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Pedro Ángel Palou da a conocer su novela Varón de deseos, publicada por Planeta

Explora escritor las aportaciones terrenales de Juan de Palafox

Con 20 mil libros formó la biblioteca personal más importante del mundo novohispano, la donó y es parte del proyecto Memoria del Mundo de la Unesco

Abrió la primera universidad indígena

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Juan de Palafox y Mendoza (1600-1659), fiscal, obispo, intelectual, mecenas y promotor cultural
 
Periódico La Jornada
Jueves 22 de septiembre de 2011, p. 3

Vino de la península ibérica a combatir la corrupción virreinal y los privilegios del clero, él mismo fue virrey y arzobispo de la Nueva España, enfrentó los embates de sus adversarios e incluso, en un momento dado, tuvo que huir de su querida Puebla de los Ángeles para no ser linchado, formó la biblioteca personal más importante del mundo hispano del siglo XVII, con 20 mil volúmenes, fue un destacado promotor cultural y hoy todavía es recordado en Puebla y, en particular, en México.

Todo ello es parte de la vida del fiscal, obispo e intelectual navarro Juan de Palafox, quien vivió en México una década intensa, recreada en la reciente novela de Pedro Ángel Palou, Varón de deseos: una novela sobre el barroco mexicano y su gran mecenas: Juan de Palafox (Planeta).

–¿Qué fue lo que más le llamó la atención de Palafox?

–Del siglo XVII mexicano algunos dirían que el personaje más importante fue Sor Juana, y algunos más cultos que Sor Juana y Carlos Sigüenza y Góngora, pero no pasa de ahí. Mientras, Palafox fue el único personaje en la historia del México colonial que tuvo al mismo tiempo el poder civil (virrey) y el poder eclesiástico (arzobispo). Y eso es lo que le cuesta su carrera en la Nueva España.

–¿Por las encomiendas del rey que tenía que aplicar?

–Claro, él llega convencido de que el rey lo va a apoyar hasta las últimas consecuencias. Viene a hacerle el juicio de residencia a dos virreyes y se pelea con un tercero, al que logra que sea depuesto, pues venía la separación de Portugal. Palafox es nombrado virrey interino, aplica todas las reformas tridentinas, particularmente las que tienen que ver con las licencias eclesiásticas, quitándole los permisos sin costo y sin pago a las órdenes religiosas. Eso hace que entre en pleito con el estamento burocrático de la corte virreinal, y a la vez con la orden más poderosa en materia educativa en ese momento: los jesuitas.

De la orfandad al destierro

–¿Cuál fue el reto mayor en la construcción del personaje literario, pues dice que al principio Palafox no le hablaba?

–El tono y la persona narrativa. Pensé que para el tono debía inventarse una especie de lenguaje que se pareciera al lenguaje barroco, pero que fuera más accesible que el del propio Palafox en sus obras. Yo no encontraba ese tono, ese registro desde el cual escribir su vida sin que pareciera para el lector muy lejano.

Lo que buscaba escribir podría quedar como una especie de burla, de ironía de la hagiografía de la vida del santo. Es muy importante que el lector se identifique con el carácter aventurero de esa vida, es decir, el género mismo de la hagiografía. Hay que construir una vida ejemplar, y la de este hombre inicia con la orfandad y termina en un pueblo de su país, en el destierro final.

Quizá lo más importante de Palafox, dice Palou, es su contribución como mecenas en las artes, por ejemplo con la donación de su biblioteca, cosas más terrenales que divinas. Incluso, agrega, en su época hubo gente que decía que era un santo, “a lo que él contestó en una carta: ‘Si soy un santo, soy un santo de bulto, un santo vivo, un santo de escoplo y martillo’. Lo que quería ponderar es su trabajo permanente en las instituciones eclesiásticas como su verdadera contribución a la santidad, en la que él mismo no creía”.

Palou destaca que la gran contribución civil de Palafox es querer resolver desde entonces el gran tema de la corrupción burocrática, virreinal, pues se dio cuenta que muy poco del dinero que se producía en la Nueva España llegaba a la península.

Otro aporte de Palafox es en la educación. Abre los colegios de San Pedro y San Pablo para la educación sacerdotal y la primera universidad indígena. Aprende náhuatl, se da cuenta de que existe un gran rezago, escribe un libro en favor de los indios y establece una escuela específica para que estudien y puedan llegar a los mismos niveles que un criollo.

–La presencia de Palafox es constante en el ánimo o el imaginario popular de los poblanos, ¿está de acuerdo?

–Sí, es una presencia que se ha ido reiterando. Por ejemplo, se nombró una calle con su nombre, que para muchos poblanos era ignominiosa, porque se llamaba Maximino Ávila Camacho, y mucha gente empezó a saber quién era Juan de Palafox. El entonces secretario de Cultura, Héctor Azar, que era un palafoxianista, hizo el festival palafoxiano durante muchos años.

Por mucho tiempo la Biblioteca Palafoxiana no había sido digitalizada y el acervo era conocido sólo por unos cuantos expertos. Ahora es parte del proyecto de la Unesco Memoria del Mundo, y no sólo es un museo al que asisten para ver qué bonita es la capilla, sino que pueden consultar los libros. Otra vez está llena de novohispanistas y para muchos historiadores es quizá la biblioteca novohispana más importante.

Luego de evocar el complejo rescate de la Biblioteca Palafoxiana y sus muchos tesoros durante los sismos de 1999, cuando el propio Palou era titular de la Secretaría estatal de Cultura, comenta:

Palafox es una figura que está en el imaginario y en muchos apellidos de Puebla.

Con sorpresa se le pregunta al escritor por qué, si Juan de Palafox no tuvo hijos, y cuenta: Se dice que durante muchos años el orfanato había decidido, entre 1920 y 1935, que a los niños que no tenían posibilidad de encontrar el apellido del padre se les pusiera el de Palafox. Entonces los hijos y nietos de esos niños conservan el apellido que les fue puesto en esas condiciones.