entrevista, lo que ha hecho el movimiento y lo que ha generado en el espacio público es la develación de esa luz en medio de la oscuridad.

Sicilia nunca ha deslindado su poesía de su vida interna y social, y menos desde finales de marzo pasado, hace exactamente seis meses, cuando dejó de escribir poesía y salió a las calles para protestar por el asesinato de su hijo, lo que generó un movimiento con otras víctimas de la violencia en México.

La mañana de ayer miércoles –tres horas antes de presentar su libro Estamos hasta la madre (Planeta) en la librería Gandhi–, en la sede de la Fundación Luis Cardoza y Aragón, el poeta charla con La Jornada acerca de esta segunda edición de Tríptico del desierto, publicado por Ediciones Era, que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2009.

Una paradoja

–La primera edición se agotó quizá porque más lectores quisieron conocer la obra del poeta que tuvo que salir a las calles a protestar tras una tragedia personal. ¿No es una paradoja?

–Es una paradoja; la poesía también está hecha de paradojas. Tuve que hacerlo; ha sido duro dejar la soledad, la intimidad de la poesía, para expresarme y protestar frente a un Estado omiso y una delincuencia perversa, por la muerte de mi hijo, que se volvió la protesta por la muerte de todas las víctimas de este país, por su visibilización frente a la negación y criminalización que ha hecho de ellas el Estado.

“Pero bueno, de alguna forma es una continuación, si entendemos en el sentido tradicional del término que el poeta se cumple, que la palabra poética se cumple en el espacio público. Mallarmé decía que el poeta es la voz de la tribu.

“Ante el utilitarismo del mundo moderno y el arrasamiento de la economía sobre la vida humana, es el poeta quien convoca el ethos y el alma de un pueblo. A través de la voz del poeta se dice el pueblo. De alguna forma, todo lo que ha sido esta protesta y movimiento es la devolución de la poesía al espacio público.”

–¿Cuál es el vínculo de esto que plantea con los poemas de Tríptico del desierto? Por ejemplo, sobre el asunto de la poesía como revelación o quizá como una metodología para generar revelación.

–La poesía es una pedagogía que genera revelación, evidentemente. Hay un nexo entre lo que estoy viviendo con las víctimas y el movimiento, y la poesía, sobre todo en Tríptico del desierto, que es como encontrar luz en medio de la oscuridad del mundo.

Y de alguna forma, lo que ha hecho el movimiento en el espacio público es la develación de esa luz en medio de la oscuridad, expresada como fraternidad, demanda de paz, justicia, indignación, como solidaridad de este conglomerado de seres humanos, acompañados en las movilizaciones, sobre todo la del 8 de mayo, por una gran parte de la nación, de las izquierdas y las derechas.

Interrogado sobre la naturaleza de este poemario de tres paneles o momentos, diversos y a la vez vinculados, comenta:

Si pudiera definir este tríptico con una imagen poética sería con la misa de la noche de la resurrección. Cuando uno entra a esa misa solemnísima, que es a las 12 de la noche del sábado, ya entrando al domingo, lo hace con la iglesia a oscuras. Es como un símbolo de la oscuridad y la muerte, la oscuridad del mundo. Y de repente se enciende un cirio, una pequeña luz, símbolo de la resurrección.

Foto
Javier Sicilia en la sede de la Fundación Luis Cardoza y Aragón, ayer, durante la entrevista con motivo de la nueva puesta en circulación de Tríptico del desierto, publicado por Ediciones EraFoto María Meléndrez Parada

–El de la carne es un tema constante en el poemario. La carne en su incendio, como un hermoso dios desnudo, como lo que encierra al misterio, la carne en sí misma y como premisa del espíritu. Pero la modernidad ha dividido a ambos.

–El dualismo platónico y el neoplatonismo que se filtró en la Iglesia. En los años recientes me ha invitado mucho el misterio de la encarnación. El problema con la carne es que en español nada más hay una palabra parecida y es muy violenta. La carne de la que hablo es una realidad que no es propiamente la piel, sino la experiencia mínima de las cosas y de los seres.

“Sólo conocemos a través de nuestra carne, de nuestra experiencia carnal; somos seres encarnados. En la tradición está el misterio de Dios que se hace carne, como dice el Evangelio de San Juan en el prólogo. Creo en la resurrección de la carne, dice el credo apostólico. Ahora lo han cambiado y se habla de la resurrección de los muertos, pero no es así. Sólo a través de la experiencia de la carne podemos comprender o sentir el misterio de Dios.

Quizá por eso sabiamente los místicos, como San Juan o Santa Teresa, los místicos epitalámicos, para expresar su experiencia de Dios hablan de una experiencia profundamente carnal, somática, que es el Eros, el erotismo, toda la experiencia carnal, de los sentidos, del tocar, del sentir la proximidad de las cosas, la fatiga, el amor, desde donde se revela el misterio de lo que no podemos ver, el misterio de Dios o lo que llamamos espíritu.

El dolor, dimensión de la carne

–¿También desde el dolor?

–El dolor también es una dimensión de la carne. Oscar Wilde, hombre acostumbrado a los placeres sensuales y la exquisitez, cuando cae en prisión escribe que el dolor es una revelación y que hablamos de él con mucho desprecio o tontería. Y dice no, el dolor te hace afinar la mirada, te hace humilde y aproximarte al conjunto de las cosas de una manera más profunda.

“El dolor adelgaza y te hace solidario del mundo, compasivo, comprender el dolor de los otros, la necesidad de ser acogido y de acoger, de cuidar y de guardar, de ser cuidado y guardado. Te hace comprender la fragilidad del hombre, que sólo se compensa a través del acogimiento.

El gran drama que estamos viviendo es que los hombres han perdido el sentido profundo del sufrimiento, y entonces se mata y se desprecia como se está matando y despreciando en este país.

–¿El poeta sigue en silencio?

–Sí. Antes de irme a Filipinas, donde me avisaron de la muerte de mi hijo, que hoy cumple seis meses, había dejado casi listo un poemario, Los restos, que ahora cerrará con el poema a mi hijo, el último que he escrito.

–¿No le haría bien escribir?

–A veces pensamos que el silencio es una negación de la palabra, pero van juntos. La palabra nace del silencio y se recoge en éste, y el que escucha está en silencio para recibir la palabra. Los silencios hablan; mi silencio es una forma de protesta, un silencio que suena como un reclamo. Pido dignidad al mundo para que pueda volverse a articular la palabra que está guardada en ese silencio.

–De aquí se va a la presentación de Estamos hasta la madre.

–Sí, voy a llegar a decir estoy hasta la madre.