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Fiestas patrias

El desfile castrense satisfizo a la concurrencia: compacto, marcial y breve

Recobran sencillez y sabor popular los actos del Día de la Independencia
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El Ejército dispuso algunas de sus máquinas de guerra para que los niños las conocieran y se retrataran en ellas, ayer en el Zócalo capitalinoFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Sábado 17 de septiembre de 2011, p. 6

Sin la estridencia ni el boato del desfile del bicentenario aunque de nuevo con el despliegue de sofisticado armamento, pertrechos, vehículos y aeronaves de los cuales han podido dotarse las fuerzas armadas y la Policía Federal gracias a su creciente presupuesto, el desfile por el 201 aniversario de la Independencia satisfizo a la concurrencia: compacto, marcial y breve.

Y a diferencia de la noche del Grito, que pasó por agua todo fervor patrio, ayer en la ciudad de México el clima fue benigno.

Sin embargo, el cielo no abrió lo suficiente y de las potentes bocinas por las cuales se transmiten las explicaciones sobre los contingentes se anunció la cancelación del salto de infiltración o sea, las complicadas y siempre vistosas maniobras a cargo de los paracaidistas.

En respuesta, un murmullo de decepción recorrió las gradas que apenas se vio compensado con las maniobras de rapel desde poderosos helicópteros de la Armada que sólo con ese fin llegaron y se posaron en la plancha del Zócalo para, de inmediato, surcar de nuevo e incorporarse al conjunto de aeronaves utilizadas ayer.

De entre éstas sobresalieron los flamantes y poderosos aviones C27-J Spartan, definidos como de transporte táctico medio para 46 paracaidistas o 60 soldados y una capacidad de carga de 11.5 toneladas.

Ayer éstos demostraron además su versatilidad y la pericia de sus pilotos, cuando en su última aparición en el desfile viraron en el aire.

Esta vez, el Ejército colocó un buen número de sus tanques y tanquetas en el Paseo de la Reforma en torno a las glorietas del Ángel, la Diana Cazadora, Cuauhtémoc y la Palma.

Así, y salvo esas novedades, los actos por el Día de la Independencia retomaron su sencillez y sabor popular, incluso en la propia ceremonia previa a la marcha.

Volvieron a ser reconocidos por el presidente Felipe Calderón los talentosos estudiantes y maestros ganadores de los diversos concursos alusivos a la ocasión. Y la retórica se constriñó a la participación de un niño y del secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, con una pieza de amplio espectro –desde historia patria hasta reforma política y, por supuesto, las obligadas referencias al tema de la seguridad pública– que, según algunos, terminó por perder el efecto deseado por su autor, no obstante sus reiterados y sonoros golpes al atril.

Antes de dirigirse a Palacio Nacional y tras la acostumbrada guardia de honor ante la Columna de la Independencia –a la cual ya no pudo sumarse el presidente del Instituto Federal Electoral, Leonardo Valdés, pese a haber ocupado lugar en el estrado–, Calderón convidó a firmar el libro de visitantes distinguidos a los representantes de los poderes de la Unión, el ministro Juan Silva Meza, por el Judicial; el senador José González Morfín y el diputado Emilio Chuayffet, por el Legislativo.

Con ellos mismos y en un vehículo militar en el cual iban también los secretarios de Defensa y de Marina, el general Guillermo Galván y el almirante Mariano Saynez, el mandatario pasó revista a las tropas que participarían en el desfile, esta vez llevando como contingente de descubierta a la Armada de México.

Siguieron los diversos batallones del Ejército y por segunda ocasión, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública.

Al final, y en menos de una hora y media, el comandante de la columna del desfile, el general Roberto Miranda, oficial mayor de la Sedena y jefe del Estado Mayor Presidencial durante la administración de Ernesto Zedillo (1994-2000), dio un parte de sin novedad y ofreció la numeralia: participaron en total mil 139 banderas y estandartes, 13 mil 837 uniformados, 421 semovientes, 366 vehículos y 102 aeronaves.

Desde el balcón central de Palacio y por penúltima vez, Calderón recibió el saludo a su investidura como jefe máximo de las fuerzas armadas del país.