Opinión
Ver día anteriorMartes 2 de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La clonación fatídica
L

levando sobre sus hombros una inmensa responsabilidad en la operación de la economía, ahora globalizada, existen sobre el planeta buitres más voraces que ninguna otra bestia: es la fauna de los agentes financieros, acompañada de una cauda interminable de poderosísimos seguidores –como el Partido Repúblicano gringo– que, acerca del significado e impactos del trabajo de los señores del dinero, todo lo ignoran, al tiempo que se asignan cantidades inimaginables como compensación por destruir la economía mundial.

Es la hora del cataclismo de la deudas soberanas; en Europa y en Estados Unidos. Escribo dos días antes del último en que habrá o no habrá acuerdo entre republicanos y demócratas sobre la posibilidad o no de elevar el techo de la deuda del gobierno estadunidense. Es decir, esta semana habrá cataclismos y tsunamis, o habrá –visto el mediano plazo–, un partito de los montes.

Supongo que el partito es más probable, pero si ocurre un cataclismo, a nadie deberá sorprender. Habrá sido provocado por uno de los últimos engendros del mercado de derivados, resultado de la estupidez de los ciegos financieros que inventaron el peor de esos derivados sin regulación: los Credit Default Swaps (CDS) o Swaps de incumplimiento crediticio, que son los instrumentos más modernos de Wall Street y constituyen, en su forma más simple, un contrato bilateral entre un comprador y un vendedor de protección. En este contrato el comprador se compromete a realizar una serie de pagos en el tiempo (primas) y el vendedor se compromete a cubrir parte o el total del crédito asegurado en caso de que éste no sea cubierto (pagado). Los CDS se utilizan en el aseguramiento de grandes corporaciones, en el aseguramiento de paquetes de referencia crediticia (CDO) o en el aseguramiento de los bonos de deuda soberana, y se dieron a conocer tras el estallido de la crisis subprime.

A diferencia de los seguros, en los cuales se asegura un referente tangible (una casa, un automóvil, una persona), en el caso de la cobertura de los CDS, no existe nada tangible, sólo papeles. Una característica de los contratos CDS es que los roles de compradores y vendedores son intercambiables. El vendedor de CDS (usualmente un banco) transa el CDS con un inversionista (que es quien pone el monto inicial: 10 millones de dólares como mínimo). Pero el banco también puede tomar el rol de inversionista y asegurar la operación con otro banco. De esta forma se produce una clonación de aseguramientos donde no existe nada tangible, sólo papeles. Y esta clonación puede ser infinita (www.elblogsalmon.com/conceptos-de-economia/que-son-los-credit-default-swaps).

Gran parte parte de las operaciones financieras se hace con los bonos de deuda de los países. El inversionista compra bonos de deuda por los que puede recibir 50 puntos base (o 0.5 por ciento de interés anual); lo que además hace es asegurarlos con CDS, en caso de que el país caiga en un impago, default, de deuda. Cerca del default se hallan hoy Estados Unidos y varios de los países europeos periféricos. En las inversiones vía CDS el inversionista siempre gana porque está doblemente asegurado. Pero con ello, eleva el costo del seguro de impago al presionar al alza esta forma de crédito. Por eso, gran parte de los incrementos en la tasa de interés de los rendimientos de deuda soberana de Grecia o Portugal son producto de la especulación que ejercen los inversionistas al adquirir las permutas de incumplimiento crediticio (CDS). Esta presión por asegurarse del riesgo de impago, presiona al alza el costo de la colocación de bonos.

Hacia fines de los años 90, se manejaban en estos instrumentos montos cercanos a 500 mil millones de dólares. El despegue de los CDS se produce en 2003, en una forma tan acelerada que para 2008 alcanzaron un nivel inconcebible: 65 billones de dólares (trillones en Estados Unidos), 1.35 veces la producción económica mundial.

La irracionalidad que ha alcanzado la economía mundial queda en vitrina con masa financiera de papel difícilmente concebible, que no tiene relación alguna con la producción de bienes y servicios. No está de más recordar que la economía no puede ser otra cosa que la producción de bienes y servicios para satisfacer las necesidades humanas. El fenómeno especulativo financiero, sin embargo, se encamina a paralizar a la economía real, a ciencia y paciencia de los gobiernos y los partidos de los países desarrollados, principalmente.

Véase a Estados Unidos o a España, o a cualquiera: ahí están sus fábricas, sus astilleros, sus campos labrantíos, sus puertos y sus caminos, sus científicos, sus ingenieros, sus técnicos, sus miles de trabajadores. Pero la especulación con los derivados financieros está a un tris de llevarlos al punto de congelación. En tanto, los pobres continúan empobreciendo, los políticos politiqueando, algunos millonarios enriqueciendo más, y los bienes de producción herrumbrándose.

Si, como parece, habrá acuerdo en el Congreso, veremos un partito de los montes para 2012, pero las condiciones del casino financiero quedarán intactas.

Tendremos que vencer la oscuridad aun sin luz, dijo no sé hace cuántos siglos una voz anónima.