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El rechazo los empuja a las relaciones furtivas, dice experto cubano

El aumento del contagio del VIH en los hombres, por discriminación
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 27 de septiembre de 2011, p. 3

La Habana, 26 de septiembre. La homofobia, la ignorancia, los prejuicios, el miedo y las familias deshechas están detrás de muchas de las historias que cuenta Jorge Pérez en Sida: nuevas confesiones a un médico.

Dice que el aumento del contagio entre los hombres que tienen sexo con hombres lo produjo la discriminación. En Cuba 81 por ciento de seropositivos son hombres y, de ese universo, 89 por ciento tienen sexo con otros hombres. El rechazo social empuja a esas parejas a las relaciones furtivas, concluye el director del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri.

En una de las presentaciones de su libro, Pérez propuso un escenario contundente, en respuesta a una pregunta: “A la muchachita ya muchos papás le aceptan que el novio vaya a la casa y se quede en el cuarto. Pero no se le ocurra a un varoncito llevar a otro varoncito, porque ahí sí hay un problema serio…”

Y sigue con un caso real, inédito: un hombre no sabía por qué había muerto su hijo, pero contaba en tono despectivo que el joven quería meter hombres en su casa. El padre se enteró más tarde que el muchacho tuvo sida. Su pesar se multiplicó y lloró sin parar. “Desgraciadamente su hijo no lo pudo oír –le dijo Pérez–, porque le tenía mucho miedo.” Una encuesta indicó en 2009 que 7.6 por ciento de la población masculina entre 15 y 49 años había tenido sexo con hombres. Eso es sólo los que declaran, apunta. Esta proporción podría ser mayor.

Los relatos son asombrosos y estrujantes: jóvenes que crecieron prácticamente sin familia; vidas cruzadas por la delincuencia, la prisión, el proxenetismo y la prostitución o atropelladas por la ignorancia o la incultura.

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Homofobia, ignorancia, prejuicios y familias deshechas, detrás de las historias del médico Jorge Pérez, en la imagenFoto Gerardo Arreola

Estallaba la crisis que siguió al derrumbe soviético, en los años 90, cuando unos adolescentes, sin estudio ni trabajo, se unieron en la calle para huir de su familia. Deambularon de ciudad en ciudad y compartieron todo, incluso las parejas sexuales. También se repartieron el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), para dar cohesión al grupo y tener casa y comida seguras en un sanatorio.

La historia es la base de Boleto al paraíso (2010), la más reciente película de Gerardo Chijona el caso es real, como el del hombre que murió por la pandemia y en los últimos momentos su esposa y su hija supieron que era homosexual.

Un joven tuvo sexo desprotegido con un seropositivo porque pensó que su fe religiosa lo salvaría de la infección. Un portador de VIH indujo a sus parejas a evitar el condón e infectó a hombres y mujeres en venganza de su contagio. Se fue de su casa cuando su madre le dijo que prefería verlo muerto antes que homosexual. Un mitómano se decía enfermo sin estarlo, hasta que logró la infección, después de relacionarse con mujeres contagiadas. Una paciente dejó el tratamiento porque unos amigos le dijeron que era tóxico.

Al irrumpir la pandemia en Cuba, hubo enfermos aislados. El personal que los atendía usaba ropa verde y guantes y temía comer en el mismo lugar. A un diagnosticado le quemaron la ropa que usaba en su trabajo; a otro que era cocinero le impidieron volver a su plaza; en una funeraria se negaron a vestir el cuerpo de una mujer que murió de sida. Hubo familias que rechazaron ocuparse del cadáver de una víctima de la enfermedad, y en alguna ocasión un funcionario público se movilizó ante el temor de que el VIH se expandiera en carne de carnero contaminada.