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Ver día anteriorLunes 11 de julio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Eruviel Ávila y las inundaciones en el Edomex
D

e las 6 mil promesas que, ante notario, ofrece cumplir Eruviel Ávila, triunfador de las pasadas elecciones del estado de México, hay una sobresaliente: resolver, de una vez por todas, el problema de las inundaciones en esa entidad. Hizo la promesa cuando el agua que trajo la tormenta tropical Arlene invadió diversas colonias de los municipios de Ecatepec y Neza, obligando al candidato a suspender su gran cierre de campaña en esa zona. No convenía hacerlo mientras miles de familias se ocupaban en salvar sus pertenencias y sacar las aguas negras de sus viviendas. Muchas familias realizaban esa tarea por enésima vez, como repetidas fueron las proclamas oficiales de que no tendrían ya más inundaciones.

El 1º de julio, tres días después de la promesa del futuro gobernador mexiquense, el actual, Enrique Peña Nieto, atribuyó las inundaciones a la tormenta Arlene, que trajo lluvias como no se habían visto en los últimos 23 años. También el jefe de gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, y el licenciado Felipe Calderón sostuvieron que esas lluvias fueron atípicas; Calderón precisó que el 30 de junio pasado había sido el día más lluvioso desde que se llevan estadísticas en el valle de México y la zona metropolitana: 48.8 milímetros. El récord histórico, aseguró, era de 36 milímetros en 1989, cuando la capacidad del sistema de desagüe es de entre 25 y 30 milímetros. Ebrad anotó además que son insuficientes las actuales obras para captarlas y desalojarlas. Y lo peor: por el calentamiento global habrá lluvias más torrenciales que ocasionarían el colapso del drenaje profundo y el riesgo de que la ciudad se inunde. En eso coincide también el licenciado Calderón.

Sobre las declaraciones de marzo pasado, cuando Calderón inauguró la planta de bombeo La Caldera y dijo que con ella nunca más habría inundaciones catastróficas en la zona, el gobernador Peña Nieto precisó que la obra ha permitido que no tengamos en este momento inundaciones mayores, pero es imposible hacer declaraciones de que nunca más habrá inundaciones, si no sabemos la intensidad de las lluvias. Después de tan sabia reflexión, se quejó ante el licenciado Calderón de que el estado de México se encuentra en medio del manejo del sistema hidráulico del valle de México (actualmente operado por la Comisión Nacional del Agua y el Gobierno del Distrito Federal), mas no cuenta con la jurisdicción ni la operación, a pesar de que en la entidad a su cargo se localiza la mayor parte de los cuerpos de agua. No es en el ánimo de descalificar estas entidades, aclaró, sino simplemente que esta operación tripartita del sistema hidráulico lo hace complejo y el estado queda en medio de esta operación.

Calderón le respondió que es necesario revisar y cambiar la coordinación de la operación del sistema de drenaje del valle de México y se ponga una sola instancia, un solo responsable para su operación. Explicó que “es muy difícil que tres entidades de decisión, o dos, se puedan poner de acuerdo en una situación ordinaria, mucho menos en una extraordinaria… Hay que ser una sola instancia y un solo responsable al cual todos podamos seguir en su liderazgo, y también, al mismo tiempo, pedirle cuentas cuando haya que hacerlo”. De paso, anunció obras de magnitud mundial para evitar las inundaciones y sacar el agua de la cuenca de México.

Sin negar la importancia de esas faraónicas creaciones de la ingeniería para aplazar que ocurra lo peor, es vidente que faltan las medidas fundamentales, bien conocidas por las autoridades: retener en todo lo posible el agua de lluvia para recargar el manto freático evitando así su sobrexplotación y el crítico hundimiento de la urbe; detener la expansión anárquica de la mancha de asfalto sobre las áreas agrícolas y de reserva ecológica, básicas para la recarga del acuífero; crear la autoridad metropolitana que, ahora sí, se encargue del manejo integral del agua en la cuenca de México. Habrá pronto más inundaciones. Y, como es costumbre, ayuda insuficiente a las víctimas, politización de la tragedia y más disculpas por parte de quienes, cada vez que hay inundaciones, prometen resolverlas de una vez por todas.