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El silencio es más fuerte que todas las consignas
 
Periódico La Jornada
Lunes 15 de agosto de 2011, p. 10

Otra vez en movimiento, la protesta y la exigencia contra una guerra que no tiene fin, pero con un nuevo apremio que exige atención prioritaria: detener la aprobación de la ley de seguridad nacional. Denominada Pasos por la Paz, la marcha de ayer recorrió parte del circuito del poder: la residencia oficial de Los Pinos y el suntuoso edificio recientemente estrenado por el Senado.

La ruta inusual parecía ideada para garantizar una equitativa repartición de culpas entre los poderes, desde el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.

Del Museo Nacional de Antopología, emblemático para Javier Sicilia, rumbo a la residencia de Los Pinos, y de ahí hacia el Senado, respetándose, en gran medida, el nuevo intento de protestar en silencio, como la marcha original que llegó desde Cuernavaca, Morelos, tras el asesinato del hijo del poeta.

El silencio es más fuerte que todas las consignas. Es tan fuerte que ensordece, justifica Sicilia, a las puertas de Los Pinos.

Quizá por ello el mensaje de las mantas y pancartas se convierte, al igual que en aquella marcha con que el movimiento irrumpió en la realidad nacional, en reproches silenciosos a gobiernos y politicos. Algunas expresan mensajes directos:

¿Dónde están? Así nada más dice la manta, que inevitablemente obliga a pensar en los miles de desaparecidos que ha dejado esta guerra. Recurrente drama que padecen decenas, centenares de víctimas que este domingo, de nueva cuenta, se denuncia en el mitin central a las puertas del Senado.

Las expresiones del dolor colectivo se reciclan, se expanden, se acrecientan, como se ha hecho en muchas plazas al paso del movimiento. Muerte, desaparición, secuestro, asalto, abuso, todo ello rubricado por la impunidad como inevitable desenlace en este México que –lamenta una madre que perdió recientemente a su hija– cuánto ha cambiado, para mal.

De entre los oradores, una intervención solidaria de la colombiana Diana Gómez rememora la historia de su patria, que se escucha como cruel augurio del destino nacional, inmersos como están Colombia y México en la misma guerra impuesta por los intereses del mismo aliado: Estados Unidos.

La historia de su padre, Jaime Gómez, activista de izquierda desaparecido en 2006, expresa el objetivo real –asegura convencida– de la militarización en su país que trajo el Plan Colombia: el control de las movilizaciones sociales so pretexto de la lucha contra el narcotráfico. Un programa impuesto por Estados Unidos, dijo, como el que tiene México con la Iniciativa Mérida, cuyos efectos no han sido detener la producción de la droga, porque la militarización ha fracasado en lo que debería ser el principal objetivo.

Discurso coincidente con lo que sintetizan los mensajes escritos de los cerca de 3 mil manifestantes que ayer recorrieron Reforma. ¿Vivir Mejor con 50 mil muertos? parodiaba una pancarta al lema oficial del gobierno calderonista.

Algún otro consigna una frase atribuida a Benito Juárez que parece hecha a la medida para condenar el reciente desencuentro entre el movimiento encabezado por Sicilia y el Congreso: Malditos aquellos que con sus palabras nos convencen y con sus actos nos traicionan.

El silencio de la marcha sólo se rompe por las consignas que corean algunos que no inhiben su deseo de repudiar al gobierno calderonista u otros que acompañan la marcha con sones dedicados a la ineficacia gubernamental.

Pasado el mediodía, el movimiento arribó a una inusualmente poco resguarda residencia oficial de Los Pinos. Acostumbrados al fuerte despliegue policiaco cuando alguna marcha, por mínima que sea, se dirija a Los Pinos, en esta ocasión pudieron plantarse a la entrada misma de la casa presidencial. En el lugar, sólo un orador: Julián Lebarón, quien utilizó el foro para lanzar un mea culpa de la sociedad por su indiferencia frente a la escalada criminal.

Creemos que con nuestra indiferencia podemos escapar a los efectos de la violencia. No hay escape de esta terrible realidad. Mi indiferencia me llevó a la muerte de mis seres queridos. No hacer nada frente a la violencia es estar de acuerdo con ella, lanzó Le Barón.

“No nos engañemos –continuó– con la esperanza de que el siguiente político o salvador o mesías sea el Quetzalcóatl que vendrá a emanciparnos del mal. La esperanza para los ricos y la poca clase media que queda. Quetzacóatl está en cada uno de nosotros.”

Ninguna alusión directa al Presidente a las puertas de su casa. Apresurada concentración que se rubrica con un desentonado canto del Himno Nacional, sugerido a gritos por el escritos Paco Ignacio Taibo II, quien lo solicita como fórmula para avergonzar al jefe del Ejecutivo de los resultados de su política de seguridad.

De regreso hacia el Senado, tras el largo trayecto por Paseo de la Reforma, la marcha se encuentra con la movilización de otro grupo activo contra la inseguridad, No más sangre. Hay una indiferencia mutua entre ambos grupos, sólo resquebrajada por los gritos aislados de un hombre que satiriza los diálogos de Sicilia, quien minutos después anunciaría la reanudación de las pláticas con el Congreso, un nuevo intento por cambiar radicalmente la ley de seguridad nacional.