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Zorros tuvo ventaja tempranera, pero los locales despertaron

Benítez marca un triplete ante el Atlas, que se desmoronó

Lamenta Reinoso lo sucedido en Torreón: duele ver que el país esté así

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Christian Benítez (centro) pelea por el balón con Ricardo Bocanegra (izquierda) y Guillermo Rojas (abajo)Foto Ap
 
Periódico La Jornada
Lunes 22 de agosto de 2011, p. 3

El gol es un acontecimiento que casi nunca ocurre, que todos esperan y pocas veces llega. Por eso, golear no es cosa de todos los días. Menos para un equipo como América que hacía tanto no lo conseguía, apenas tenía una victoria al inicio del torneo y que ayer a los 10 minutos ya había recibido la primera anotación del encuentro. No, en esas circunstancias, meter la pelota tantas veces no es cosa corriente.

Apenas con 10 minutos de juego, el hondureño Georgie Welcome entró en el área americanista y abrió el marcador con una media vuelta que superó al guardameta Armando Navarrete.

Hasta ahí parecía lo más razonable. Porque a esas alturas el América no era sino un equipo voluntarioso, volcado a cualquier costo hacia el frente, pero sin orden, como una carga de bárbaros decididos a conquistar el botín, con Vicente Sánchez, Rolfi Montenegro, Christian Chucho Benítez y el retorno de Ángel Reyna. Amenazante, pero inofensivo en medio del caos.

Atlas, en cambio, era el contraste de un grupo ordenado, que seguía con disciplina las instrucciones del técnico Rubén Omar Romano.

Por esa razón las ráfagas anárquicas de los locales casi siempre se estrellaban contra el orden de un equipo que parecía surgido de un pizarrón. Medio partido de forcejeo inútil de los americanistas, medio partido con una idea clara de los Zorros.

Si algo, además de la voluntad y el esfuerzo, debió reconocerse a los locales, es que además tuvieron paciencia, porque a lo largo de este torneo la han tenido, pero ayer salieron con la alegría que da la victoria.

El detonante fue Reyna, quien no había pisado la cancha en esta temporada por una lesión. Como bajado del cielo, apareció milagrosamente en un momento inesperado. Cuando moría el primer tiempo, Rosinei llegó hasta la media luna; ahí, con todo para disparar al arco de Miguel Pinto, inexplicablemente se frenó, volteó a su costado izquierdo, donde estaba Reyna, quien recibió la pelota y la envió con un derechazo directamente a la portería; lo hizo de esa manera en la que los guardametas no pueden sino hacer uno de esos vuelos inútiles que sólo sirven para dar más belleza a los goles.

Después del descanso, los dirigidos por Carlos Reinoso fueron otros. Eran los mismos, claro, pero con otra inspiración. En cambio, el Atlas empezó a desmoronarse, a perder las marcas, a dejar espacios, a permitir todo aquello que defendió con galanura en el primer tiempo.

Apenas 12 minutos después los locales estaban mordiendo el área rojinegra. Benítez, quien había estado errático, se encarreró y dio un pase a Vicente Sánchez, éste encaró a Pinto y tiró a segundo poste para que el América remontara el marcador.

De ahí, todo fue recuperar la confianza. Incluso Benítez vio la oportunidad terapéutica para tocar la pelota y superar sus miedos. Al minuto 69, Chucho recibió un balón de Rolfi, lo controló en la media luna, de espaldas al arco, y disparó de media vuelta. De una manera casi sobrenatural, la pelota entró lentamente hasta el fondo de la cabaña.

Como si estuviera curado, Benítez una vez más apareció para cerrar la pinza, barriéndose en el pasto, prácticamente chocó con la pelota que todavía se estrelló en el pecho del portero Miguel Pinto, pero sin poder evitar el cuarto gol azulcrema y el segundo del ecuatoriano.

El Atlas alcanzó a dar coletazos moribundos. Fue con un gol espectacular, de esos que mueven a negar con la cabeza, porque una anotación como esas no merecen caer cuando se está en la derrota. Flavio Santos metió el balón como si el pie cumpliera funciones de mano.

El partido ya estaba prácticamente agotado, pero Benítez, con la euforia del que recuperó la confianza, tuvo la insolencia de volver a entrar a ese semicírculo frente a la portería. Chucho amagó un pase, el portero mordió el anzuelo y metió con la zurda el quinto gol del América, el tercero surgido de sus zapatos.

Carlos Reinoso salió feliz. Rió cuando le preguntaron si ahora todos los rivales deben tener miedo a este América. No alardeó: Sólo estamos para competir con cualquiera.

Lamentó los acontecimientos del sábado en el estadio Territorio Santos Modelo. “Duele ver eso, duele ver lo que está pasando, duele ver que el país esté así.

Espero que no volvamos a ver algo como lo del sábado; yo quiero mucho al futbol mexicano y me duele que su imagen en el mundo se deteriore, dijo el entrenador.

Romano en cambio salió con el rostro adusto y la mirada fija. No habló con nadie y se apresuró a abandonar el estadio Azteca. Emociones irreconciliables en una tarde como la de ayer. Una tarde que no fue corriente.