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Ricardo Piglia obtuvo el premio a mejor novela negra en Gijón con Blanco nocturno

La prensa hace que muchos escritores se conviertan en opinadores intelectuales

El autor argentino otorga a los personajes el peso de una novela: No parto de una coyuntura o suceso periodístico específico, sino de la definición clara de los protagonistas

Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 31 de julio de 2011, p. 3

Madrid, 30 de julio. El escritor argentino Ricardo Piglia habla a través de sus libros, siempre alerta de no convertirse en uno de los personajes que más repudia: los intelectuales opinadores.

Él, como Jorge Luis Borges, habla a través de sus libros, como lo hace en Blanco nocturno, novela que recrea la vida de un pueblo de la llanura argentina, con sus miserias familiares y sus parábolas sobre la historia reciente de su país. Este libro, la primera novela 13 años después de la publicación de la celebradísima Plata quemada, va cosechando premios: primero fue el de la Crítica, que otorga la Asociación Española de Críticas Literarios, después el Rómulo Gallegos, que entrega Venezuela, y el más reciente, el Dashiell Hammett que cada año adjudica el festival de la Semana Negra de Gijón, dirigido por el también escritor Paco Ignacio Taibo II.

Ricardo Piglia, nació en Buenos Aires, en 1941; es un veterano lector y escritor de novelas del género negro. Durante su primera juventud, cuando vivía en el Buenos Aires de la década de los 70, fue el responsable editorial de la llamada Serie Negra, colección en la que se dieron a conocer autores de la talla de Chanler, David Goodis o incluso Dashiell Hammet, el mismo que lleva el nombre del premio que ahora recibe en Asturias.

Piglia es un autor que escribe a un ritmo singular, no tiene prisa y sólo publica un libro cuando en realidad cree que la historia o el contenido lo merecen. Eso explica que en su dilatada trayectoria tenga mas textos ensayísticos o de crítica literaria que obras de ficción. Pero en la narrativa tiene una selección de libros que ya forman parte de la antología contemporánea de la literatura en español: Jaulario, su primera antología de relatos publicada en 1967, o las novelas Respiración artificial, La ciudad ausente, Plata Quemada y Blanco nocturno.

Su más reciente y multipremiada novela cuenta la historia de un personaje llamada Tony Durán, extraño forastero, nacido en Puerto Rico, educado como estadunidense en Nueva Jersey, que fue asesinado a comienzos de los años 70 en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. La trama narra también la relación del personaje central con dos hermanas gemelas, Ada y Sofía, hijas de una de las principales familias del pueblo y con las que mantiene un trío sexual y sentimental hasta que una de ellas deserta. El centro luminoso del libro, cuyo título remite a la cacería nocturna, es Luca Belladona, constructor de una fábrica fantasmal perdida en medio del campo que persigue con obstinación un proyecto demencial.

Piglia, poco dado a hablar en público o a dar entrevistas, explicó así, el año pasado, en una visita a Madrid, su profunda relación con la ficción y el proceso creador de Blanco nocturno. La particularidad de una novela radica en la creación de unos personajes, que están antes que la trama. Por eso nunca parto del interés que puede suscitar una coyuntura o un hecho periodístico determinado, sino de la definición clara de sus protagonista. Pues la ficción es un lugar donde se produce una tensión entre la verdad y lo imaginario.

En cuanto al tema de Blanco nocturno, explicó que utiliza el ambiente rural pampeano como escenario para la investigación de un hecho violento. “Ha sido mi gesto vanguardista, la evocación del paisaje provinciano en esta obra. Hay que recordar que la reacción a la novela del Boom latinoamericano derivó en la narrativa de las pasadas décadas en rechazar el campo en favor de los temas urbanos.”

Para Piglia, sin embargo, hay una brecha enorme entre su oficio de escritor y el reconocimiento, pese a que en los meses recientes sólo se dedica a recibir premios y halagos sobre su obra literaria. Él cree que esos relámpagos de los medios duran cierto tiempo, y los vivo con incomodidad y distancia. A la prensa le interesa menos la literatura que la política del escándalo y convoca a los autores para opinar de generalidades, en lugar de su arte. Eso hace que muchos intelectuales se conviertan en opinadores de actualidad sin estar preparados.

Y añade: Los intelectuales deberían hablar de política desde su campo específico; es decir, la venta y distribución de los libros, la relación entre los medios y la cultura, la respuesta de los lectores; opinar desde lo que conocen, desde donde pueden ser más productivos.