Opinión
Ver día anteriorDomingo 4 de septiembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Fortalezas y debilidades de la economía alemana
B

erlín. Estamos en este hermoso país, infelizmente dividido en 1945. Berlín es la señal más doliente de ese proceso. Cuatro zonas ocupadas por tropas soviéticas, estadunidenses, francesas y británicas. Centro de la guerra fría durante 44 años, y a partir de 1961 atravesada por un ignominioso muro que hasta finales de 1989 –merced a la intensa movilización social– fue derrumbado.

En octubre de 1990 Alemania se reunificó y su población –de nuevo unidad en las cuentas demográficas– se elevó de 63 millones a cerca de 80 a principios de 1991. Luego de 20 años de reunificación apenas cuenta con 82 millones de habitantes, sólo dos más, lo que da idea de una dramática situación demográfica, en la que 20 por ciento es menor de 20 años y otro 20 por ciento mayor de 65. En nuestro México de 2010, los menores de 20 años son poco menos de 40 por ciento y la mitad es menor de 26.

Pues bien, según datos oficiales de la Oficina Federal de Estadísticas (www.destatis.de), esa nación reunificada genera 4 por ciento del producto mundial (2.5 trillones de euros, 3.3 millones de dólares en 2010). Tercera economía, luego de Estados Unidos (20 por ciento) y China (9 por ciento). Aquí viven poco más de 7 millones de extranjeros. La colonia turca es la más numerosa, con cerca de 2 millones de personas. Le siguen la italiana (poco más de medio millón), la polaca (cerca de 400 mil), la griega (casi 300 mil) la croata (poco más de 200 mil) y la rusa, serbia, austriaca y bosnia-herzegovina, entre otras, con menos de 200 mil. Sin embargo, no son muy abundantes los procesos de naturalización. En el lustro pasado no han superado los 100 mil por año. Incluso, son más los beneficiados con asilo.

Por cuanto a los procesos migratorios –en 73 por ciento al interior de Europa–, últimamente también han tendido a equilibrarse, con un promedio de entre 600 mil y 650 mil emigrados e inmigrados por año, con apenas un saldo favorable a los segundos de no más de 80 mil personas. La tasa oficial de desempleo es de 6.5 por ciento. La principal fuente laboral es el nuevo sector del comercio y los servicios, que ocupa a 30 millones en actividades comerciales, de transporte, del mundo de los negocios y financiero, y de los servicios profesionales y técnicos.

El dinámico sector industrial ocupa a 8 millones de personas, básicamente en manufactura de equipo de transporte, maquinaria y equipo industrial y eléctrico, metales básicos, y productos químicos y farmacéuticos, con exportaciones no menores a 50 por ciento de la producción, básicamente por su círculo virtuoso de productividad. La construcción emplea a 2 millones. La agricultura a no más de 900 mil. Su ciclo económico no se diferencia radicalmente no sólo del de otras economías de la Unión Europea, sino del mismísimo ciclo estadunidense. Incluso antes de la unificación, desde inicios de la década de los años 60, el ritmo de su producción industrial fue muy similar al de Estados Unidos y al de Francia, por sólo citar dos ejemplos. Un poco más dinámico que el del Reino Unido.

Sin embargo, luego de 1992 no siguió el dinamismo estadunidense, acaso porque no siguió ni su ritmo de ampliación del crédito ni, mucho menos, el de endeudamiento. Algo se explica por la diferenciación significativa entre las tasas de inversión y de ahorro. Desde 1982 la tasa de inversión de Estados Unidos fue mayor a la de ahorro. En años recientes, esta diferenciación se agudizó; de ahí su enorme endeudamiento externo. En la Alemania contemporánea, de 2001 en adelante el ahorro superó la inversión, por ello alcanzó niveles de participación muy importantes en el conjunto de exportadores netos de capital. En los últimos años ha sido superada por China y la India, cuyos niveles de ahorro han sobrepasado los de inversión. Su deuda pública es de 83 por ciento de su producto.

Dentro de las terribles dificultades que se experimentan para mejorar el bienestar de la población, el gran reto es dar mayor bienestar a quienes vivieron en pobreza extrema durante muchos años, muchísimos. Y ser más justo, especialmente con las mujeres y los jóvenes. Por eso hay pendientes sociales muy importantes con las mujeres, cuya participación en el empleo es del orden de 46 o 47 por ciento. Y, sin embargo, ésta se explica por la altísima participación en actividades de servicio y de comercio al menudeo, en las que las mujeres concentran 75 por ciento de la ocupación y perciben las más bajas remuneraciones del mercado. Más aún, 27 por ciento de ellas tienen los más bajos salarios de todo el mundo laboral. Si es del sector servicios el asunto es más delicado, pues en él se obtienen ingresos medios de apenas 60 por ciento de las percepciones industriales (20 euros la hora) o, incluso, de sólo 50 por ciento de las del sector financiero (25 euros la hora). En las actividades profesionales e industriales –con participaciones de 41 y de 15 por ciento, respectivamente–, 34 y 29 por ciento menos. Y en las educativas y de seguridad social –con participación mayoritaria–, hasta 20 por ciento menos. Y en todos estos casos, sin razón que lo justifique.

En cuanto a los jóvenes, la deuda es enorme. El 52 por ciento de entre 15 y 24 años perciben las más bajas remuneraciones del mundo laboral. Pero también hay una deuda general con 10 por ciento de los ocupados, que trabajan 55 horas a la semana. Casi 15 por ciento de los mayores de 60 años, que ya debieran disfrutar su jubilación. Sí, en la hermosa Alemania también se perciben dramas sociales delicados, y todos han sido recogidos de los mismos documentos oficiales. Todos. Sin duda.