Opinión
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Isocronías

Los hermanos de la flama

L

a Universidad Autónoma de Hidalgo (UAH) en su feria del libro otorgó el Premio Juan Crisóstomo Doria a las Humanidades al muy querido Rubén Bonifaz Nuño, traductor, poeta y estudioso de las culturas originales de México, que en su nombre recibió nadie menos que Ruy Pérez Tamayo, quien con la gracia de los dos grandes comentó el encargo del poeta:

Diles que les agradezco mucho la distinción, que los quiero mucho, y no digas, por favor, nada más.

Se presentó allí mismo una nueva edición (la UAH y El Colegio Nacional) de La flama en el espejo, ilustrada por Daniel Kent. Reyes Coria se congratuló de “que por aquí entre nosotros anden, y vivos y sanos todos, los hermanos de La flama…”, pura sangre, raza curtida por el sol, tal de guerreros escuadra terrible. Y del poeta, nacido en el 23 del pasado siglo, aseveró que siempre fue firme, quebrador seguro de apacibles quietudes, altivo, soberbio, bien vestido, y siempre victorioso, acaso merced a su capacidad de fingir mansedumbre.

No pudimos estar por allá, pero gracias a Romero, quien habló de su experiencia personal en la lectura del autor de De otro modo, lo mismo, indicando que siempre le ha acompañado y que uno no es el mismo sino natural o extraordinariamente otro después del encuentro con su fuerza lírica, podemos parca, mínimamente reproducir acá algo de lo que sobre el poeta se expuso –o se expondría: Cohen se decidió por la calidez de la charla frente a la probable frialdad del texto, con excelentes resultados, por lo demás.

En el texto que llevaba afirma que La flama en el espejo, como todos los libros de poesía de Bonifaz Nuño funciona en por lo menos dos niveles. Abordado desde la forma el fondo se revelará con toda luminosidad. Comprendido el cómo de la versificación, se sabe de qué manera los poemas deben ser leídos en voz alta. Se llega así al descubrimiento de las claves para su comprensión.

Diez poemas numerados del uno al cero, entre los cuales se insertan ocho grupos de tres y uno de cuatro poemas identificados por letras. Este último, el corazón del librotodo emana desde este nudo central– divide los numerados en dos conjuntos de cinco: “el libro avanza linealmente… hasta que el lector llega al pináculo –estos cuatro poemas– y luego desciende hasta su desenlace, su lugar de descanso, el poema: el punto de inicio o reinicio, el renacimiento”, o la resurrección.