Opinión
Ver día anteriorJueves 7 de julio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Vía Varsovia
E

ste segundo semestre de 2011 corresponde a Polonia la presidencia temporal del Consejo Europeo. Como se sabe, coexisten dos presidencias: la estable o permanente, a cargo, entre diciembre de 2009 y mayo de 2012, de Herman Van Rompuy, un ex premier belga cuya especialidad es no dejarse ver –self-effacing, se dice en inglés de este tipo de personalidad– y la rotatoria. Ésta corresponde cada semestre a uno de los 27, de acuerdo con un listado ad hoc que, con algunos ajustes, sigue el orden alfabético inglés de los topónimos en idioma nacional, aprobado por unanimidad en enero de 2007 y que abarca hasta el primer semestre de 2020, lapso en que todos ellos habrán tenido oportunidad de ejercerla por una ocasión. Fue así que Polonia (Polska) sucedió a Hungría (Magyarország) que ocupó la presidencia en enero-junio, siendo 2011 el primer año en que dos antiguos países socialistas presiden el consejo, circunstancia que sólo se repetirá en 2018 cuando Bulgaria suceda a Estonia (Eesti). Polonia, representada por su primer ministro, Donald Tusk, asumió la presidencia el primero de julio, no sin estrépito, gracias al despliegue de fuegos de artificio que iluminó la noche de Varsovia. Este inocente origen de la conmoción fue bienvenido, pues en tiempos recientes la UE ha estado sujeta a sacudidas mucho menos benignas, que en este semestre se van a gestionar vía Varsovia.

En este sentido, el programa para la presidencia polaca y la declaración inicial del premier Tusk abrieron una perspectiva amplia y potencialmente esperanzadora, para una unión consumida por problemas y tensiones cotidianos cuya acumulación parece tornarlos inmanejables. Sería absurdo suponer que Tusk dispone de claves o instrumentos que son ignorados o no están al alcance de otros líderes europeos. Sin embargo, al asumir la presidencia temporal del consejo, se apartó de la cacofonía que marca el ir y venir de declaraciones ineptas, circunstanciales y a menudo contradictorias, que han colmado los meses recientes. Tuvo el tino de retomar, como más adelante se detalla, algunos de los mejores planteamientos del discurso europeo de largo aliento que, desde mediados del siglo pasado, ha orientado, por encima de dificultades y desviaciones coyunturales, el mayor proyecto de integración regional de la historia.

De entrada, el programa reconoce que el acelerado proceso de cambio en que está inserta la UE es resultado de una crisis que, lejos de estar superada, plantea enormes retos. El envejecimiento de la población, la necesidad de revisar el modelo de estado de bienestar y el debilitamiento de la dinámica de crecimiento, traído por la crisis, presionan las finanzas públicas. La posición de la UE en el mundo cambia también, por la dinámica propia y la de otros actores globales. Hay tendencias internacionales que van a desembocar en nuevos equilibrios. Toda respuesta europea debe basarse en una integración más profunda y una cooperación más intensa, indicó Tusk. Polonia propone tres prioridades inmediatas: hacer de la integración un motor del crecimiento, atender las exigencias de la seguridad colectiva y aprovechar los beneficios de la apertura.

Al hablar del vínculo entre integración y crecimiento, el programa coloca en primer término el perfeccionamiento del mercado único, priorizando el desarrollo de los mercados digitales y las transacciones electrónicas, así como el diseño de una estrategia presupuestaria multianual, de 2013 al final del decenio. Estos objetivos de mediano y largo plazos se hallaban prácticamente olvidados, ante las tensiones de la crisis y las turbulencias financieras. En seguridad se destacan tres ámbitos: alimentación, energía y defensa. La seguridad alimentaria es de fundamental importancia para los ciudadanos de Europa, por lo que debe llevarse adelante la revisión de la política agrícola común, orientándola a desarrollar las capacidades de producción sustentable.

Se plantea la necesidad de una política europea de energía que dote a la unión de mayor poder de negociación vis-à-vis los principales países productores, consumidores y de tránsito y le permita operar de manera efectiva en el sector energético global. También relegada en los años de la crisis, el programa rescata la definición e implementación de una política común de seguridad y defensa, estrechamente vinculada –además de los sectores de relaciones exteriores y operaciones militares– a las acciones en materia de libertades, seguridad y justicia. Finalmente, respecto de la tercera prioridad, al destacar los beneficios de la apertura, el programa destaca que no debe perderse de vista el objetivo de largo plazo de extender el área de valores y regulaciones europeos mediante la continuada ampliación de la Unión Europea, el desarrollo de la cooperación con los países vecinos, la promoción de soluciones europeas en los foros globales, la construcción de relaciones más profundas con asociados estratégicos y una política de desarrollo prudente y efectiva.

Sería fácil, recordando el infortunado catálogo de descalabros europeos, descartar como inoportunos o apresurados, en la actual coyuntura, algunos de los planteamientos del programa. Al presentarlo, Tusk salió al paso de esta tentación, señalando que la manera más efectiva de hacer frente a los problemas más presionantes es la consideración de sus manifestaciones de mayor alcance. Denunció, por ejemplo, los intentos –ya exitosos, desafortunadamente– de establecer severas y generalizadas excepciones al régimen de libre tránsito intraeuropeo establecido por el Tratado de Shengen. Días antes, en entrevista con el Financial Times, había afirmado que le gustaría contribuir a renovar la determinación de que el drama financiero que actualmente viven algunas naciones no se convierta en una secuencia de acontecimientos negativos que hagan dudar del sentido mismo de la existencia de la UE. En alusión a la ausencia de fronteras internas, afirmó que Shengen es decir, una UE sin fronteras, es uno de los logros europeos más importantes y, para muchos europeos, la unión significa la posibilidad de moverse libremente dentro de ella. Denunció así las excepciones selectivas que se han propuesto y aceptado en semanas recientes.

Es imposible mostrarse optimista sobre el futuro de la UE, en el semestre de la presidencia polaca y los que lo siguen. El alud de informaciones sobre los acontecimientos en Grecia, para sólo citar un caso, alimenta una perspectiva negativa. Lo cierto es, como lo señaló Tusk, que los europeos requieren de una UE exitosa y ésta es componente indispensable de cualquier esquema de equilibrios geopolíticos y económicos globales en el presente siglo.