Cultura
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El pianista mostrará su proyecto Cine Ópera en el Museo Universitario del Chopo

Nyman va del poder de la música al interminable mundo visual

Soy un autor más imaginativo de bandas sonoras, dice a La Jornada

Desarrolla proyecto de partitura para El acorazado Potemkin, filme de Eisenstein

Dará concierto en el Teatro de la Ciudad

 
Periódico La Jornada
Jueves 4 de agosto de 2011, p. 3

Todos los días pienso en renunciar a la música, dice el compositor Michael Nyman, quien colaboró en varias películas con el cineasta Peter Greenaway y es autor de la música del filme El piano.

Radicado en México, Nyman ahora se mueve más hacia lo visual, tanto en la fotografía como en la filmación de películas, arte en el que ha encontrado mayor libertad.

Pianista, crítico y musicólogo, Nyman recibe a La Jornada en su casa, localizada en una calle transitada de una de las colonias más tradicionales de la ciudad.

Las paredes blancas albergan fotografías y por todos lados hay papeles en un desorden ordenado, en la mesa de centro de la salita la partitura de un nuevo proyecto por encargo para musicalizar El acorazado Potemkin, de Sergei Eisenstein.

La luz entra por todos lados. Cerca de las escaleras está un bonchecito con las invitaciones para la exposición que inaugurará el 24 de agosto en el Museo Universitario del Chopo, donde presentará su proyecto Cine Ópera.

Un día después ofrecerá el concierto The Piano Sings, en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, el tercero en solitario que realizará en poco más de dos meses. Los dos anteriores fueron en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, donde se programaron dos presentaciones, porque los boletos de la primera se agotaron en unas horas.

Desde hace algunos años Nyman (Londres, 1944) ha encontrado una nueva pasión: el mundo visual como director de películas y fotógrafo.

Hallazgos en la calle

–¿Ha pensado en renunciar a la música?

–Sí, todo el tiempo.

–¿En verdad?

–Sí. Toma mucho tiempo escribir música. He escrito horas y horas y horas de música que la gente no necesariamente conoce. Lo que el público conoce es apenas una pequeña fracción, tal vez 5 por ciento, la mayor parte son piezas para películas, los cuartetos de cuerdas, pero hay mucha música.

“He escrito música de manera continua por 35 años y algunas veces creo que prefiero estar en este cuarto y leer mis libros, catalogar mis fotografías, sentarme aquí o en cualquier cuarto y editar mis películas, pero de alguna manera hago las dos.

“Por ejemplo, el proyecto del Cine Ópera es una película de unas 70 que he hecho en los recientes tres o cuatro años, y una cosa interesante es que cada filme que hago es por decisión propia: veo algo en la calle, encuentro algo interesante o inesperado, mientras cada pieza de música que he escrito, más o menos, es algo que me han pedido.

“Lo que estoy haciendo con las películas es caminar por las calles. Nadie me paga por ello o la edición. Compré más cámaras, pago al editor, pago por hacer los masters y las copias, y son los festivales de cintas o galerías los que piden los filmes para mostrarlos. Hay una gran diferencia en intención y recepción en el mundo del arte que para una pieza de música, cuya intención es otra y ha sido pedida por alguien.

“Algunas veces escribo una pieza de música sólo porque quiero, pero generalmente la música viene por pedido, hay un patrón y cumplo la demanda y sus limitaciones. En un filme puedo poner lo que yo quiera.

Amo el paralelismo, las diferencias, lo distinto de cada proceso; amo el hecho de que por ser un cineasta soy un escritor más imaginativo de bandas sonoras.

Cámara, ojos y curiosidad

–Pensar en usted abandonando la música es una idea muy fuerte.

Foto
Michael Nyman durante la entrevista con La JornadaFoto Marco Peláez

–Todavía estoy enamorado de la música, podemos sentarnos juntos y tocar 24 horas de música y dirás: ‘no conozco ésa’, ‘ésa tampoco’. Hay mucha música, me gusta tocarla, porque tocarla es muy diferente. Cuando se proyecta una película hay una especie de interpretación de la cual soy espectador; pero cuando me siento al piano con la Michael Nyman Band, hay otra clase de relación.

“Tengo el privilegio y la ventaja de recrear algo constantemente que está fijo en la página, y que pareciera que todo el tiempo es igual. Pero cada vez que la interpreto, las circunstancias son diferentes. Diferentes estados de ánimo, diferentes realidades de sonido, el piano es diferente.

“Por ejemplo, para los dos conciertos que hice en la Sala Nezahualcóyotl me ofrecieron dos pianos, uno nuevo y uno viejo, y me preguntaron cuál me gustaría utilizar. Como iba a hacer dos conciertos dije: ‘tocaré los dos, el nuevo el viernes y el viejo el domingo’. Con el piano nuevo fue como con un par de zapatos recién comprados, un poco tiesos, y que la primera vez que los usas son un tanto incómodos. Así que mi interpretación el viernes fue un poco formal, como un par de nuevos zapatos. El domingo fue un par de zapatos viejos y fue relajado. Todas esas cosas cambian un poco lo que está escrito.”

–¿Cómo se involucró con la fotografía y la filmación?

–Tengo una cámara, ojos y un cerebro, así como la curiosidad. Soy visualmente curioso acerca de las cosas. No soy realmente curioso en cuanto sonidos. Los sonidos que escucho de alguna manera me molestan. ¿Qué es lo que escuchamos ahorita? Personas hablando, martillazos, el tráfico, en un buen día escucho a los niños de la escuela (está casi frente a su casa), pero si tuviera una grabadora quizá grabaría sonidos una vez al año.

“Pero las cámaras, cualquiera, las uso al menos una vez al día o a la semana. El mundo visual me interesa más, no sólo estéticamente, porque hay más historias que contar, más narrativas, más sorpresas.

Cuando hablo de imágenes visuales puedo hacerlo sobre miles de historias y referencias diferentes, y cuando hablo de imágenes de sonido es una referencia. La música es muy poderosa, pero muy limitada, y el mundo visual es interminable: es un disparador de la imaginación que no necesariamente estalla al escribir una pieza musical.

Soy muy feliz en México

La decisión de Michael Nyman de vivir en México tiene que ver también con su momento de ser artista visual.

–¿Por qué eligió México para vivir?

–Nada más mírame: soy un chico muy feliz, en este cuarto, en esta casa, en esta colonia, en esta ciudad. En Londres tengo una bella casa que es cien años más vieja que ésta. La de aquí es de 1930, la de allá es de 1830, está en un barrio que no es muy diferente a La Condesa y me siento constreñido, infeliz, sin imaginación.

En Londres quizá tome una foto al mes, aquí cada vez que salgo si no llevo una pequeña cámara me siento desnudo por la posibilidad de que algo pase. Mi imaginación visual es estimulada aquí. Me gusta lo que veo en la calle, la forma en la que se comportan las personas, la forma en la que soy. Me siento mejor como Michael Nyman aquí.

El artista sigue con sus proyectos musicales, además de las piezas por encargo escribe la música de sus películas y existe la posibilidad de verlo tocar con la Michael Nyman Band si consigue dinero para traer a los músicos.